Hoy volvemos a contar con una pluma invitada, en una apuesta clara por los jóvenes historiadores del Arte, le hemos cedido este espacio a Álvaro Romero González (ver perfil aquí) que ha realizado estudios de postgrado y que investiga sobre indumentaria y moda en la Edad Moderna. En este artículo en concreto nos acerca al uso de las vestimentas negras por parte de los monarcas hispánicos, su significado y el contexto de su uso, lo que permite, por ejemplo, ver con otros ojos los retratos ejecutados por Diego Velázquez a Felipe IV. Espero que disfrutéis de su lectura:
Cuando pensamos en arte, la moda queda relegada a un segundo o tercer plano. Éste ha sido y es la clásica triada de pintura, escultura y arquitectura. Sin embargo, nosotros vamos a ir más allá. ¿Por qué deberíamos considerar la moda como un arte? Si partimos de la extrapolación del modelo pictórico al de la moda, vemos como Pacheco lleva a cabo El Arte de la Pintura con una serie de patrones con las que realizar ciertas iconografías. Es exactamente lo mismo que se propone cuando, por ejemplo, Rocha Breguen realiza Geometría y traça perteneciente al oficio de sastres en donde se dice cómo se deben realizar las prendas que debemos considerar como arte ya que se ejerce tanto una labor manual como intelectual para obtener un resultado final.
Fijándonos en los distintos retratos de aparato, ejecutados por la pincelada de Velázquez, vemos a un rey débil en una disposición plenamente habsbúrgica por los distintos elementos que conforman la pintura: aparece del perfil derecho en un ligerísimo contrapposto, la blancura de su piel, el prognatismo característico de la Casa de Austria, la aparición del toisón de oro… son una serie de referencias que nos hacen darnos cuenta de que delante tenemos a un monarca. Pero hay algo más que llama la atención: la indumentaria. Cuando vemos a Felipe IV, nos viene a la cabeza el retrato que conserva el Museo Nacional del Prado del maestro sevillano realizado en 1628 apenas llegado a la corte. Es aquí donde el monarca viste de un completo y “austero” color negro. Siempre se ha identificado el color negro como aquel relacionado con la muerte y el luto, y en cierta medida, tuvo su justificación en un momento clave.
Este tipo de indumentaria procede de la corte de Borgoña dos siglos atrás, en el siglo XV, en donde Felipe III, El Bueno, decide guardar el luto a su padre Juan, Sin Miedo, que es asesinado por los franceses. El uso del Toisón de Oro sobre este negro hace resaltar la propia orden del Toisón que en aquel momento promovía la cruzada contra el infiel y hacer que resalte sobre ese negro magnificaría, aún más, la misma y la defensa de la religión católica. Estamos ante un modelo de importación que trae consigo el Emperador Carlos V y que hereda con sumo gusto Felipe II como podemos ver en el retrato de Sofonisba Anguissola. Tras un reinado como el de Felipe III, en el que pasó con más pena que gloria, se busca que su sucesor traiga consigo la reputación de la que gozaba el Imperio Español en el siglo anterior. Es así, un arma política como nos corrobora Baltasar Castiglione en El Cortesano: “Tiene más gracia y autoridad el vestido negro que el de otro color […] porque de esta manera traen consigo una cierta belleza y gallardía que hace mucho propósito a las armas”. El color negro representa, por una parte, ese poder militar tan anhelado en la sociedad del siglo XVII. Aunque hay un poder que siempre está por encima en la historia: el poder económico. Y es que éste se ve reflejado en cómo se puede obtener el color negro. El descubrimiento del Nuevo Mundo fue trascendental para la industria textil europea ya que dinamizó, por una parte, el comercio interior y exterior con la explotación de la cochinilla que daba una intensidad mayor a la prenda reflejando un color más vivo. Con el palo de Campeche* se consigue una rebaja sobre los costes que hacen más asequible esta prenda sin encarecer la producción. La importación supone un gasto económico, un encarecimiento del producto, que solo es asequible a aquellos con cierta capacidad económica quedando fuera del alcance de muchos y debiendo ser considerado como un producto por y para las élites.
Bajo el reinado de Felipe IV se pasa de vestir las exageradas, costosas y enormemente almidonadas gorgueras, a portar las sencillas golillas realizadas con alambre, cartón y lino almidonado que, como encontramos en la documentación, se nos refiere como de incómoda y de complicada confección. Esta golilla es el gran cambio que sufre la moda masculina en el siglo XVII encajando en el momento en el que se promulga la pragmática de 1623 para desacelerar los innecesarios gastos a la hora de vestir de la población.
Este es el modelo de vestido a la española que queda exportado a otras regiones más lejanas en la geografía europea como puede ser Suecia. El conde sueco Nils Nilsson Brahe viaja a España en 1654 para anunciar la abdicación de Cristina de Suecia a favor de su primo, el futuro Carlos X. A su vuelta vestirá a la española con un traje negro compuesto por jubón –prenda superior–, calzas –prenda inferior– y ferreruelo –lo que podríamos entender a modo de capa– siendo las dos primeras prendas las que compondrían el traje español en su más pura esencia. Es necesario añadir que es el único traje de estas características conservadas en la actualidad y por ello debe ser visto como un referente a nivel de estudios sobre la indumentaria. Si lo analizamos veremos que se encuentra realzado en lino, lana y terciopelo.
Viendo este tipo de materiales nos sorprende que se hable del reinado de Felipe IV como de esa época de austeridad en la que la fastuosidad queda relegada al reinado pasado. No obstante, es una falacia mitificar este reinado, el del Rey Planeta, como un reinado austero cuando vemos ya de por sí las descripciones del Guardarropa del monarca, Cristóbal Tenorio, que muestran la calidad de los materiales utilizados para su confección: “un vestido de terciopelo con labores derilo y cortado alto felpado que tiene de ropilla, calçones y ferreruelo de herbax forrado el mismo por terciopelo”.
Podemos adivinar que la sociedad del siglo XVII es una sociedad de apariencias en donde este negro vendría a remarcar esa asimilación de un poder económico, religioso y militar. Es así como Felipe IV busca erigirse como digno sucesor de su abuelo, de aquel que tuvo el mayor imperio jamás visto sobre la faz de la tierra, con la pretensión de volver a ser la potencia que fue antaño.
Este tipo de indumentaria es la que se encuentra de moda porque es la que mejor encaja con los valores sociales del momento y es el grueso de la población aquella que, manejada por unas élites y los distintos tipos de leyes, absorben una moda que justifica las pretensiones de su rey. Ésta es una cuestión de ideas puestas en marcha que el individuo busca para identificarse y reafirmarse en el entramado social.
*Nota al Pie:
El Haematoxylum campechianum (Palo de Campeche o Palo de Tinte) es una planta de la familia de las leguminosas, que tiene forma de arbusto espinoso que puede alcanzar los 15 metros de altura y con un diámetro de tronco que oscila entre los 45 y 60 centímetros. Su alto contenido en hematoxilina le da una gran utilidad industrial para obtener tintes en textiles, de él se obtienen tintes negro y azul para lana y negro para seda y algodón, pero además se obtenían también amarillo, violeta y morado. La gran importancia del palo de tinte es que su color negro intenso no se desleía con los lavados, ni perdía tonalidad, como los otros negros de humo que acababan haciendo las prendas de color parduzco. Esta planta se encuentra en climas tropicales, creciendo de forma natural.
Desde mediados del siglos XVI, que se descubren sus propiedades, los españoles tuvieron el monopolio de su extracción y comercialización con Europa, que se mantuvo hasta aproximadamente 1670, cuando mediante el tratado de Madrid, la monarquía Hispánica e Inglaterra pactan acabar con la piratería y el reconocimiento de la ocupación inglesa en la península de Yucatán, que acabará por constituir la colonia de Belice y llegando así el tinte a la industria textil inglesa.
Muy buen comentario de historia
Gracais José!