Continuamos nuestra serie de mujeres pintoras (para ver más pincha aquí y aquí) hablando de una pintora italiana de la que desgraciadamente poco se sabe, su nombre Catherina Cherubini. Nacida en Roma hacia 1730, sabemos que contrajo matrimonio en 1750 con el pintor español Francisco Preciado de Vega, por entonces director de los pensionados de la Academia de España en Roma. Su formación artística se llevó a cabo al lado de su esposo, tal y como lo demuestran sus miniaturas, tan próximas al estilo de Preciado que en ocasiones resulta dificil distinguir la mano de uno y otra.
Sus obras se inscriben dentro del ambiente romano de mujeres pintoras a quienes parecía reservado el arte de la miniatura. Fueron muchas las mujeres pintoras del momento que se dedicaron al arte de la miniatura entre las más destacadas pueden contarse a Concordia Mengs y Maria Felice Tibaldi, hermanas de los famosos pintores Rafaél Mengs y Pellegrino Tibaldi; Clara Menéndez, hija del pintor Francisco Antonio Menéndez; o Clementina Preciado, hija de Francisco Preciado y Catherina Cherubini. La mayor parte de las obras que Catherina realizó durante su vida siguieron el gusto cortesano y burgués del momento, que apreciaba la reproducción en pequeño formato de obras maestras de los palacios e iglesias romanas y en especial de artistas como Guido Reni, Correggio, Domenichino o Albani. Su marido, Francisco Preciado de la Vega (Écija, 1713-Roma, 1789), expresaba en su tratado Arcadia Pictórica que de este tipo de cuadros “gusta su prolixidad y acierto en copiar q.e es a quanto puede estenderse una muger”.
La primera obra de Cherubini de la que tenemos noticia data de 1752. Se trata de “una copia de un San José original de Corrado” que fue enviada a Madrid por Preciado junto al lienzo de Santiago el Mayor que éste había pintado para la Embajada de España en Londres. Dos años más tarde firma su primera obra conservada, un pequeño cobre en el que representa a La Virgen con el Niño sobre las pajas (Murcia, Colección Particular. 21×16,5 cm) que repite el grupo central pintado por Carlo Maratta en la bóveda la iglesia romana de San Isidoro. Otra pintura con el mismo asunto, acaso la misma, fue enviada por Preciado en 1758 al Ministro Ricardo Wall junto a una “cabeza de Santa Catalina de miniatura”. Ambas obras fueron muy apreciadas en su momento según testimonió don Manuel de Roda, por entonces Agente de Preces en Roma.
En 1760 Catherina Querubini fue elegida académica de San Luca a instancias de su marido, quién en ese momento ostentaba el cargo de secretario de la corporación. En prueba de agradecimiento por este nombramiento la pintora entregó una Virgen con el Niño, obra que aún hoy se conserva (Roma, Accademia di San Luca, inv. 497) y que denota una vez más su proximidad con el estilo de Preciado. Ese mismo año envió a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando un lienzo con el tema de La Justicia y la Paz (Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 112×88 cm) copia de Ciro Ferri. El éxito de esta composición propició su designación como Académica de mérito en agosto de 1761. Su gusto no sólo por la pintura sino también por la literatura hizo que en 1766 también pasara a formar parte de la Academia Clementina de Bolonia y de la Academia de Literatura de los Arcades en Roma, bajo el seudónimo de Ersilla Ateneia.
La apreciación que Carlos III sentía por el arte de la miniatura, heredada de su madre Isabel de Farnesio, hizo posible que tras el envió de la artista de algunas pinturas, el monarca le concediera en 1774 una pensión anual de 3.000 reales a condición de que mandara cada año a la Corte una miniatura tomada de Rafael y Correggio o, en su defecto, “de los demás cuadros famosos que hay en esa Corte”. Puntualmente cada año Cherubini cumplió el acuerdo, que no cesó tras el fallecimiento del rey en 1788; de hecho ya en 1789 tenemos noticias de que remitió a los nuevos soberanos dos obras, según se desprende de una carta enviada por la artista a Floridablanca. A Carlos IV le mandó una copia de la Madonna de Guido Reni del Palazzo Cenci-Bolognetti y a la reina María Luisa de Parma una reproducción de la Fanciulla con colomba que Rosalba Carriera había pintado para la Accademia di San Luca. Ninguna de estas dos obras que fueron sumamente apreciadas por los reyes han sido localizadas por el momento. Sin embargo si se conservan dos preciosas miniaturas que representan a Santa Inés (ó/c, 24,5×18,5 cm, inv. 4699) y a Santa Catalina de Alejandría (colección particular). Ésta última bien pudiera ser una de las pinturas que, como hemos visto, Preciado de la Vega envió al Ministro de Estado Ricardo Wall en 1758 para intentar ganar el favor regio de su esposa. Otra copia de esta obra pero atribuida a Preciado de la Vega se conserva en la Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jordi (ó/l, 50×39 cm, inv. 182). Adquirida tras la muerte del pintor sevillano a su viuda, su cuidada factura, muy distinta a la que se observa en las miniaturas de Preciado, empieza a plantear dudas a los expertos que creen que podría tratarse de una obra de la miniaturista romana.
El 10 de julio de 1789 fallece Preciado de la Vega dejando a su esposa en una delicada situación económica, ya que tenía que hacerse cargo de sus tres hermanas solteras. Gracias a la intervención de Nicolás de Azara, Embajador de España en Roma, la pintora conseguirá aumentar su pensión de 25 a 30 escudos al mes para salir adelante. Por su parte la Academia de San Fernando aprobó en Junta Ordinaria que se le abonase a la viuda el sueldo del fallecido correspondiente al mes de julio. Catherina Cherubini continuó enviando cuadros a la Corte a través de la valija diplomática hasta al menos 1804. La artista falleció en Roma el 19 de mayo de 1811 y pese al elevado número de pinturas de las que tenemos constancia que realizó tan sólo un pequeño número han sido hasta ahora identificadas. Quizás sea hora de profundizar en esta fantástica pintora…