El Palacio de Godoy contiguo al Colegio de doña María de Aragón y ahora al Senado, sede del Ministerio de Marina de 1826 a 1928 y en la actualidad Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, conserva diversas pinturas murales del tiempo de Goya que tienen especial interés. Igual categoría puede otorgarse a las que desde allí se trasladaron al nuevo Ministerio de Marina en la calle de Montalbán, actual Cuartel General de la Armada, y a otras que, en número incierto, se perdieron con la demolición en 1931 de la parte del edificio de Sabatini más próxima a la calle de Bailén, para ensanchar esa vía en su confluencia con la plaza de España, como se ve en las imágenes.

Antiguo Ministerio de Marina (Palacio de Godoy) desde la calle de Bailén, en Madrid, hacia 1930, marcada la parte derruida. Fuentes: memoriademadrid.es y elpais.com

            Diversos autores han identificado algunas de esas pinturas con los frescos que el conde de Floridablanca encargó en 1787, de Real orden, a los pintores José del Castillo y Gregorio Ferro en lo que entonces era Palacio de los Secretarios de Estado. Sin embargo, en el libro póstumo del profesor José Luis Morales y Marín sobre Gregorio Ferro (1999, p. 146) ya fueron descartadas esas atribuciones al haber documentado dos años antes que esos frescos fueron picados por orden de Manuel Godoy, «por las varias formas que dio a aquella casa el tiempo que la ocupó». El mismo autor planteaba como alternativa la intervención de los pintores adornistas de Carlos IV, «seguramente Yappeli y Duque Cornejo [sic]».

            El nombre del pintor toledano Juan de la Mata Duque (hacia 1750-1821), que no del escultor sevillano Duque Cornejo, asoma de nuevo como hipótesis atributiva en el libro de Selina Blasco Castiñeyra, El Palacio de Godoy (2005), en relación con el friso y sobrepuertas de grifos y esfinges del despacho de Godoy y los adornos del llamado «salón de los encajes» (pp. 111, 116 y 123), aunque se mantiene la atribución de algunas de esas pinturas murales a José del Castillo, cuando ya debería de estar claro que sus frescos y los de Ferro, de los que se han localizado y publicado varios bocetos, se perdieron y representaban en realidad hechos señalados del reinado de Carlos III (aquí).

            Para los trabajos decorativos ordenados por Godoy en ese edificio contamos con las valiosas investigaciones de Isadora Rose-de Viejo, que publicó además un artículo examinando la segunda visita a ese palacio del grabador de medallas Pedro González de Sepúlveda, de doce a una del mediodía del martes 28 de abril de 1807 (AEA, 1987). Anotaba en su diario este académico de San Fernando las similitudes que advertía en el mobiliario y adornos con los que el rey tenía en la Real Casa del Labrador, «pero los techos son pintados de Goya y un discípulo suyo»; ya veremos que también en eso se asemejaba este Palacio de Godoy en Madrid al capricho de Carlos IV en Aranjuez.

            Rose-de Viejo ha analizado las intervenciones de Goya en aquel palacio en tres estudios específicos, de 1984 (Burl. M.), 2002 (VV.AA., Goya) y 2009 (Arte en tiempos de guerra), de modo que solo resta remitirnos a ellos y mencionar únicamente los cuatro tondos alegóricos del aragonés al temple –los tres conservados, Agricultura, Industria y Comercio, desde 1932 en el Prado (aquí)– y la realización de cuatro «Grandes Allégories» al óleo, dos de ellas en el Nationalmuseum de Estocolmo. Aquí nos limitaremos a ese «discípulo» mencionado por Sepúlveda, si es que verdaderamente lo fue, porque el asunto del taller de Goya sigue siendo «un enigma» pese a las recientes aportaciones de Ansón Navarro (2013), Enfedaque (2019) –con la colaboración de Juliet Wilson-Bareau– y otros destacados historiadores del arte.

            Del resto de pinturas murales, una parte se mantiene in situ. Otras decoraciones fueron trasladadas a la nueva sede del Ministerio de Marina porque estaban en la parte de Bailén que iba a ser demolida, como el despacho de Godoy, que ocupaba en el piso principal los dos últimos balcones de la primitiva fachada del edificio a esa calle. Las pinturas que pudieron trasladarse no eran frescos sino temples sobre lienzos cosidos y clavados en techos, frisos y arrimaderos. Los realizados directamente en los muros en la zona afectada se perdieron con el derribo parcial.

Centro de Estudios Políticos y Constitucionales

            El edificio de la plaza de la Marina Española conserva pinturas murales en la escalera (aquí), en la llamada sala de escudos –las esfinges que en los lunetos flanquean los escudos de los reinos que sustituyen los tondos alegóricos de Goya– y también en diversos techos: la sala de conferencias, despachos y otras dependencias.

Las pinturas murales perdidas

            Ante el inminente derribo de una parte del edificio, Antonio Prast informaba en Cosmópolis (febrero de 1930) que el ministro de Marina, Honorio Cornejo, «se condolía de no poder transportar todo lo que pudiera tener atisbos de obra de arte, por la carencia de crédito suficiente y porque estaba seguro de que cualquiera de las que quedara se aprovecharía para hacer ver el ultraje que se hacía a los recuerdos históricos», y solo quedaron para la piqueta las que por su «valor artístico e intrínseco no merecen la inversión de cuantiosas sumas para su desintegración del conjunto arquitectónico». Sin embargo, la demolición supuso la pérdida definitiva de varias decoraciones murales importantes a juzgar por las fotografías conservadas: de Alfonso Sánchez García, un detalle del techo del Rapto de Ganimedes que ilustra un artículo en La Voz de 1 de abril de 1926, y las diversas realizadas por Vicente Moreno hacia 1929.

            En las fotografías de Moreno del Rapto de Ganimedes se ve ya arrancado del muro un arco que fue trasladado al nuevo Ministerio de Marina y puede contemplarse ahora en el antedespacho del Cuartel General de la Armada. De las otras pinturas murales, sin duda también al temple sobre mortero de cal, solo se tienen estas imágenes.

Cuartel General de la Armada

            Todavía en el antiguo Ministerio de Marina (Palacio de Godoy) fue fotografiada la bóveda de Apolo, que se suele decir está acompañado de las Musas, aunque en las «fachadas» de la bóveda hay catorce danzantes y no las nueve Musas canónicas. Esos lienzos pintados al temple fueron adaptados a una sala más larga en el nuevo edificio.

            También se llevó al Ministerio de la calle de Montalbán un lienzo que apenas se distingue en su antiguo emplazamiento, junto a otro desaparecido que se ve mejor. Igual destino tuvieron dos sobrepuertas de figuras femeninas recostadas de la sala del Rapto de Ganimedes, y sus arrimaderos pintados, unas y otros visibles en las fotos de Moreno.

Techo del despacho de ayudantes en el CGA y V. Moreno, Techo del antiguo Ministerio de Marina, h. 1929, IPCE, Archivo Moreno, inv. 42296_B. Fuentes: artedemadrid.wordpress.com e ipce.culturaydeporte.gob.es

V. Moreno, Vistas de la sala del Rapto de Ganimedes, h. 1929, IPCE, Archivo Moreno, inv. 00652_C y 03956_C. Fuente: ipce.culturaydeporte.gob.es

Diferentes imágenes del antedespacho del CGA. Fuentes: artedemadrid.wordpress.com y madrida360.es. Visita virtual en: https://www.madrida360.es/2014/07/23/cga/

            El despacho de Godoy, aunque pudiera pensarse que la decoración encaja a la perfección, de inmediato extraña la colocación de las dos cuadrigas en paredes contiguas, cuando en buena lógica deberían estar enfrentadas y, en efecto, así se veían en los testeros menores, como atestiguan las fotografías de Vicente Moreno en el antiguo Ministerio de Marina, antes de su traslado a la sede de la calle de Montalbán.

V. Moreno, Vistas del despacho de Manuel Godoy en su emplazamiento original, h. 1929, IPCE, Archivo Moreno, inv. 35087_B y 35091_B. Fuente: ipce.culturaydeporte.gob.es

Vista y detalles del despacho de Godoy adaptado en el CGA. Fuentes: madridiario.es, artedemadrid.wordpress.com, sevilla.abc.es y madrida360.es. Visita virtual en: https://www.madrida360.es/2014/07/23/cga/

            También los lienzos del techo fueron adaptados forzadamente, siendo recortados y ampliados, modificando el dibujo, para poder pasar de una superficie rectangular a otra cuadrangular, dando además un innecesario giro de 90º al tondo central –un mundo sostenido por cinco angelotes y las doce figuras femeninas portando los signos del zodíaco– respecto al «marco arquitectónico».

Juan de Mata Duque

            En todas esas pinturas murales del Palacio de Godoy, las conservadas in situ, las trasladadas y las perdidas, se distingue con claridad el estilo de Juan de Mata Duque. Resulta evidente si cotejamos la cabeza de un telamón de la saleta de Duque en la Real Casa del Labrador con la de Apolo en el Cuartel General de la Armada.

Telamón de Duque en la Real Casa del Labrador y Apolo en el CGA

            También es indudable la relación de las danzantes en los cavetos de esa bóveda de Apolo con las figuras femeninas bajo los «arcos» de la bóveda del despacho del director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, y esos «arcos repartidos en casetones» son como los dispuestos por Duque en la decoración del gabinete de la reina María Luisa de Parma en el Palacio Real de Aranjuez, de 1803-1804, con el empleo de un intenso azul cobalto, peculiar de su obra, al igual que los llamados «abanicos de Rafael», tomados de las Logias vaticanas y presentes en las tres bóvedas citadas.

Cotejo de unas danzantes de la sala de Apolo del CGA, con las odaliscas y esfinges del CEPC y, en medio, detalle del gabinete de la reina del Palacio Real de Aranjuez. Fuentes: madrida360.es, © Patrimonio Nacional y unserenotransitandolaciudad.com

            Otro tanto puede decirse de los jarrones, esfinges y grifos del despacho de Manuel Godoy y las diversas decoraciones de Aranjuez, en el mismo estilo.

            Juan de Mata Duque intervino en numerosas decoraciones para el príncipe de Asturias don Carlos Antonio de Borbón desde que entró a servir como oficial de Vicente Gómez y, a partir del 20 de julio de 1794, ya como pintor de cámara de Carlos IV al obtener la plaza vacante por la muerte de su maestro. Trabajó en Aranjuez desde fechas tempranas del reinado, en la embarcación y templete monóptero del Estanque de los Chinescos y en las dos «piezas» o saletas de la cercana Casita del Ermitaño, e intermitentemente en la Real Casa del Labrador, desde marzo de 1795 hasta el 15 de marzo de 1808.

            En bóvedas y techos representó al temple sobre mortero de cal, o bien sobre lienzo, composiciones «arquitectónicas» o compartimentadas cuajadas de adornos variados; también decoró arrimaderos y huecos de balcón. Ordenadas esas superficies en «fajas y tableros» –en palabras del propio Duque–, en ocasiones incluye casetones fingidos y aberturas al cielo. En esas decoraciones hay profusión de adornos: aves, mariposas, flores, guirnaldas, roleos, elegantes líneas de decoración vegetal, jarrones, pebeteros, paños con sus borlas doradas, instrumentos musicales del mundo antiguo, decoración de grutescos, mascarones, grifos, esfinges y los «abanicos de Rafael» característicos de su obra, en la cual se presentan a veces figuras de buen dibujo y bellos paisajes, ya sea inscritos en rectángulos, octógonos o en sus típicos hexágonos apaisados, como los que se veían en la desaparecida «salita pequeña» del Palacio de Godoy. En fin, la forma de compartimentar la bóveda de la sala de conferencias del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales recuerda vagamente la sala de tortillones de la Casa de campo del Príncipe en El Escorial.

Juan de Mata Duque, Paisaje, 1801, Aranjuez, Real Casa del Labrador. © Patrimonio Nacional

Detalle de la saleta de Duque, 1802, Aranjuez, Real Casa del Labrador. © Patrimonio Nacional

            Ese amplio repertorio empleado por Duque, propio de las decoraciones llamadas «pompeyanas» o «etruscas», se inspira en libros como Le antichità di Ercolano esposte o la Vestigia delle Terme di Tito e loro interne pitture (en realidad, la Domus Aurea), también en las láminas de las Logias de Rafael en el Vaticano y, en fin, en otros libros y series de grabados manejados en la época que reproducen modelos diversos de la Antichità romana o bien ofrecen variedad de elementos de ornamentación. Un detenido análisis de esas fuentes, algunas evidentes, requeriría una extensión que no tenemos.

Juan de Mata Duque, Sala del tapiz, saleta de Robredo y saleta de Duque, respectivamente, de 1800, 1801 y 1802, Aranjuez, Real Casa del Labrador. © Patrimonio Nacional

Juan de Mata Duque, Pieza de comer, dormitorio y gabinete de María Luisa de Parma, 1803-1804, Aranjuez, Palacio Real. © Patrimonio Nacional

            En los trabajos de Duque en Aranjuez se advierte una interrupción de dos años y cuatro meses, en concreto de septiembre de 1804 a fin de 1806, que se adapta bien a las obras decorativas emprendidas por Godoy en su palacio madrileño documentadas en ese periodo por Isadora Rose en su tesis doctoral de 1983 (aquí). Acaso estuvo asistido por el también toledano Juan Gálvez (1774-1846), fiel a su estilo y continuador de su obra, y por su equipo habitual, los oficiales Dámaso López, Manuel Fernández, José Bolant y Laureano Ortega, o bien por uno renovado, como el que formaban en 1807 los oficiales José Udante, León Chavarría, Francisco Niño, León Torrón y Miguel Ontiberos, cuando Duque emprende su último adorno en la Real Casa del Labrador, la saleta llamada de Carlos III, con la composición inspirada en una lámina de la Vestigia delle Terme di Tito, sustituyendo águilas y pavos reales por otras aves, dejando su impronta en los casetones y abertura central, y en mascarones y esfinges, también tomados de estampas.

            Debemos descartar la intervención en el Palacio de Godoy de los otros pintores adornistas de Carlos IV, Manuel Pérez y Luis Japelli, ya que en esos primeros años del siglo XIX estuvieron encadenando trabajos en la Real Casa del Labrador: el primero hasta el mismo año de su muerte, 1805, y el segundo, el boloñés Luigi Japelli o Yapelli, presentaba su última cuenta el 21 de marzo de 1808, al día siguiente de ordenarse la suspensión de las obras en esa casa de campo, tras la abdicación de Carlos IV.

            Como hemos visto, también en la pintura mural se asemejaba el Palacio de Godoy a la Real Casa del Labrador y a otras exquisiteces de Carlos IV, como las habitaciones de maderas finas del Palacio de los Borbones de San Lorenzo de El Escorial, dentro de ese gusto «anticuario» presente asimismo en las decoraciones del desaparecido Palacete de la Moncloa. Eso sí, en la Real Casa del Labrador no intervino Goya. Allí solo pintó el estudio del rey para el cuadro de La familia de Carlos IV, según refiere la reina María Luisa en carta a Godoy, dentro de la complicidad e intereses comunes de esa «Trinidad en la Tierra».

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