El 16 de septiembre de 1897 fallecía en Valencia, Elena Carabia de Foyos y Espert. La prematura muerte de la joven, que tan sólo contaba con 17 años de edad, fue un duro golpe para su familia que, sin poder olvidarla ni soportar el duelo por su única hija, a los seis meses de su fallecimiento realizaron una nueva misa por el alma de la joven.

     Pero, os estaréis preguntando, ¿quién fue Elena Carabia? Pues Elena era hija de una familia acomodada formada por el abogado D. Vicente Carabia de Foyos y Vidal y la dama de la alta sociedad valenciana Dña. Isaura Espert. Elena falleció de una “fiebre tifoidea cerebral” y en su lecho de muerte fue colocada sobre una tela azul, vestida con un traje de raso blanco y rodeada de flores, tal y como describe la crónica que apareció en el diario El Mercantil Valenciano el 17 de septiembre de 1897.

José Mongrell, Elena Carabia en su lecho de muerte, 1897. Valencia, Museo de Bellas Artes de Valencia.

Según ese mismo texto, Elena era:

“la niña mimada de la buena sociedad: su posición, su belleza, su elegancia, sus naturales encantos, la delicadez de sus sentimientos y la ternura de su ingenio, la hacían elemento indispensable y astro de primera magnitud en los salones, en las fiestas del sport y en todas partes donde se congrega lo más exquisito de la sociedad valenciana. Y la que en los salones brillaba era en el hogar una criatura de excelentes virtudes amante del trabajo, que compartía el tiempo entre sus aficiones artísticas, las labores mas delicadas y propias de su sexo, los más vulgares quehaceres domésticos y el cuidado de sus padres”.

     Como vemos, en el texto se destacaba la afición artística de Elena Carabia y de ella tenemos muestra en dos lienzos que se conservan en el Museo de Bellas Artes de Valencia. Si antes del siglo XVIII prácticamente las mujeres tenían vetado el acceso a la educación artística, a no ser que sus progenitores fueran el artista principal de un taller (ver aquí), lo cierto es que a partir de ese momento, la proliferación de las Academias permitió la entrada de algunas damas que ejercían, en la mayor parte de los casos, el arte como afición. Estas pintaron y dibujaron entre los mejores artista masculinos, pero no se les permitió acudir ni a las clases de dibujo al natural ni realmente ejercer profesionalmente en el arte. Tan sólo algunas consiguieron romper con esa barrera, como es el caso de Marie-Louis Vigée-Lebrun, Rosa Bonheur o Berthe Morisot, logrando esquivar la rígida sociedad patriarcal. Fueron artistas de pleno derecho y reconocidas y no sólo “Invitadas” (ver aquí) en los Salones y Exposiciones Nacionales.

     No sabemos si Elena Carabia habría seguido una carrera artística. La joven, como otras muchas de buena familia, adquirió su cultura pictórica como parte de su refinada educación. No obstante, en Paisaje y Un banco en el parque, las dos únicas obras autógrafas de ella que han llegado hasta nosotros, se observa una gran calidad técnica que anticipaba un futuro realmente prometedor.

     ¿Y de quién debió recibir Elena Carabia su formación artística? Pues hay constancia del aprecio que la familia tenía por el trabajo de José Mongrell (1870-1937), pintor valenciano formado con Ignacio Pinazo. Mongrell, antes de desplazarse a Madrid en 1899 para integrarse en el estudio madrileño de Joaquín Sorolla, tenía fama de retratista, gracias a su calidad técnica y a la gran fidelidad con la que conseguía plasmar a los personajes en sus lienzos. Sabemos que el artista al menos realizó cinco obras para la familia Carabia entre los años 1891 y 1897. Entre ellas estaría el retrato que hemos visto de Elena el día de su fallecimiento, lo que fue con total seguridad un encargo de los dolidos padres, y otro en el que el artista retrataba a Elena luciendo una sombrilla de estilo japonés a los 15 años de edad. Además de retratista de la familia, José Mongrell pudo guiar a Elena Carabia en su formación artística. La pincelada larga y fluida que se observa en las dos obras de la joven, el interés por la captación de la luz y la espontaneidad de la temática, nos hablan de que su formación parece que estuvo más en manos de algún maestro que le inculcó la contemplación directa de lo que le rodeaba más que los principios académicos. Esa pincelada es la que ya se dejaba ver en el retrato de la joven realizado por Mongrell. Una pincelada que a su vez bebe de la descompuesta de Ignacio Pinazo, maestro de Mongrell, y quien en algunas de sus obras siguió los principios de los macchiaioli, quienes suponían una renovación antiacadémica de la pintura italiana. Estos afirmaban que la imagen de la realidad era un contraste de manchas de colores y de claroscuros, creando así impresiones espontáneas e inmediatas. Parece probable a la vista de las obras de Elena, y de su uso de una pincelada suelta y deshecha, que esta fuera formada bien por Mongrell o por su maestro. Esa asunción de una pintura moderna y libre en una joven de tan sólo diecisiete años no sabemos a dónde podría haberla llevado. Pero, dada la maestría que demuestra en esas dos únicas obras conservadas, parece que habría tenido un futuro artístico brillante de haber querido continuar con el arte de los pinceles.

Elena Carabia, Detalle de la pincelada en su obra “Paisaje”, 1897. Valencia, Museo de Bellas Artes de Valencia.

Para saber más sobre Elena Carabia y su presencia en el Museo de Bellas Artes de Valencia os recomendamos este video:

 

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