Esta no es la manera con la que nos hubiera gustado inaugurar el nuevo curso, pero la vida es así. El pasado sábado me comunicaron que, el viernes 29 de septiembre, había fallecido mi querido amigo Simon Altmann. A la gran mayoría de vosotros no os sonará para nada su nombre. Lo cierto es que Simon dedicó la mayor parte de su larga y sabia vida al estudio de las matemáticas y la física, temas sobre los que tiene inumerables publicaciones. Sin embargo, tras retirarse en 1991 y ser profesor Emerito del Bransenose Collegue de la Universidad de Oxford comenzó a dedicarse de forma más activa a la poesia y al estudio de las obras de arte que siempre le fascinaron, en concreto a su pasión por “Las Meninas” de Velázquez y por la iconografía de la “Anunciación de la Virgen”.

Diego Velázquez: Las Meninas. Museo Nacional del Prado, Madrid.

     Yo conocí a Simon en el año 2012, cuando tras perder a su esposa, tras 64 años de matrimonio, intentaba vaciar su casa y llenar su vida de nuevos temas. Un día me llamó por teléfono un hombre con una voz dulce de acento argentino y me informó que estaba investigando sobre Las Meninas y el reflejo en el espejo del cuadro. Me dijo que había estado leyendo sobre el tema y que había encontrado varias cosas mías sobre inventarios regios y que si le podía pasar las menciones en los inventarios sobre el cuadro. Yo le pasé toda la información que pude encontrar y a partir de entonces fue fraguándose una amistad entre nostros. Uno era capaz de escuchar sus sabias palabras sobre la vida, la religión y el arte durante horas y quedar sorprendido de sus agudas visiones y comentarios para un hombre cuya formación era matemática y no histórica o artística.

     Un día me propuso colaborar con él en un proyecto que tenía en mente desde hacía años, pero que con su edad no se veía capaz de terminar sin ayuda. Se trataba de intentar analizar y comprender la importancia de los gestos dentro de la iconografía de la Anunciación. Creamos una base de datos en la que incluimos más de 1200 obras y conseguimos hacernos una idea de la evolución artística y del significado de los movimientos en dicha iconografía. Eso dió como resultado diversos artículos, uno de ellos tuve la fortuna de firmarlo junto a él (aquí). Para la realización de ese trabajo me invitó en 2014 a pasar unos días en Oxford y allí no sólo conseguimos trazar la base de datos que queríamos crear, sino que también me enseñó la universidad, el Ashmolean y todos los rincones de una ciudad que me pareció maravillosa y llena de conocimiento.

Lorenzo Lotto, Anunciación, 1527. Recanati, Museo Civico Villa Colloredo Mels.

     A partir de ahí nos vimos siempre en Madrid. Le gustaba viajar y sobre todo venir a visitar el Museo del Prado e ir a ver a sus queridas Meninas. Me acompañó incluso en la presentación del libro del Inventario del Alcázar de Madrid de 1666 en 2016. Él sabía que era un momento importante para mí y no dudó en cogerse un avión y estar conmigo. Su sonrisa eterna, sus sabias y calmas palabras, su amor por el conocimiento y por el arte, y sobre todo su curiosidad infinita han sido un ejemplo para mí y es algo de él que siempre recordaré. De hecho, esa sabiduría era percibida por casi todo el mundo que trataba con él. Hay una entrevista que le realizaron no hace mucho con motivo de la feria del libro de Oxford en la que podreis comprobar su lección de vida (aquí).

     La última vez que hablamos me dijo que iba a intentar hacer un último viaje a Madrid para despedirse de su querido cuadro y darle un último adiós. Supongo que intuía que su extensa vida ya llegaba a su final. No pudo hacerlo, pero cuando yo pueda iré a despedirme de ellas por tí. Estoy segura que te echarán tanto en falta como yo…

 

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