La Plaza Mayor de Madrid es el corazón de nuestra ciudad. Emplazamiento de mercados, autos de fe, juegos de cañas, procesiones y todo tipo de eventos, su amplio espacio abierto, dentro del entramado de callejuelas de la Villa, hizo que desde su construcción a finales del siglo XVI se convirtiera en punto de encuentro y espacio representativo de una corte exenta de edificios monumentales. Esa vocación de servir a los madrileños para todo tipo de actividades hizo que se concibiera abierta, sin elementos en su interior que pudieran interrumpir los diversos usos. Pese a los incendios y transformaciones que la plaza ha sufrido durante sus más de cuatro siglos de historia ha mantenido casi siempre ese caracter, a excepción de finales del siglo XIX cuando un jardín ocupó su superficie y se colocó en el centro la estatua de Felipe III obra de Pietro Tacca.
Ya en la década de los años 30 del siglo XX la árboleda había desaparecido dejando paso tan sólo a elementos urbanos que dividían el tráfico rodado de la zona peatonal y finalmente en 1968, tras la realización del parking soterrado debajo de su espacio, la plaza tomó nuevamente su fisonomía abierta y sin obstáculos, a excepción de la escultura ecuestre de Felipe III que se mantuvo en el centro de ésta.
Pese a todos los cambios sufridos, la Plaza Mayor sigue siendo uno de los pocos lugares reconocibles del Madrid de los Austrias que todavía continua en pie. Es el último “bastión” de una ciudad que, sobre todo desde finales del siglo XIX, ha sido maltratada y despojada de conventos, iglesias, palacetes… y todos aquellos elementos arquitectónicos que la hacían única. Sin embargo, en febrero de 2017 se planteó al Ayuntamiento una iniciativa ciudadana para ajardinar el espacio y ha aparecido también una recogida de firmas en Change.org, solicitando que se recuperase la vegetación. Ambas iniciativas están basadas en la idea romántica de recuperar el espacio que aparece en las fotos del siglo XIX, sin ser conscientes de que los árboles no pueden plantarse por la presencia del parking subterráneo. No obstante, el Ayuntamiento, apoyado por los comerciantes de la zona, ha decidido poner en marcha un plan (plan que por cierto sólo se ha conocido a finales de agosto a través de la prensa) por el que próximamente va a disponer en el espacio cientos de jardineras con plantas, vegetación y coníferas para según Marisol Mena, directora general de Patrimonio y Paisaje Urbano del Ayuntamiento, “la plaza tenga una visión más agradable para el ciudadano”, (entrecomillado recogido de esta noticia de El País).
No dudamos de que la plaza con vegetación y plantas quedaría muy bonita, es obvio que siempre dan un aire más acogedor y bello a los espacios, pero teniendo en cuenta la importancia histórica y representativa de la Plaza Mayor creemos que se debería haber tenido en cuenta también la opinión de los expertos. Es por ello que junto a Un Sereno y Arte en Madrid se nos ocurrió la iniciativa de recoger nosotros el parecer de diversos historiadores e historiadores del arte de la Edad Moderna o conocedores de la arquitectura y el patrimonio madrileños para que así quedara constancia de que frente a lo bello que pueda quedar un espacio con ciertas ideas hay una historia que respetar y que no debemos olvidar.
A todos los invitados a participar se les pidió que dieran su opinión libremente sobre la propuesta de ajardinamiento que ha hecho el Ayuntamiento para la Plaza Mayor de Madrid. Las respuestas son las que siguen y figuran entrecomilladas y con el nombre del autor correspondiente. Agradecemos a todos los que han colaborado su entusiasmo y aportación y esperemos que el conjunto de esas voces llegue hasta el Ayuntamiento de Madrid. Todavía no es tarde para mantener uno de nuestros pocos trocitos de historia.
“Madrid es una ciudad histórica que guarda muy pocos restos arquitectónicos de su pasado medieval. La situación mejora algo en relación con su pasado moderno, cuando la villa cambió dramáticamente al ser convertida en una capital metropolitana. Un aspecto crucial de esta transformación era la ampliación y consolidación a partir del siglo XVI de un imponente espacio central que cumpliera diversas funciones prácticas– políticas, económicas, rituales. Y estéticas. La tipología de la plaza mayor– un espacio monumental, regular y racional, donde confluía una amplia gama de actividades cotidianas y festivas– es sin duda la más señalada aportación española al urbanismo europeo y mundial. Y aunque la Plaza Mayor de Madrid ha sufrido varias transformaciones– incluso algunas traumáticas– a lo largo de su historia, siempre se ha mantenido intacta y bien visible su función de marcar el espacio más característicamente urbano de la ciudad. Ajardinar– literalmente meter la naturaleza en un espacio que por su misma definición carece de naturaleza– es un cambio que mejora muchísimas plazas, y ojalá dispusiéramos de más. Pero la Plaza Mayor de Madrid no debería ser una de ellas, precisamente por ser uno de los pocos espacios que ayudan tanto a los madrileños como a los que vienen de fuera a reconocer un espacio cuya belleza, además de su importancia, proviene precisamente de su carácter sobrio, monumental y sobre todo urbano. Mostrar respeto por el pasado de un edificio o de un espacio no es condenarlo a no sufrir reformas; de hecho muchos espacios urbanos, incluso algunos históricos, ganarían con ser convertidos en jardines. La Plaza Mayor de Madrid– por sus características tan singulares, tan emblemáticas, tan ciudadanas— no es uno de ellos”.
James S. Amelang, Profesor Honorario de Historia Moderna. Universidad Autónoma de Madrid
“Ciertamente, celebrar los 400 años de la Plaza Mayor de Madrid supone una buena ocasión para repensar la relación de los ciudadanos con su vieja Plaza en el arranque del siglo XXI. Y esa necesaria convivencia, con cambios de hábitos y de consumo (porque no olvidemos que, entre otras cosas, la Plaza nació para eso, para comerciar) se invoca para recuperar, al menos en espíritu, el jardín que el siglo XIX incrustó en su centro; y que el siglo XX, poco a poco, acabó por desmantelar. También en aras de nuevos tiempos y de recuperaciones más añejas, pues la excavación del aparcamiento subterráneo favoreció recobrar la limpieza original de la arquitectura seiscentista.
Una nueva y bienintencionada propuesta que busca «hacer la plaza más amable», amenaza con un nuevo vaivén. Con el suelo agujereado para los coches, se busca que vuelvan las plantas en enormes macetones para flores y, nada menos, que un centenar de coníferas. Para la directora general de Patrimonio y Paisaje Urbano del Ayuntamiento, con ello se busca «una visión más agradable para el ciudadano». ¡Como si no estuviéramos tratando de uno de los hitos más importantes del urbanismo europeo del barroco! Quizá al ciudadano se la debamos explicar algo mejor, in situ, para que comprenda que donde hoy campan las terrazas de cafeterías y restaurantes, antes pregonaban su mercancía un ruidoso enjambre de vendedores. Y que los días de fiesta, sus puestos daban paso a las celebraciones que daban sentido a un gran espacio abierto, diáfano que se ha conservado.
Antes de hacer una intervención en un ámbito de tal importancia, con tanta historia y con tantos valores, debemos considerar qué se quiere hacer con y en la plaza. No se puede musealizar o fosilizarla con el pasado como excusa, hay que seguir “viviéndola”, revitalizarla, pero nunca de espaldas a su potentísima impronta siglos. Una fila de árboles no hace un jardín, pero dispuestos sin respetar el sentido del espacio pueden añadir más y más elementos de distorsión. ¿O nadie se acuerda de los pobres madroños que durante años flotaron deshojándose lentamente, aupados en enormes maceteros en la Puerta del Sol? Si se quiere seguir utilizando la plaza para espectáculos, conciertos o ferias ¿alguien ha pensado cómo acabarán esas coníferas? (¿por qué coníferas?) Por lo menos ahora sólo “estorba” la estatua de Felipe III, condenada tras escenarios, casetas para técnicos de sonido o camiones de unidades móviles cada vez que un evento se celebra en ella.
Creo que el espíritu de la propuesta es loable, poniendo el foco en un emblema de nuestra ciudad. Pero no así el punto de ocurrencia que parece provocado por la circulación de las imágenes con ese jardín que sólo tuvo unos 70 años. La Plaza necesita un plan integral serio, como los jardines en Madrid (y no sólo en el casco histórico). Espero que nadie siga por el mismo camino y proponga recuperar las fiestas de toros. Por favor, que los árboles no nos impidan ver el bosque, bueno… la Plaza”.
Ángel Aterido Fernández, Profesor asociado del departamento de historia del arte de la Universidad Complutense de Madrid
“En principio, la transformación de la Plaza Mayor en espacio ajardinado es una medida altamente positiva y de coste relativamente bajo. Hay abundantes imágenes fotográficas de la plaza a comienzos del siglo pasado que avalan dicha iniciativa. Sin embargo, por lo que se refiere al centro de Madrid me parece que hay otra más urgente–la reforma de la Puerta del Sol. En este momento Sol es un monumento al feísmo, un espacio caótico, descuidado y lleno de cachivaches. Conviene despejar, ordenar, ajardinar y transformar aquella plaza singularmente popular e icónica en un espacio civilizado y civilizante”.
“La idea de ajardinar un espacio de ladrillo y cemento es, por lo general, muy acertada y no cabe la menor duda sobre la buena intención por parte del Ayuntamiento; además, la de realizar un jardín en un espacio urbano es objetivamente una de las pocas iniciativas que normalmente sirven para que una ciudad sea más agradable y vivible… Sin embargo, esto NO ES el caso de la Plaza Mayor de Madrid, que como justamente ponen de relieve varios historiadores, es una de las pocas huellas todavía supérstites de lo que fue un tiempo el Madrid de los Austrias, un conjunto monumental de incalculable valor histórico y artístico que debe ser conservado tal y como se encuentra actualmente. Cierto es que la plaza ha cambiado mucho su aspecto original a lo largo de sus casi cuatro siglos de historia, y que la misma, al igual que todo el centro histórico de la ciudad, está sujeta a un fuerte proceso de cambio de estructura urbana y del tejido productivo y comercial de antaño debido a una presión turística cada vez más invasiva y a procesos de gentrificación que están cambiando la cara de nuestras ciudades. Todo esto no es justificable ni aceptable en ningún lugar, pero con más razón no lo es y no puede serlo en una ciudad de inmenso valor histórico como la capital española y muy especialmente con arreglo a uno de sus sitios más emblemáticos, un lugar simbólico que recibe su importancia del haber sido centro de poder, haber servido de escenario para la representación tanto del poder político, como del de la Iglesia, en el que tuvieron lugar todas las procesiones y actos más importantes (entre otros, los Autodafé del Santo Oficio o Inquisición en los siglos de la Edad moderna).
¡Plaza Mayor no se toca!”
Michele Bosco, Doctor Europeo en Historia Moderna en 2017 por la Universidad de
Florencia (Italia) y la EHESS de Paris (Francia)
“Honestamente desconozco los detalles del plan del ayuntamiento, salvo las generalidades que he leído en la prensa. Dicho esto, si lo que se pretende es restaurar la plaza ajardinada al estilo de como estuvo desde el último tercio del XIX hasta mediados del XX, mi opinión radicalmente contraria al proyecto por múltiples razones. La plaza es ante todo un conjunto arquitectónico histórico. Se construyó como espacio público abierto en el que se istalaban mercados y se celebraban una variedad de actos a los que acudían muchas personas. Así se mantuvo hasta el siglo XIX cuando románticos, higienistas y europeistas decidieron desvirtuar su función ajardinando su espacio. Aquel ajardinado fue una cursilada y una atrocidad estética. Desvirtuó por completo la función pública de la plaza y destruyó su valor estético. Los parterres, las fuentes y los árboles impedían apreciar el conjunto arqitectónico. También impedían la celebración de eventos públicos o la instalación de mercados. Luego tranvías y coches destruyeron definitivamente la Plaza. En mi opinión la remodelación del último tercio del XX ha sido acertada y el conjunto actual es idóneo. Las plazas mayores son plazas, no jardines ni parques. Imaginen ajardinadas la Gran Plaza de Bruselas y tantas otras en diversos lugares de Europa”.
“La reciente polémica generada por la iniciativa ciudadana en la que se insta a votar un cambio de estética de la plaza mayor de Madrid, volviendo a su imagen de finales del siglo XIX hasta 1968, requiere de un momento de reflexión.
Es verdad que nuestras ciudades cada vez más adolecen de zonas verdes y de esparcimiento, y que la recuperación de espacios naturales en convivencia con la ciudad es una tarea más que necesaria para cualquier consistorio. Sin embargo, intervenciones en espacios con la entidad y la “solera” de la Plaza Mayor de Madrid, no deben tomarse a la ligera, aunque para ello se enarbole la bandera de zona verde y de descanso que merece la ciudadanía. Sí es verdad que la plaza Mayor de Madrid en un momento de su historia contó con una zona ajardinada, como muestran las panorámicas de la plaza de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, nada más alejado de su finalidad primera: lugar de encuentro y dinamizadora de la vida urbana del Madrid del siglo XVII. Son muy conocidos los lienzos de Juan de la Corte (ca. 1585-1662) y los grabados de Gregorio Fosman (ca. 1635-1713), que representan el uso de ese espacio urbano madrileño, habilitado para realizar fiestas, corridas de toros, mercados, autos de fe, etc., por lo que, en origen, el espacio era diáfano para facilitar su funcionalidad, adaptándose de forma sencilla a las necesidades requeridas, tanto por el consistorio como por la Corte. Si en el siglo XVII era así su estructura, ¿Cuál es el motivo que ahora se esgrime para su cambio? ¿Zonas verdes, zonas de descanso?. Creo que colocar unos bancos en torno a la plaza, no sería un problema, y no rompería con la idea primigenia del espacio. En cambio, convertir la plaza Mayor en un remedo de la Plaza de los Vosgos (París), retomando esas imágenes de la plaza madrileña del siglo XX, se aleja completamente de la idiosincrasia castellana de las Plazas Mayores, como la de Salamanca, de la Corredera (Córdoba) o de Almagro, por poner algunos de los ejemplos más conocidos”.
Ana Diéguez-Rodríguez, Directora del Instituto Moll
“The Plaza Mayor of the Spanish Habsburg era is long gone and only the majestic façade of the Casa de la Panadería as rebuilt in the 1670s (and updated in the 1990s) remains of the buildings that stood during the plaza’s first century of existence. By contrast, the plaza’s original street plan has more or less survived manifold reforms to which Madrid’s premier urban space has been subjected since it was shaped from the fabric of a late medieval city. As planned, the Plaza Mayor was envisioned as a forum for Madrid, an open space that could serve a variety of functions from marketplace to festival stage—a backdrop for the daily and extraordinary experience of residents and visitors of all social classes. Planting trees in the heart of the plaza and flowering bushes within the bays of its arcades violently disrupts the urbanistic vision of the Plaza Mayor as a spatial repose intimately connected with the movement of people, animals, and vehicles through the dense center of a thriving city. And for what purpose? It is perhaps a restaurant guild whose business stands to benefit the most from this boutique-like upgrade that risks turning the grand Plaza Mayor into the equivalent of a three-star hotel lobby. I sincerely hope the proposal will be reconsidered”.
Jesús Escobar, Northwestern University, Chicago, EE.UU.
“En 1903 Aloïs Riegl publicaba Dere moderne Denkmalkultus. Sein Wesen und seine Entstehung (El culto moderno a los monumentos. Caracteres y origen). Entonces, el conservador del museo de Artes Decorativas de Viena, uno de los principales representantes del formalismo en la historia del arte, por entonces presidente de la comisión de monumentos históricos, analizaba el problema que planteaba la intervención en los monumentos antiguos. La obra respondía a un proyecto de la Comisión Central Imperial y Real de monumentos históricos y artísticos que pretendía diseñar un plan de conservación de monumentos de la ciudad imperial. Entre los valores que defendía en un monumento, era el de la antigüedad. En este sentido, consideraba que “solo una cosa se ha de impedir de modo categórico desde el punto de vista del valor de la Antigüedad. La intervención arbitraria de la mano humana en el estado actual del monumento”, y defendía así una idea conservadora de la Antigüedad, casi mito romántico por la que el tiempo también pinta[1].
Sin llegar a defender una no actuación en la conservación de los monumentos, considerada como una “sacrílega intromisión en la actividad erosionadora de las leyes naturales”, sí considero que, cuando los avatares de la historia han conseguido salvar testimonios únicos de nuestro pasado, como la plaza mayor, un espacio tan singular de la época de los Austrias, deberíamos intentar “protegerlos” e integrarlos en nuestro presente. Por supuesto que estoy a favor del ajardinamiento de los espacios públicos. Reinventemos otras partes de la ciudad que se prestan más a ello y que, como ciudadana, agradeceré y disfrutaré mucho”.
Leticia de Frutos, Doctora en Historia del Arte
[1] A. Riegl, Dere moderne Denkmalkultus. Sein Wesen und seine Entstehung, Viena y Leipzig, 1903 [ed. Consultada El culto moderno a los monumentos, ed. Visor, Madrid, 1987, p. 53].
“La primera vez que llegó a mi conocimiento la idea del Ayuntamiento de Madrid, de volver a “ajardinar” la Plaza mayor, un escalofrío corrió por mi espalda. Cuando leí algo más de la noticia, en seguida detecté que el proyecto se ha hecho siguiendo una idea ingenua, los árboles y las plantas gustan a todo el mundo. El problema es que están desvirtuando un espacio singular. Es cierto que estuvo ajardinado a finales del siglo XIX, cuando la plaza perdió su esencia y dejó de ser el corazón de Madrid, que rápidamente pasó a la vecina Puerta del Sol, pero ese ajardinamiento se hizo precisamente para evitar el uso tradicional de la plaza, su esencia de teatro urbano.
Ahora el proyecto reconoce que no va a ser un ajardinamiento real, sino que por la existencia del aparcamiento subterráneo, han de utilizarse jardineras y maceteros, donde piensan plantar coníferas. Es decir, van a llenar la plaza de árboles condenados a no crecer, constreñidos en maceteros de un diseño más que mejorable, que en realidad van a desvirtuar la arquitectura y la proporción de la plaza, que eso sí, seguirá conservando las aproximadamente setecientas mesas para poder seguir disfrutando de un “relajante café con leche”, a mayor gloria del gremio de hosteleros que financian la intervención.
Auguro un fiasco semejante al ajardinado de su vecina, la mencionada Puerta del Sol, a la que los enormes maceteros con madroños no han terminado de darle nunca el aspecto amable que se pretendía, sino más bien todo lo contrario. El Ayuntamiento, tan amigo de preguntar a la ciudadanía, debería primero hacer el esfuerzo de dar a conocer el valor de la Plaza Mayor como espacio arquitectónico, como patrimonio y como seña de identidad de los madrileños que no debería ser disfrazada de verde. Una maceta no hace jardín”.
Cipriano García Hidalgo Villena, cipripedia
“En el siglo XIX, en tiempos de José Bonaparte, se crearon en Madrid numerosas, bellas plazas ajardinadas al estilo inglés con praderas de césped, árboles diversos, como cedros, magnolios, arbustos de todo tipo, rodeados por verjas de hierro, monumentos y fuentes. En las últimas décadas han sido arrasadas, convertidas en desoladoras plazas de granito. Esas son las plazas que nuestra ciudad debería recuperar. Pero la esencia de la Plaza Mayor, obra del siglo XVII, no debería ser alterada, es un monumento del Barroco madrileño. Su diseño, sus piedras centenarias y su espíritu deberían ser respetados, deben ser los protagonistas absolutos de la plaza emblema de Madrid”.
Mercedes Gómez, Arte en Madrid
“Estimada alcaldesa, he recibido con desconcierto y con total sorpresa las noticias en torno al posible ajardinamiento de la Plaza Mayor de Madrid. En un principio, pensé que se trataba de una más de las noticias falsas destinadas a desprestigiar la excelente labor que, desde mi punto de vista, está realizando a la cabeza del Ayuntamiento. Lamentablemente, he visto con inmensa desilusión que no era así sino que se trataba de una realidad inminente. En mi calidad de especialista en la Monarquía Hispánica durante el siglo XVII, se me escapan los motivos que pueden llevar a su equipo de gobierno a atentar de este modo contra uno de los espacios más emblemáticos del Madrid de los Austrias. Un espacio único que es un ejemplo insustituible de la cultura de fuerte talante cosmopolita característica de este agregado de repúblicas urbanas que fue la Monarquía Hispánica en cuyo seno se fusionaban elementos estéticos flamencos, italianos y castellanos. Tomar como referente la transformación operada durante el siglo XIX supone volver a recuperar el dudoso gusto de una burguesía que aspiraba a imitar, con escaso acierto, los modelos franceses o británicos. Algo que parece más asociado al periodo de gestión del ayuntamiento de Madrid durante la alcaldía de José María Álvarez del Manzano. Le ruego, por lo tanto, que vuelva a replantearse semejante iniciativa y que reflexione junto al resto de los miembros de su equipo de gobierno sobre si en Florencia a alguien se le ocurriría ajardinar la Piazza della Signoria o en Siena hiciesen otro tanto en la Piazza del Campo. La Plaza Mayor es un espacio urbano único, de una exquisita y sobria belleza. Un espacio de encuentro y de intercambio para los madrileños y para todos aquellos que nos visitan. Le puedo asegurar que llevar a cabo dicho proyecto constituye un verdadero golpe contra la identidad de nuestra ciudad y podría llegar a convertirse en la peor herencia de su paso por el ayuntamiento de nuestra ciudad”.
Manuel Herrero Sánchez, Catedrático de Historia Moderna, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla
“La Plaza Mayor de Madrid es uno de los más importantes monumentos de la arquitectura y el urbanismo español de los siglos XVII y XVIII, cuando se construyó y finalmente se cerraron sus entradas viarias respectivamente. Es uno de los escasos “edificios”, desde los primeros proyectos de Juan de Herrera a los de Juan Gómez de Mora, que tuvieron repercusión europea, precipitando el diseño de algunas plazas con una formalización homogénea. El orgullo madrileño e hispano llevó a su Ayuntamiento a querer que se diera internacionalmente cuenta de su forma, a través de la publicación de su imagen, grabara hacia 1623 por el italiano Antonio Manzelli, una enorme estampa, solo comparable a las que se habían abierto del monasterio del Escorial pocos años antes.
Desde su origen, la Plaza constituyó un espacio de mercado y de celebraciones, fueran festivas o penitenciales y, en consecuencia, su pavimento siempre estuvo libre de estorbos o construcciones -como los tenderetes o tiendas- que no se pudieran desmontar para acondicionarla para otros menesteres que no fueran solo comerciales. Jamás, hasta el siglo XIX, estuvo ajardinada o pensó en ella como jardín, función que en su momento desnaturalizó sus funciones de interrelación social, no solo de entretenimiento ocioso para la sociedad isabelina o imagen de amabilidad urbana. Otros jardines existen en Madrid en el mismo barrio del Palacio Real o de la calle de Toledo hacia el Manzanares. El ajardinamiento de la Plaza Mayor sería una verdadera desnaturalización de un espacio público tan importante, y una banalización anacrónica de su propia arquitectura”.
Fernando Marías, Catedrático de Historia del Arte de Universidad Autónoma de Madrid y de la Real Academia de la Historia
“Es una operación estética y nada más consecuencia de la gentrificación. Me parece más una triste consecuencia del turismo que implica una desnaturalización de la idiosincrasia del uso y función de la plaza en su contexto histórico. No se puede hacer un jardín porque debajo hay un parking, por tanto la noticia es más una operación de propaganda que solo beneficia a los intereses del consumo masivo y que en absoluto piensa en el ciudadano”.
Benito Navarrete, Profesor de Historia del Arte de la Universidad de Alcalá de Henares
“La Plaza Mayor de Madrid fue concebida desde su origen como mercado público y solemne escenario arquitectónico para los festejos y actos públicos (corridas de toros, juegos de cañas, procesiones, proclamaciones, autos de fe, ejecuciones, etc.) que puntuaban la vida ciudadana en el Antiguo Régimen, y como tal, nunca se previó su plantación con especies arbóreas, que sólo tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX. Enlaza así con el estilo y características de las tradicionales plazas porticadas castellanas que la preceden, y que después la tomarán por modelo, desde Toledo y Valladolid a Salamanca y Ávila, influyendo a partir de su reconstrucción por Juan de Villanueva en las grandes plazas neoclásicas del País Vasco.
Por tanto, constituye un paisaje mineral que no debe verse desvirtuado por innecesarias plantaciones que la “embellezcan”, como demuestran tantas plazas europeas famosas que carecen de vegetación, desde la Place Vendôme de París a las romanas Piazza Navona y San Pedro, o la veneciana de San Marcos.
Y tampoco puede justificarse su ajardinamiento por motivos ecológicos, pues el cuidado del arbolado propuesto –implantado a contrapelo de las características físicas de la propia plaza, cuyo subsuelo está ocupado íntegramente por un gran aparcamiento subterráneo- exigirá una inversión de energía y riego artificial que superará con mucho los beneficios medioambientales que aquél pueda proporcionar…”.
Alberto Tellería, Madrid Ciudadanía y Patrimonio
“La Plaza Mayor no fue concebida en su origen como un espacio verde. Se trata de una plaza castellana que, aunque ha sufrido varias reformas a lo largo de la historia debido a los incendios que ha padecido, su protagonismo siempre ha sido la arquitectura, una arquitectura que nos habla del pasado de esta Villa y Corte y que nos recuerda a la arquitectura de la casa de los Habsburgo.
Leo con estupor que el Ayuntamiento y el Gremio de Restauradores han decidido llenar la plaza de pequeñas macetas con flores y coníferas de 2 metros para emular el pasado verde de la plaza para que ésta se convierta en un espacio más amable para el ciudadano.
En mi opinión, y aunque las fotos de la plaza tomadas por Jean Laurent en XIX son muy bonitas, no deberíamos guiarnos por el criterio estético. Si se quiere mejorar la plaza quizás sería más interesante acabar con el circo de paraguas, muñequitos y tanta terraza que no deja ni camina en lugar de colocar maceteros. En definitiva, cuidemos los cascos históricos de las ciudades”.
Hagamos entre todos que llegue al Ayuntamiento de Madrid la opinión de estos expertos enviándoles este post con el hashtag #StopMacetasPlazaMayor a la cuenta de twitter del Ayuntamiento de @MADRID y a la de la Alcaldesa Dña. Manuela Carmena @ManuelaCarmena
Es cierto que el urbanismo, la arquitectura y por tanto, la ciudad, albergan vida, por lo que, a diferencia de la pintura y la escultura, son entes vivos y, al igual que la música, modificables y recreables.
Pero comparto la idea del artículo, de que la propuesta es un atentado a una obra artística, y además de afectar a la esencia misma del arte, es un ejercicio de ignorancia histórica y de desprecio a lo que significan las plazas mayores (y las plazas de armas) españolas.
Hay por todo Madrid innumerables espacios urbanos para reacondicionarlos poniendo árboles y, en el mejor espíritu de Jan Gehl, hacerlos más amables y convertirlos en -o enfatizar su condición de- zonas de encuentro, sin necesidad de destruir la maravillosa pieza barroca del maestro Juan de Villanueva que recreó el diseño original de Juan de Herrera y la obra de Juan Gómez de Mora.
Es una obra de arquitectura de nueva planta, de primer orden mundial y realizada bajo criterios políticos y económicos, no el simple devenir de un ámbito urbano al lo largo de los siglos. Añadirle árboles que jamás estuvieron en la mente de Villanueva o Herrera es como añadirle árboles a un cuadro de Tiziano que Velázquez recibiera el encargo de adaptarlo a un nuevo contexto y lo hubiera mejorado. Es una solemne estupidez, pero alguien ha debido pensar que es “eco” y que va a dar votos. Confío en los principios de coherencia, en este caso urbana, que siempre están por encima de las modas, por muy “ecologistas” que quieran parecer.
Muchísimas gracias Fernando! Coincidimos plenamente con tus palabras.
“Hace 17 años que cada vez que vuelvo a Madrid me alojo en un tercer piso con balcón de la Plaza Mayor. El día en que a las 9 horas de la mañana de un domingo me despertó la voz de Teresa Rabal que incitaba con su micrófono a los niños a buscar no sé qué tesoro, me di cuenta de que aquello no podía ocurrir en ninguna parte del mundo. Arrastré mi resaca hasta el balcón y ahí estaba la pobre señora, disfrazada de hortelana, sobre un escenario cutre a los pies de la fachada central. No había niños, no había turistas, no había nadie. Estaba sólo ella frente al resplandor cegador de los adoquines y al vacío sideral.
Si ese vacío lo ocupasen maceteros de plástico y mugrientas coníferas, sólo serviría para que los borrachos measen tranquilos, los turistas abandonasen sus basuras y los exhibicionistas escondiesen sus vergas tras los matorrales.
No hay que poner nada. En todo caso quitar. Quitar al caballo y a Felipe III, quitar a Mickey y a Superman, y meter en la cárcel al señor que se ha tragado un pito y no me deja dormir.
¡Viva el vacío! ¡Mueran los maceteros! ¡Y viva Teresa Rabal (si es que todavía sigue viva)!”
Kiko Herrero – escritor madrileño residente en París
Me parece súper interesante tu post. Hace poco estuve paseando por la Plaza Mayor tan llena de vida e historias que quedé impresionado. No conocía tantos detalles de la misma y he de agradecerte la información. Pude adentrarme en ella de la mano de Tour Gratis y conocer sus particularidades, es tremendo como una plaza puede albergar tantos resquicios. Enhorabuena! Saludos.
Gracias Juan!