Siempre es gratificante constatar que el trabajo deja frutos, si además esos frutos son en forma de jóvenes historiadores que emprenden una estela por la que antes hemos pasado, esa gratitud es mayor. Al hilo de nuestros artículos sobre mujeres artistas, hoy traemos uno firmado por una pluma invitada: Elena Godoy, una jovencísima estudiante del grado de Historia del Arte en la Universidad de Salamanca. Elena fue alumna de éste que escribe, por lo que particularmente me llena de orgullo poder presentar en forma de artículo del blog un texto suyo sobre esta cuestión tan interesante, esperando que éste sea el primero de una larga carrera de contribuciones a la Historia del Arte.
La historia del arte, como parte de la historia universal, ha borrado las figuras femeninas que en ella tendrían que aparecer. En este artículo se va a dar una idea de la pintura de una de estas pintoras olvidadas por la historia: Elin Danielson (1861-1919); quien tiene obras de estilo impresionista y realista, empleando ambos indistintivamente a lo largo de su vida artística, sin abandonar uno u otro. Es admirada por su gran tratamiento de la luz en exteriores e interiores, dándole a sus obras una atmósfera sorprendente.
Nació en 1861, en Norrmark, Finlandia. Su nombre completo de soltera era Elin Kleopatra Danielson. Esta mujer se hizo un hueco en el mundo artístico junto a la “generación de hermanas pintoras”. Este grupo surgió en el contexto de la revuelta del Gran Ducado Finlandés contra la “rusificación” del Zar Nicolás II de Rusia. Las producciones artísticas fueron importantes para mostrar el nacionalismo mediante paisajes, escenas de género, etc. Aprovechando esta situación de alzamiento artístico, las mujeres empezaron a recibir más clases de pintura y pudieron dedicarse profesionalmente al arte. Su unión y cronología similar es lo que hace que reciban ese nombre de “hermanas”. E. Danielson, junto a María Wiik (1853-1928) y Helene Schjerfbeck (1862-1946), son las más reconocidas nacional e internacionalmente del conjunto.
Danielson procede de una familia campesina de origen sueco. Con tan solo once años de vida, Elin pierde a su padre, quien se suicidó por la presión económica a la que estaban sometidos. Desde ese momento, su madre tuvo que hacerse cargo de ella y de su hermana pequeña, Rosa. En 1876, Elin entra en la Escuela de diseño de la Sociedad Finlandesa de las Artes de Helsinki. Dentro de ella estudió con conocidos autores como Hjalmar Munsterhjelm, célebre por sus numerosos paisajes. Posteriormente, en 1877, acude a la academia de Adolf von Becker. Aquí aprendió la técnica del óleo, empleándola para representar figuras y naturalezas muertas. Este autor estudió de la mano de Coubert, del que, indirectamente, Elin Danielson tiene una gran influencia en algunas de sus obras.
En 1880, a los diecinueve años, recibe su primera beca del Senado ruso para ir a París. Asiste a la Academia Colarossi, una aclamada escuela donde las mujeres son aceptadas y se les permite dibujar desnudos masculinos y femeninos. En esta primera estancia en París, va a recibir una influencia impresionista que le acompañará durante toda su carrera artística.
Cuatro años después, Elin Danielson viaja a Bretaña. Allí conoce a Jules Bastien-Lepage, pintor naturalista que le influirá en técnica y en temática. Éste, a su vez, fue denominado “nieto de Millet y Courbet” por el gran influjo que obtuvo de ambos. De la misma manera que con von Becker, Elin contrajo aquí la nueva influencia de Millet y la ya posiblemente obtenida de Coubert.
Posteriormente, vuelve a Finlandia para pasar una temporada en el archipiélago de Åland. Su estancia allí se debe a una invitación de Víctor Westerholm, pintor finlandés, a un grupo de pintores para practicar la pintura al aire libre y apoyarse mutuamente. Únicamente Elin y Westerholm decidieron quedarse todo el año, hasta 1887. En este momento, Danielson pintó su obra Tarde de verano en el archipiélago. Se aprecia su gran tratamiento de los paisajes, mostrando un mar que genera tranquilidad, al que se le suman las casetas de madera que, pese a estar en el mar, parecen no estremecerse ante él. La técnica y los colores, teniendo en cuenta el predominio del mar, dan una sensación de serenidad y acogimiento.
Tras volver a París con una beca estatal, Elin Danielson consigue la medalla de bronce en la Exposición de París en 1889, con un retrato de su amiga Hilma Westerholm, esposa de Víctor Westerholm. En este retrato se aprecia una característica muy propia de Elin, que es el hecho de representar al modelo en una situación muy íntima, cotidiana e inmediata. Concretamente, se aprecia en la manzana que tiene Hilma en su mano y el mantón caído sobre sus hombros, mostrando una escena íntima más que un retrato. Esto se acentúa con la postura de la modelo, quien al estar hacia delante parece estar entablando conversación con el espectador. El rostro de Westerholm transmite amabilidad y confianza, haciendo palpable la unión de amistad entre ella y la pintora. La obra es de estilo más realista, empleando una pincelada más definida sin llegar al dibujo. Su paleta continúa teniendo un carácter cálido, envolviendo al personaje en una atmósfera de calma y seguridad.
Durante 1896, en su visita a Italia tras conseguir otra beca, conoce al pintor Rafello Gambogi, con quien contrae matrimonio en 1898. La vida con Rafaello será gratificante y destructiva a partes iguales. A diferencia de muchas artistas mujeres, Elin continuó pintando tras desposarse y compartió sus pinturas con su marido, influyéndose mutuamente. Sin embargo, éste engañará a Elin con una amiga de ésta, iniciando una tensión matrimonial que durará hasta el final. Además, Rafaello contrajo una enfermedad que obligó a Elin a dejar los pinceles por un tiempo, frenando su producción, para encargarse de la parte financiera de la casa, organizando papeles y cuidando de su marido. Desde este momento, el matrimonio vivió en Italia, por su buena condición climatológica y por las posibilidades de trabajo.
De este lugar son característicos sus paisajes. En ellos se observa un contraste con los colores más apagados empleados en sus escenas de género. Es en estas obras donde se percibe el carácter impresionista de la pintora. Su pincelada es mucho más suelta y consigue plasmar una luz brillante en la que se puede apreciar el aire caliente del sur.
Mientras tanto, la pintora continúa realizando obras y exponiéndolas en diferentes lugares. En 1899, presentó su obra Verano en la Sociedad de Bellas Artes de Florencia, cuadro que fue comprado por el Rey Umberto I de Italia, y Noche de invierno fue aceptada en la Bienal de Venecia, siendo la primera finlandesa admitida en esta exposición.
Esta segunda obra vuelve a mostrar el carácter recogido ya visto en el retrato de Hilma. Aquí viene acompañado de una luz interna débil que ilumina los rostros masculinos parcialmente haciendo una contraposición entre luz y sombra. Este elemento, sumado a la distracción de los hombres, da a la obra la idea de espontaneidad e intimismo que caracteriza la obra de Elin Danielson. Aunque el cuadro no sea un retrato en sí, los personajes están muy caracterizados. La luz, la ausencia de objetos distractores y el fondo en tinieblas ayudan a que nos fijemos directamente en las figuras masculinas, sobretodo en el hombre iluminado. Además, esta obra es llamativa por el simple hecho de mostrar figuras masculinas, pues la obra de la pintora se centra en escenas cotidianas, personales y retratos protagonizados mayormente por mujeres. La obra más conocida de este estilo es Después del desayuno.
Finalmente, en la segunda década del siglo XX, Danielson expuso en diferentes partes de Italia: Milán, Florencia, Roma y Livorno. En 1914 participó por segunda vez en la Bienal de Venecia con su obra Retrato. Este es el último de los muchos autorretratos que la artista se hizo. Llama la atención uno realizado en 1900.
A diferencia de los otros autorretratos de la autora, este destaca por el hecho de que aparezca con la paleta en la mano, en acción de pintar. Pese al carácter realista de sus cuadros, Danielson parece modificar en cierta parte su rostro a la hora de retratarse. No puede decirse que se idealice, pero frente a las pocas fotografías encontradas de ella, parece retocar ciertos aspectos, haciéndose la forma de la cara más delgada y con más vida en su mirada. Todo ello ayuda a crear un rostro con carácter y personalidad.
A parte de los retratos, paisajes y escenas de género; Elin también realizó obras religiosas. No obstante esta temática religiosa es muy escasa en su obra por ser ella protestante.
En este caso, la iconografía podría corresponder con la oración en el huerto. Es interesante ver cómo se puede ver el gran realismo de Elin hasta en estas obras. La figura de Jesús tiene una actitud de tristeza y derrota; marcada con la espalda encorvada y una sensación de pesadez y estatismo. Esto contrasta con la actitud del ángel que le entrega un cáliz, cuya composición es más diagonal y dinámica. Danielson emplea la misma herramienta usada por Piero della Francesca en El sueño de Constantino, teniendo en cuenta que esto no es un sueño; donde el ángel es visto únicamente por el protagonista, mientras que los demás ignoran su presencia. Aunque en el texto bíblico Jesús sube a un monte de olivos, aquí se aprecian una serie de viñedos; temática que aprendió en Italia y que representaría un año después. Esta obra está en la parte norte de la iglesia de Kimito, situada en la isla del mismo nombre, en Finlandia.
Elin Danielson-Gambogi murió el 31 de diciembre de 1919 en Antignano, donde había pasado sus últimos años, a causa de una neumonía. Hoy en día se encuentra enterrada en Livorno, junto a su marido. Su tumba es una conmemoración a la pareja de artistas, realizada por Pulspanpain.
En 2011 se inauguró una escultura dedicada a la pintora en su pueblo natal, Norrmark.
Elena Godoy Fortea.
Muchas gracias Elena por compartir tu excelente exposición. Después de leerla estoy deseando acudir a las salas que me permitan disfrutar de la obra de esta gran pintora
Felicidades