«Me llevaron por la gran calle que aquí llaman el Gran Canal: es muy ancho, y por él pasan las galeras. Vi, cerca de las casas, naves de cuatrocientas toneladas o más. Es la calle más bella que pueda haber en todo el mundo, la de mejores fábricas, y atraviesa esta ciudad. Las casas son muy grandes y altas, y de buena piedra. Las antiguas están todas pintadas; las demás tienen cien años, y todas tienen la fachada de mármol blanco, que les viene de Istria, que está a cien millas de aquí; y muchas tienen también en la fachada, grandes piezas de pórfido y de serpentino. En su mayoría tienen por dentro dos estancias, con techos dorados y ricas chimeneas labradas de mármol, las armaduras de las camas de oro, y las mamparas contra el viento pintadas y doradas, y todo el interior muy bien amueblado. Es la ciudad más triunfante que jamás he visto».
Philippe des Commynes Les mémoires de messire Philippe de Cómines, Chevalier, Seigneur d’Argenton: sur les principaux faits, & gestes de Louis onzième & Charles Hitième, son fils, Roys de France. París, 1552. [citado por la traducción publicada en Fernando Checa “Pintura veneciana del siglo XVI. De la Creación de la belleza a la destrucción de la pintura” en El Renacimiento en Venecia (catálogo exposición), Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid, 2017, p. 19]
La mítica ciudad de Venecia, fundada en el siglo V, gozaba de una posición privilegiada, su localización en la laguna la hacía difícil de conquistar y su proximidad al mar le confería ventaja a la hora de controlar las rutas del mar Adriático. Vinculada al Imperio Bizantino, tras la cuarta cruzada en 1204, se apropió de territorios y rutas comerciales que unían, vía Venecia, los productos de oriente con el resto de Europa, lo que hizo de la República veneciana un próspero Estado. Seguramente fue el primer Estado que entendió que el mecenazgo artístico era una fantástica vía de trasmisión del papel comercial de Venecia. Así en la escuela veneciana del Renacimiento, cobró un papel especial la representación de los lujos de oriente, esos productos que podían llegar al resto de Europa por el comercio veneciano. Pero al igual que el comercio y el mar le proporcionan riquezas, también fueron la vía para la llegada desde el siglo XIV, de las temidas oleadas de peste negra.
Existe una relación directa en la creación en la ciudad de Venecia de asociaciones de asistencia a fieles, como son las Scuolas, y la epidemia de peste y su erradicación milagrosa durante el concilio de Constanza en 1414, en el que se supuso la intercesión de san Roque, el santo de Montpelier. Así se creó una en la iglesia de San Julián, en 1415, e inmediatamente después otra asociada al convento de Santa María Gloriosa dei Frari. El 30 de noviembre de 1478 se reconocía oficialmente por el gobierno de la República Veneciana, a través de su Consejo de los Diez, la existencia de una Scuola disciplinaria de san Roque dentro de la Iglesia de san Julián. El patriarca Maffeo Girardi inició a su vez la construcción de una capilla dedicada a este mismo santo en dei Frari. El 15 de octubre del año siguiente, tras un acuerdo con los frailes menores del convento, se obtuvo los terrenos para la construcción de una iglesia y Scuola, así como una casa y un cementerio para los miembros de la cofradía. El 31 de agosto de 1481 el Consejo de los Diez unían mediante un decreto las dos instituciones dedicadas a san Roque.
En 1484 Venecia volvió a sufrir una nueva epidemia de peste espantosa que provocó el inicio de peregrinaciones a Voghera, ciudad donde supuestamente se custodiaba el cuerpo de san Roque. Los miembros de la cofradía veneciana ofrecieron una suculenta recompensa para obtener la preciada reliquia y llevarla a la ciudad de los canales. El 13 de mayo de 1485, el patriarca Maffeo Girardi anunciaba al Consejo de los Diez la autentificación y traslación a la ciudad del cuerpo de san Roque, lo que motivó la construcción de un nuevo edificio para albergar todo el conjunto de la Scuola, así como su cambio de ubicación.
Pero volvamos a san Roque, según la tradición este personaje nació en la ciudad francesa de Montpelier a mediados del siglo XIV. Miembro de una familia noble prontó quedó huérfano. Decidió dedicar su vida a la peregrinación y donar sus riquezas a instituciones hospitalarias y necesitados. Peregrinando a Roma se encontró con una epidemia de peste en Acquapendente, en el Lazio, donde interrumpió la peregrinación para asistir a los enfermos de la ciudad, de tal forma que fue desplazándose a las ciudades donde tenía noticias de que la plaga estaba más activa, primero Cesen, luego Rímini, hasta llegar finalmente a Roma. Tras una estancia de varios años en Roma, decidió retornar a Francia, pero al llegar a la Piacenza sintió los síntomas de la enfermedad, un ángel se le apareció para anunciarle su hora y decidió retirarse al bosque a morir para no contagiar a nadie. Allí sobrevivió gracias a un perro que lo visitaba todos los días con una hogaza de pan y le lamía las heridas. Finalmente fue descubierto en el bosque por el dueño del animal, Gottardo Pallastrelli, que decidió cuidarle. El ángel volvió a aparecer y sanó definitivamente a Roque. Restablecido y de vuelta hacia Francia, fue apresado en Voghera, ciudad de la Lombardía, acusado de espía. Murió encarcelado en esa ciudad donde fue enterrado.
La hagiografía de este santo y su protección frente a las epidemias hicieron que su veneración y culto en Venecia fuese tan importante, así como que la Scuola de San Rocco pasase a ser una de las más importantes de la ciudad, de tal manera que comisionó a los mejore artífices para su construcción y decoración, en este proceso es muy interesante el papel de Tintoretto.
Jacopo Comín, conocido como Robusti y también como Tintotetto, es uno de los mejores representantes del manierismo pictórico en Venecia. Buscando tener el mismo éxito del pintor más influyente de la Serenísima República, es decir, de Tiziano, Tintoretto intentará satisfacer la demanda de pinturas en la ciudad de los canales, sobre todo los conjuntos decorativos de las instituciones religiosas. En este contexto y tras el éxito que había tenido con la Scuola de San Marco, se presentó al concurso para las decoraciones de la de San Rocco. En 1564, la cofradía invitó a los mejores pintores de la ciudad a un concurso o competición para obtener el encargo de la decoración del techo de la sala de juntas (albergo). Tintoretto ganó el concurso no con un modelo sino con una pintura acabada, que hizo colocar en su sitio para ser descubierta el día de la votación, de tal manera que mediante el hecho consumado, los jueces seguramente accedieran a que éste siguiera con el encargo como así ocurrió. Esa pintura era La glorificación de San Roque, donde utilizó como recurso la riqueza del color: azul ultramar y rojo carmesí.
Al año siguiente pintó para la misma estancia su famosa Crucifixión, un lienzo de más de doce metros de ancho por cinco de alto, que fue una proeza para la época y tan famoso que hasta Velázquez lo copió cuando visitó Venecia en su primer viaje a Italia:
«El los días, que aquí estuvo, dibujó mucho, y particularmente del cuadro de Tintoretto, de la Crucifixión de Cristo Nuestro Señor, copioso de figuras, con invención admirable, que anda en estampa».
Palomino, Vidas (Ed. de Nina Ayala Mallory). Madrid. Alianza Editorial. (1986) p. 164.
En 1575 se iniciaba otra terrible epidemia de peste y Tintoretto estaba entonces comenzando las pinturas de temática del Antiguo Testamento que iban a ir en los techos de la sala del albergo. Jacopo decidió continuar con la decoración de este espacio él mismo, sin recurrir al taller como estaba haciendo en los encargos que había recibido para el Palacio Ducal, ya que para él, estas pinturas eran como un exvoto, una promesa por la salvación de la ciudad de la epidemia. Renunció a su sueldo declarando: «deseo de ver esta scuola terminada y decorada con pinturas donde sea necesario» para poder crear «un refugio místico, un lugar para las esperanzas de un gran alma».
Mientras Tintoretto se enfrentaba a las pinturas del albergo de San Rocco en el momento de máxima mortalidad por la epidemia, el gran pintor veneciano, el maestro de la escuela, Tiziano Vecellio di Gregorio, fallecía enfermo de peste el 27 de agosto de 1576, bien es cierto que a la avanzada edad de noventa y muchos años (no está claro su fecha de nacimiento que suele situarse entorno a 1490). Ya al final de su vida no era capaz de sostener los pinceles y pintaba, según sus ayudantes del taller, con los propios dedos. Su última obra, la que se eligió para su tumba, es la Piedad que hoy guarda la Galería de la Academia. El Senado veneciano derogó momentáneamente la medida que obligaba a incinerar cadáveres durante la epidemia, para poder enterrarlo. Se le hicieron funerales en San Marcos y su cuerpo fue depositado en la capilla de la Crucifixión de la iglesia de Santa María Gloriosa dei Frari, para la que el mismo pintor había ejecutado en 1518 su espectacular Asunción de la Virgen que todavía hoy preside la palla de dicha iglesia.
A causa de este pico en la mortalidad, en septiembre de ese mismo año de 1576, el Senado de la ciudad decidió invocar un voto público por la salvación de ésta y ofrecer la construcción de un templo al Redentor si la epidemia disminuía. El encargo se hizo al arquitecto Andrea Palladio y se inició la construcción en 1577, terminándose las obras en 1592. Se eligió como ubicación la isla de la Giudeca, el barrio judío de la ciudad.
En este templo Palladio dará una de las soluciones más interesantes para dotar a una fachada de templo cristiano del lenguaje de la arquitectura clásica. Su composición se basa en la superposición de dos fachadas de templo clásico, basada en un pórtico tetrástilo con semi columnas y pilastras de orden compuesto, que se sobrepone a un pórtico hexástilo de pilastras corintias. Esta solución salvaba el problema de la fachada basilical y abrió la solución a disociar la fachada del interior del templo, recurso que será empleado y llevado a su máximo esplendor en el barroco.
Desde su construcción se va a celebrar todos los años la “Fiesta del Redentor” cada tercer domingo de julio, conmemorando el fin de la epidemia, con la construcción de un puente artificial de barcas que une la isla de Venecia con la fachada del Redentor salvando el canal de la Giudeca.
Siempre el ser humano ha sabido hacer de la necesidad virtud, el Arte y la Cultura ayudan a alimentar el espíritu en tiempos aciagos. Esperamos que todos sobrellevéis lo mejor posible este estado excepcional y que pronto podamos decir que, al igual que en el pasado, hemos salido con bien. Mucha salud para todos.
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