Continuamos con la serie de artículos que estamos dedicando al Monasterio de El Escorial y a su entorno. Sí hace una semanas os hablabamos de las Casas de Oficios y de Infantes (aquí), en esta ocasión vamos a hablaros de algunos otros edificios que forman parte también del entorno arquitectónico del Monasterio y que servian para para poder albergar todos los oficios y servicios necesarios, para la atención del rey y de su corte.
La Casa de la Compaña
La Compaña surgió para alojar diversos servicios del Monasterio, algunos de los cuales iban en principio a estar situados en el cuadrante noroccidental del gran edificio; pero la decisión en 1565 de crear el colegio y emplazarlo en esa área obligó a buscarles otro lugar. Por otra parte, según el padre Sigüenza, era la voluntad de Felipe II que de acuerdo con el mandato de Jehová a Moisés en la montaña no habitasen el templo del Señor más que hombres, quedando fuera los animales: “Quiso el fundador que todo cuanto dentro del cuadro principal se encierra, fuese muy aseado y limpio, para habitación de hombres; por esto fue menester hacer casas apartadas, donde estuviese aquello que es forzoso para el curso de nuestra peregrinación y destierro”.
Por ello, y como consolidación de los cobertizos provisionales que ocuparon las bestias empleadas para la construcción del Monasterio, surgió al otro lado de la lonja un conjunto de dependencias que albergaban los corrales y granjas de los Jerónimos, y además los talleres, la hospedería y otros servicios que propiamente no debían estar dentro del monasterio, sino “acompañarle”. La completísima descripción de la Compaña por el padre Sigüenza nos permite hacernos una idea exacta de las diferentes funciones que tenían las diversas dependencias del edificio:
“Lo principal de él es un claustro grande, de cuadrado 200 pies por lienzo, poco menos que el mayor del convento, aunque en el ancho de los tránsitos y en el alto hace mucha diferencia, y más en la forma de la arquitectura; las columnas son cuadradas, un zoco por basa y otro por chapitel; de ellas a l pared de adentro 11 pies de ancho; hace quince arcas por cada lado, porque son más bajos que los del convento. Encima de este orden rústico, se hace otro de solas ventanas cuadradas, sin otro adorno; y luego, sobre una faja, cargan los tejados, que también son de pizarra. Como están tan bien guardadas las medidas y puesto todo en buena proporción, aunque es llano, parece bien, tiene majestad, alegría y gracia; a cuantos entran en él les contenta por extremo. En cada lienzo tiene una escalera para facilitar el servio: hay muchas piezas en esta caja para diversos menesteres. En el paño de Oriente, que mira al convento, tiene celdas altas y bajas para todo género de huéspedes, y en particular para los religiosos que llegan aquí de todas las Ordenes mendigantes, que por ser tantos, y la hospedería el convento muy tasada, no es posible aposentarlos en ella a todos, y así se ordenó, porque no hubiese falta de hospedajes, se les señalasen estos aposentos. En el lienzo de Mediodía hay diversas cuadras para otros oficios, en el de Poniente otros, y en el del Norte están las trojes del trigo, y junto con ellas un molino de agua, que se encanala y recibe de la garganta que baja de la sierra, y muelen dos piedras, mucha cantidad de trigo en veinte y cuatro horas, y pegadas al mismo las hojes de la harina, y luego el horno donde se amasa y cuece, dentro todo de no mucho espacio, tan cumplido y acomodado, que es una de las cosas que se pueden estimar en este género; y parece no le faltaba otra a esta fábrica para tener cumplidos todos sus menesteres. Fuera de este claustro grande y de sus cumplimientos, hay otro gran pedazo de edificio, aunque en más baja forma, donde también hay patios, cobertizos y corrales, para bestias de labor y de servicio; carnicerías, herrerías, caballerizas y otras cien cosas forzosas en una casa grande y puesta en un desierto. Todo esto va caminando una línea derecha de Oriente a Poniente; de suerte que, desde la torre del Prior, corre por más de 2.000 pies de trecho el edificio por la fachada que mira al Mediodía; y todo con tan buena disposición y traza, que no se sube ni baja un pié de escalón”.
Así pues según la descripción del padre Sigüenza en el edificio se distinguían nueve patios: el principal, en torno al que se disponían las habitaciones para albergue de los visitantes así como de los frailes encargados de los talleres y animales; la crujía este se hallaba ocupada, en planta baja, por el refectorio y las habitaciones para visitantes, y en la alta, por una enfermería y talleres. En la sur estaba el refectorio para la comida de los pobres. Los otros ocho patios eran el de la herrería, dos para el matadero y la carnicería, dos para la leña y la madera, dos para las aves de corral y uno para los cerdos.
Este edificio, el cual no figura dentro del “Séptimo Diseño” de Juan de Herrera para el Escorial, es obra de Francisco de Mora tal y como observó el Padre Sigüenza: “En este tiempo -1592-, digo el año antes -1591-, se comenzó el edificio de la gran casa de la compaña, y también se debe al padre fray Miguel de Alaejos porque él insistió mucho a Su Majestad para que se hiziese y la dejó trazada. La traza es de Francisco de Mora”. En julio de 1590 se firmaron los contratos correspondientes para la construcción de los cimientos y muros de corrales y talleres. En enero de 1592 se firmaron los de la banda septentrional de la nueva Compaña, con el molino, graneros y hornos, para lo que fue necesario llevar a cabo excavaciones en la falda de la montaña. La banda de levante, frente al Monasterio, se comenzó en 1592, una vez que la del norte estuvo cubierta y las caballerizas pagadas, con sus departamentos forrados de hierro. En 1593 se pavimentó el patio principal, se instaló la carpintería y se encargó el mobiliario para el hospicio.
En el siglo XVIII la banda de levante de la Compaña se convirtió en una prolongación de la hospedería del Monasterio, con habitaciones para huéspedes de los dos pisos. Por otra parte, al piso superior de la banda de mediodía se le dio una función hospitalaria al servicio del colegio y de los pobres. En la planta baja había talleres de artesanos y un refectorio para criados y viajeros. La crujía de poniente contenía aposentos para los que servían en el Monasterio, y la del norte siguió dedicada al molino y la panadería. No tenemos ningún documento gráfico que muestra la distribución original de la Compaña, tal como la hemos descrito, antes del incendio que en 1744 devastó el edificio.
Tras el abandono de los monjes Jerónimos de San Lorenzo en 1837 el Sitio y la Casa de la Compaña entraron en decadencia. El abandono de las instalaciones propició que en 1892 se entregara la Casa de la Compaña a la orden de San Agustín, para que en ella establecieran el Real Colegio de Estudios Superiores de El Escorial, conocido hoy como la Real Centro Universitaria Escorial-María Cristina. Los únicos planos conservados en el Archivo de Palacio sobre la Compaña conciernen a la adecuación de sus locales para la Universidad María Cristina; aunque no tienen fecha, se deben seguramente al arquitecto Enrique Repullés Segarra.
Los Corredores del Sol o Galería de Convalecientes
Aunque dentro de las trazas iniciales de Juan Bautista de Toledo no entraba la posibilidad de construir edificios fuera del cuadro del Monasterio, las condiciones del terreno y el entorno mismo del edificio hicieron que se planteara construir un edificio a modo de pretil que impidiera desde la Lonja poder asomarse y ver a los monjes pasear por el jardín del Monasterio, lo que hubiera resultado indecente. Para salvar este enorme desnivel del terreno y acomodarse al entorno Juan Bautista se propuso, en septiembre de 1564, realizar unos corredores con una doble finalidad: la de galería de paseo para los frailes enfermos, con orientación idónea a este y sur, y la de separar el jardín monástico del exterior, conteniendo a la vez la tierra de la plaza o lonja y salvando el desnivel a poniente. Las obras de estos corredores fueron finalizadas en 1567.
La descripción de este edificio por José de Quevedo, para quién los corredores añadían grandeza y majestad a la fachada sur del monasterio, es la siguiente:
“La pared arranca desde la esquina de la botica, de modo que toda la galería queda fuera del cuadro de la fábrica, con la que se comunica por un balcón de hierro colocado sobre la cornisa… Forma dos cuerpos o galerías: la baja, al mismo piso de los jardines, es de orden dórica y mirando a Oriente tiene una portada compuesta de cuatro columnas, dos de cada lado, dejando en el medio un arco, y un nicho con asiento en cada intercolumnio… El segundo cuerpo es de orden jónico: mirando a Oriente se forma otra fachada como la de abajo, pero con pilastras resaltadas, y por todo lo demás de la galería a la parte esterior hay una linda balaustrada de piedra con antepechos de lo mismo… Termina todo esta fábrica con su arquitrabe, friso y cornisa con dentellones…”.
El edificio se ajusta al ancho inicialmente planteado para la plaza o lonja de Poniente, pero luego fue objeto de una transformación al ensancharse ésta y crearse el edificio de la botica. Así, conviene analizar por separado las fachadas interior y exterior. La fachada interior, la que da a los jardines, se mantiene con el mismo aspecto con que la concibió Toledo. Su depurado lenguaje formal hace que en su arquitectura pueda verse la inspiración en las obras del italiano Giulio da Sangallo. En cuanto a la fachada exterior, el quinto diseño de Perret nos indica que inicialmente el muro de los corredores a la lonja no sólo acababa donde éstos, sino que carecía de huecos incluso fingidos. La ampliación de la lonja dejó un espacio libre entre los corredores del sol y el nuevo muro de contención. En ese lugar fue dónde Francisco de Mora construyó la botica.
La botica
La botica es obra de Francisco de Mora, aunque su traza puede deberse a Juan de Herrera, ya que en el “Séptimo diseño” de éste para El Escorial ya aparece. Este edificio ocupa el espacio libre entre los corredores del sol y el muro de contención de la lonja. El edificio de la botica compatibilizaba de la mejor manera posible el disponer de salas competentes y el enlazar los ejes en quiebro ‑al fin y al cabo, íntimos‑ de los corredores con el del paso a la Compaña. Para igualar el exterior de los corredores del sol con el edificio de la Botica, Mora practicó ventanas fingidas en el muro ciego de los corredores, iguales a las verdaderas de la Botica. La botica se inició hacia 1585 y quedó finalizado al año siguiente. Se concibió como una dependencia hospitalaria externa, organizándose alrededor de un patio rectangular de tres pisos –dos plantas y un sótano- que se comunicaba con el edificio general a través de la Galería de Convalecientes.
De la botica el Padre Sigüenza hizo la siguiente apreciación: “Desde el convento se hace un tránsito por aquel corredor que dije; y de allí, a las espaldas de la parte que mira Oriente, se hace un claustrillo o patinejo que sirve a la botica, repartido en siete u ocho piezas, donde se ven extrañas maneras de destilatorios, nuevos modos de alambiques… desde este claustrillo de la botica, que por de fuera hace una hermosa fachada de orden jónico, que viene corriendo por el corredor alto, va a tránsito o pasadizo que llega hasta la casa que llamamos Compaña”.
Paso elevado de la Botica a la Casa de la Compaña
Diseñado también por Francisco de Mora, este paso que propiciaba el paso de los recintos monásticos a las estancias civiles, y se contrató a mediados del año 1585. Su sobria arquitectura jónica se ve animada por los siete arcos, en la planta baja, que dejan abierto el paso de la carretera que une San Lorenzo con otros pueblos de la comarca. El padre Sigüenza describió de así esta galería: “Tiene poco menos de 100 pies de largo, atravesando el camino ordinario para estos pueblos de la comarca, dejando abierta calle con siete arcos para las bestias y para la gente; todo de graciosa arquitectura, bien labrada, fuerte, y que responde a la nobleza del vecino; así se atan y comunican el convento y la Compaña”.