En Aldeavieja, un pequeño pueblo de Ávila de unos 170 habitantes (300 contando todo el municipio de Santa María del Cubillo) y a apenas 90 km de Madrid, hay varias iglesias en las que trabajó el famoso pintor barroco Francisco Herrera el Mozo. En un documento de 1796 (Resp[ues]ta a el Interrogatorio q[u] hace el Geógrafo de S. M. a el cura párroco del lugar de Aldeavieja) se citan, de manera muy concreta y concisa, los lugares en que trabajó, además de mencionarse otros pueblos de la zona que actualmente siguen existiendo, como Blascoeles (que junto con Aldeavieja forma el municipio de Santa María del Cubillo desde 1975), Ojos Albos o Navas de San Antonio.
En el segundo punto del documento se dice que: “(el pueblo de Aldeavieja) tiene una Yglesia Parroq[uia]l con la advocacion de Sn. Sebastian Patron del Pueblo: en d[ic]ha Yg[lesi]a hay una Capilla magnifica Dedicada al Patriarcha Sn. Joseph (…) fundacion del Sr. Luis Garcia Cerezedo y Ana de Rueda su Muger p[o]r los Años de 1610. (…) Extramuros del Pueblo hay dos celebres santuarios; eluno a distancia de 400 pasos p[o]r el N[orte] y Oriente Nombrado Sn. Cristoval, Parroquia q[u]e fue antiguam[en]te del mismo pueblo; alli se venera la efigie devotisima de Christo crucificado con el titulo de la Serenidad; Otro a distancia de media legua por el oriente, donde se venera la milagrosa y aparecida Imgen de N[ues[tra S[eño]ra del Cubillo en una Magestuosa Hermita toda de piedra Berroqueña labrada a esquadra con una nave muy capaz, su crucero y media Naranja, capilla Mayor, muchos altares, camarín y sacristia todo Magestuoso y ricam[en]te adornado”((Biblioteca Nacional (BNE), MSS/23296/2.)).
Francisco Herrera el Mozo era hijo de otro Francisco Herrera, llamado el Viejo, con el que comenzó su formación. Posiblemente viajó a Italia para seguir aprendiendo, tras lo cual volvió a Madrid en 1647 y en 1655 marchó a Sevilla. Tras cinco años, regresó a Madrid, donde se quedaría, tan sólo con alguna interrupción, hasta su muerte. Después de trabajar algunos años para la corte, fue nombrado pintor de Carlos II en 1672 y llegando a ser, en 1677, Maestro Mayor de las Obras Reales y director de la recién creada Academia de las Artes en Roma, en 1680. Murió en 1685 a la edad de 63 años.
Francisco Herrera el Mozo trabajó bastante con el arquitecto Sebastián de Benavente, que le ayudó a ampliar su negocio y sus clientes. Sebastián de Benavente fue un arquitecto especializado en el diseño de retablos. En Aldeavieja, trazó tres retablos: el del Rosario y el de San José, ambos en la iglesia de San Sebastián; y el de la Ermita del Cubillo. Sin embargo, es muy probable que nunca viajara hasta allí((Cruz Yabar, J. M.: El arquitecto Sebastián de Benavente (1619-1689) y el retablo cortesano de su época. Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, p. 51.)).
Iglesia de San Sebastián.
Luis García de Cerecedo – “acomodado propietario, (…) un burgués enriquecido en el comercio de caballerías”((Pérez Sánchez, A.: Carreño, Rizi, Herrera y la pintura madrileña de su tiempo (1650-1700). Museo del Prado, 1986, pp. 270 y 272.)) – y su mujer encargaron a Francisco Herrera el Mozo y Sebastián de Benavente la construcción y posterior decoración de una capilla dedicada a San José en la cabecera de la iglesia de San Sebastián, en la plaza del pueblo de Aldeavieja. Benavente también participaría después en la realización del órgano y del retablo del Rosario (ya de 1670). En 1653 se pide el permiso de obras, y apenas un año después está terminada. En 1660, se comienza la construcción del retablo, y dos años más tarde, el 20 de abril de 1662, se contrató a Alonso González para dorarlo((García Baeza, A.: La polifacética figura de Francisco de Herrera Inestrosa, el Mozo. Universidad de Sevilla, p. 140; y Agulló, M.: “El convento de San Diego de Alcalá”, Cuadernos de arte e iconografía, n. 3 (2003), p 30.)). González cobró 4500 reales, y decía incluir “toda la talla de cogollos y tarxetas y capiteles y festones y las dos figuras que iban en el remate”((Agulló y Cobo, M.: cit., p. 30)). Luis García de Cerecedo viajaba mucho a Madrid, de hecho, se movía en círculos muy cercanos a la corte, por lo que conocía bien sus gustos y a los artistas que trabajaban en ese entorno. Como hombre interesado en las artes, no dudó en recurrir a algunos de ellos para proveer a la capilla familiar de la importancia que merecía.
El retablo de la capilla, que se sitúa sobre un zócalo de granito, se estructura en un banco de cuatro paneles, un cuerpo principal de tres calles con una gran pintura central y un ático semicircular, también de tres calles. Francisco Herrera el Mozo realizó seguro dos de las siete pinturas de este retablo: el Sueño de San José (que comenzó en 1662 y protagonista principal del retablo), y la Última cena, que se guarda en la custodia. Esta obra destaca por su pequeño tamaño, pero también por el ambiente que se crea dentro de ella, intimista, oscuro, donde es la figura de Jesús la que ilumina la escena.
La Asunción, de momento, no tiene una autoría del todo confirmada. Algunos autores dan por hecho que es de Herrera y otros que es de Francisco Camilo, autor del resto de pinturas((Alfonso Pérez Sánchez (Carreño, Rizi, Herrera y la pintura madrileña de su tiempo (1650-1700), 1986, p. 272) y Amalia Descalzo Lorenzo (Aldeavieja y su santuario de la Virgen del Cubillo, 1988, p. 89 y ss.) afirman que es de Francisco Camilo; y Juan Maria Cruz Yabar (El arquitecto Sebastián de Benavente (1619-1689) y el retablo cortesano de su época, 2013, p. 87, nota 389) que es de Herrera el Mozo. En cualquier caso, es una obra de una altísima calidad artística que no debemos obviar.)). En el banco, de izquierda a derecha podemos ver, empezando por el lateral, una pintura representando a San Francisco, la Adoracion de los Magos, la ya mencionada Última cena, la Transverberación de Santa Teresa y, en el lateral derecho, San Antonio de Padua. Para terminar la decoración pictórica, la pequeña puerta de la custodia está decorada con una imagen de Cristo portando la cruz.
Todas las pinturas del retablo están, desafortunadamente, en muy mal estado de conservación, y con una más que evidente capa de suciedad que impide apreciar la riqueza y viveza de color tan propia de Herrera.
Algo muy curioso de este retablo es lo que dejó escrito en su testamento García de Cerecedo sobre lo que se tenía que hacer en esta capilla, una vez él hubiera muerto: “Mando que de mis bienes se saquen 30mil reales de vellon, que rinde 1500 reales para que con dicha cantidad el dicho mi Patrono compre, y ponga el azeyte necessario para la Lampara de dicha mi Capilla del Señor San Joseph, para que arda de día y de noche, y quatro velas de cera blanca para todos los dias”((Por el testamento, vaxo de cuya disposicion murio el Sr. Luis Garcia de Zerezedo (de gloriosa memoria) Vecino que fue del lugar de Aldeavieja, Jurisdicion de la Ciudad de Segovia, entre otras clausulas se hallan las siguientes, 1731-32, folio 1.)). Al final, la propaganda acaba surgiendo siempre, y los donantes son una buena muestra de ello. En este caso, Luis García de Cerecedo quería una vela siempre encendida en su capilla por lo que eso significaba, una llama siempre encendida, una llama que no se apaga y sigue viva aunque él ya no esté. En resumen: el deseo de perdurar en el tiempo. De hecho, en 1666, y también para esta capilla, le encargó, de nuevo a Francisco Herrera, un retrato suyo. Al pie se lee la inscripción “Luis Garcia de Zereçedo, fundador de esta capilla y de las Capellanias de ellas y limosnas a pobres y cassamientos de guerfanas. Año de 1666”. Este retrato se vendió, y ahora está en una colección particular madrileña.
Ermita de Nuestra Señora del Cubillo.
Los encargos de Luis García de Cerecedo no terminaron en la iglesia de San Sebastián, ya que unos años más tarde, en 1666, se empezó a trabajar en el retablo de la Ermita del Cubillo. Según cuenta la leyenda, en el s. XIV la Virgen se apareció en uno de los cubos de ordeño de un pastor que había llevado allí a su rebaño: “Nuestra Señora como metida en él y que no se le parezía sino desde la cintura y hablaba con él y le dezia que dixesse a los del pueblo hiziessen allí un santo templo a honor de la Virgen Santa María”((Velasco, Honorio M: “La apropiación de los símbolos sagrados. Historias y leyendas de imágenes y santuarios (siglos XV-XVIII)”, Revista de Antropología Social, n. 5 (1996), p. 83.)). Y es por eso que la ermita se construyó nada menos que a 4 km del pueblo.
Aunque hay hasta cuatro versiones de la historia, esta es la que aparece en la primera de todas, impresa en 1612 bajo el título Historia del origen, antigüedad y fundación del lugar de Aldeavieja y de los milagros de Ntra. Sra. del Cubillo y de San Cristóbal, sus patronos, de Francisco García((Las siguientes versiones son de 1726 (protocolo notarial de Pedro José Cano Gutiérrez, regidor eclesiástico de Ávila), 1880 (contada en verso, de Manuel Jorge Herrero) y 1987 (basada en un novenario). Velasco, Honorio M.: op. cit., pp. 83-84.)).
Esta ermita, además, fue declarada Bien de Interés Cultural en 1982((BOE del 24 de marzo de 1982: BOE.es – BOE-A-1982-7020 Real Decreto 591/1982, de 15 de enero, por el que se declara monumento histórico-artístico, de carácter nacional, la ermita de Nuestra Señora del Cubillo, en Aldeavieja (Avila).)). Aunque desgraciadamente ha sufrido innumerables robos a lo largo de los años, las pinturas en las que trabajó Francisco Herrera se conservan en su retablo original.
Este retablo fue realizado a petición de María Antonia de Herrera, la esposa de Cerecedo, que había dejado escrito en su testamento de 1659 el deseo (y tarea) de construirlo. Aunque no se empezó hasta mucho más tarde, una vez comenzado, el trabajo cogió buen ritmo. Más sencillo que el de San José, el retablo del Cubillo fue dorado por Pedro Pablo del Hoyo, ya que a petición (también testamentaria) del propio Luis García de Cerecedo, debía ser él quien dorara tanto este como el del Rosario (en la iglesia de San Sebastián).
En cuanto a las pinturas realizadas por Francisco Herrera, en el centro iría colocada la imagen de la santa, que se quitó cuando se hizo el nuevo retablo del s. XVIII, y se colocó una imagen de la que parece ser Santa Rosa de Lima, a juzgar por su hábito de dominica y los símbolos que la rodean. Justo encima de la pintura una inscripción que hace referencia a esta obra: “Este adorno se donó a devocion de Santiago Andres Garcia i de Angela Burguillo. Año de 1789”. Es importante destacar aquí los dos lienzos laterales, que representan a los santos Luis de Francia y Antonio de Padua, en referencia a Luis García de Cerecedo y su mujer María Antonia de Herrera, quienes encargaron el retablo (y lo pagaron). La decoración pictórica del retablo se completa con la Anunciación, en la zona superior (y en muy mal estado), la Huida a Egipto en la predela y dos escenas menores (una aparición mariana y una escena de barcos) en las esquinas inferiores, que ya no son obra de Francisco Herrera.
San Luis de Francia, San Antonio de Padua y la Huida a Egipto formaron parte de la exposición del Museo del Prado Carreño, Rizi, Herrera y la pintura madrileña de su tiempo (1650-1700), que tuvo lugar entre enero y marzo de 1986((Números de catálogo 103, 104 y 105. Carreño, Rizi, Herrera y la pintura madrileña de su tiempo: 1650-1700 – Museo Nacional del Prado (museodelprado.es))). Los lienzos se restauraron y se expusieron junto a otras obras del pintor, aunque no en su contexto original, ya que éste es el retablo que aún se conserva en la ermita del Cubillo.
El retablo actual del altar mayor de la ermita se termino de construir en 1734 y de dorar en 1759. Y es, en pocas palabras, majestuosamente barroco: toda la decoración es riquísima, llena de motivos vegetales, incluidas las columnas salomónicas. Dividido en tres calles y con ático semicircular, en el centro alberga la imagen de la Virgen del Cubillo, que cobra todo el protagonismo. A los lados, representaciones pictóricas de San Jerónimo Penitente y la Transverberación de Santa Teresa, que ya vimos en la capilla de San José. Detrás, el camarín no es menos impresionante.
Desafortunadamente, tanto los retablos de la capilla de San José y de la ermita del Cubillo como las pinturas que decoran los mismos están en muy mal estado. Es una pena ya que, si estuvieran en buenas condiciones, podría ser una oportunidad para admirar obras originales de artistas tan importantes del Barroco como fueron Francisco Herrera el Mozo y Sebastián Benavente. Tener estas obras tan deterioradas en un lugar tan cercano a otras ciudades como Ávila, Segovia o Madrid es una oportunidad perdida de dar a conocer el patrimonio (no olvidemos que la Ermita del Cubillo es Bien de Interés Cultural) y revitalizar así el turismo cultural de la zona.