La universidad es una institución de origen medieval. Su nombre tiene varios matices, ya que se utilizó casi indistintamente para referirse tanto al lugar, al que en época medieval también se denominó studium, como a la acción que se desempeñaba en éste, como sucede con “iglesia”, del latín ecclesia, cuya raíz griega ἐκκλησία significaba “reunión” o “asamblea”, o con “Biblia” (que en griego significa “libro”, sin más); metonimias con las que convivimos día a día.

     Decía Alfonso X el Sabio que:

estudio es ayuntamiento de maestros et de escolares que es fecho en algún logar con voluntad et con entendimiento de aprender los saberes

Las siete partidas, título XXXI, ley I

     Y Covarrubias que “Universidad” es:

comunidad y ayuntamiento de gentes y cosas, y porque en las escuelas generales concurren estudiantes de todas partes, se llamaron universidades

Sebastián de Covarrubias Orozco: Tesoro de la lengua castellana o española, 1674, fol. 199r.

     Ambas definiciones tienen en común la palabra “ayuntamiento”, que sin duda debemos de leer (o entender) como “ajuntamiento”, congregación (ya vemos por dónde van los tiros de nuestro vocablo “ayuntamiento”). Esto se puede traducir igualmente de la denominación en latín que recibió el studium de París: UNIVERSITAS MAGISTRORUM ET SCHOLARIUM PARISIENSIS, algo así como la “asociación de maestros y estudiantes de París”, una suerte de agremiación de los que reciben enseñanzas y los que las imparten. Podríamos concluir que, como con las iglesias, la necesidad reúne a una comunidad y ésta se hace con un espacio urbano para poder desempeñar su función, cobrando pleno sentido la analogía de los edificios universitarios como “templos del saber”.

     En sus inicios los estudios se asociaron a los claustros de las catedrales. Más adelante algunos se independizarían pasando a ocupar otras dependencias en la ciudad y otros, incluso, tendrían sus propias fábricas exprofeso. En el caso español su proliferación vendrá dada por la política de renovación estatal y social de los Reyes Católicos desde finales del siglo XV y que sus herederos continuarán a lo largo del XVI. Para los territorios de la monarquía hispánica siempre fue una referencia el Real Colegio Mayor de San Clemente de los españoles en Bolonia, de fundación medieval y con diversas reformas, donde Carlos V fue coronado emperador el 2 de febrero de 1530.

     En esta fase se conformarán muchos de los aspectos icónicos que se nos vienen a la cabeza cuando pensamos en universidades históricas, siendo para ello crucial la configuración de sus monumentales fachadas. Éstas, siguiendo los criterios renacentistas, debían ser reconocibles en el entramado urbano, para lo que, siempre que fue posible, fueron precedidas de una plaza que permitía su plena contemplación y que, junto al atrio formado por cadenas trabadas entre columnas frente a su fachada, marcaba espacialmente su límite jurisdiccional.

     Una consecuencia urbana del emplazamiento de los edificios estudiantiles va a ser la constitución de las hoy famosas calles de “libreros” o “de librería” como la que en Valladolid desemboca en la Plaza del Colegio de Santa Cruz desde el noroeste o en Salamanca cruza el Patio de Escuelas, algo que ya sucedía en la medieval universidad de Lleida fundada por Jaume II, de gran correspondencia con las propuestas de las partidas de Alfonso X.

Vista aérea de los estudios de la Universidad de Salamanca (vía Google Maps).

     El resultado de estas prácticas fue la constitución de barrios universitarios que, en mayor o en menor medida, serían reconocibles en su conjunto gracias a su pretendida uniformidad. Una de las primeras en lograrlo con éxito fue la de Alcalá de Henares, que serviría de ejemplo para proyectos venideros. Pero ¿a qué se debe este énfasis visual?

     La progresiva consolidación de distintas instituciones a lo largo del medievo para la gestión de la administración estatal, cada vez más complejas y saturadas, conllevó una necesidad fundamental: la adecuada formación de su personal. Para asegurarse de que estos órganos quedaban en manos de trabajadores competentes los reyes decretaron que estos puestos sólo podrían ser ostentados por personas que tuviesen un título universitario.

     Así se comprende que toda financiación estatal, incluyendo por supuesto la de los mandatarios eclesiásticos, fuese entendida como una inversión de futuro al plantear un sencillo pero potente sistema de retroalimentación como se presume en el famoso tondo de los Estudios Mayores de la Universidad de Salamanca, cuya inscripción en griego reza: “los reyes a la universidad y ésta a los reyes”. El término utilizado para referirse a la universidad en esta ocasión es el préstamo griego ΕΓΚΥΚΛΟΠΑΙΔΕΙΑ (enkyklopaideia), literalmente, “educación en círculo”, aludiendo a una educación completa o a un compendio de conocimientos.

Tondo de los Reyes Católicos en la “Fachada rica” de la Universidad de Salamanca (Por Julián Rojas via El País)

     Por ello, en lugar de una gran transformación tipológica (muchas fábricas se hallaban en pleno proceso de construcción o ampliación y resultaban eficientes), se produjo la nueva configuración del aspecto exterior con vistas a modernizar el mensaje propagandístico a través del nuevo lenguaje proveniente de Italia, asociado a los avances técnicos de la época: el renacentista o “a la romana”, como se llamó al principio en la península. La estructura del edificio siguió siendo la de la residencia señorial, prestando especial atención a las partes representativas: la fachada, dependencias como la capilla y salón de grados, las escaleras y el patio o claustro (como el de las catedrales de las que procedían).

     Para recuperar esa inversión es importante que los usuarios de los edificios recuerden cada día al entrar por ellos a quién deben su formación y su bienestar, de manera que los receptores del mensaje, si son cautos, ya se ocuparán en el futuro de “no morder la mano que les da de comer”. Esto cobra más sentido aún si tenemos en cuenta que muchos de los colegios universitarios, como el fundado por el Gran Cardenal en Valladolid, estuvieron destinados a estudiantes con pocos recursos (Cisneros mandó construir 18 en Alcalá). Otros fueron levantados para alumnos de una procedencia concreta, como el de Alonso Fonseca (arzobispo de Santiago de Compostela), levantado en Salamanca para que alumnos gallegos pudieran ir a estudiar a la prestigiosa universidad (y como este caso muchos más). La capilla de este colegio se proyectó además como lugar de enterramiento de su fundador.

     En términos generales podemos afirmar que los mensajes iconográficos de estas fachadas giraron en torno al poder de sus fundadores y mecenas, la fe que les amparaba y el saber al que se consagraban. Parte del interés y de la complicación de este periodo que venimos tratando reside en el lenguaje ecléctico resultante de la transición tanto de las formas, de las góticas hacia las renacentistas, como de los contenidos o enfoques teológicos y filosóficos, de la escolástica hacia el humanismo.

     En el tímpano del Colegio de Santa Cruz de Valladolid está representado su fundador, el cardenal Pedro González de Mendoza, junto a Santa Elena sobre un fondo de lazos en el que aparece multiplicada la cruz de Jerusalén, motivo que se repetirá en las enjutas de la portada [ver fachada completa más arriba], así como en las de la planta baja y el segundo piso del patio. Sus armas se reparten por la fachada, encabezadas por el escudo real en el segundo cuerpo, y por las enjutas del primer piso del patio, donde encontramos las armas de los Mendoza, de los Figueroa y el escudo cardenalicio.

     En las mismas fechas se construyó en Valladolid el Colegio de San Gregorio, actual sede del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, fundación del obispo de Palencia Alonso de Burgos, confesor y capellán mayor de los reyes. A simple vista, de la fábrica de Mendoza diríamos que es “a la romana” y de la de Burgos que se trata de un magnífico ejemplar tardogótico y, sin embargo, habiendo optado por lenguajes diferentes, ambos expresan el mismo mensaje de magnificencia, promoción artística y de compromiso con la monarquía de manera análoga.

     En la planta baja de Colegio de San Ildefonso de Alcalá de Henares encontramos la representación de los padres de la iglesia en los tímpanos de los frontones triangulares de las ventanas, referentes de los humanistas al tratarse de estudiosos de filosofía, teología y artes liberales. A lo largo de las alturas de la calle central podemos encontrar numerosas alusiones a la cultura clásica, que bien pueden plantear alegorías de los componentes de la monarquía hispánica y sus ideales (Hércules, Minerva, la Fama, la Historia, etc.). En el primer piso encontramos la efigie de San Ildefonso, patrón del colegio, flanqueado por los escudos del promotor, Cisneros, y, en el tercero, el escudo imperial rematado en el tímpano con la imagen de Dios padre que bendice la empresa. El cordón franciscano es utilizado para marcar la fachada y el pórtico.

Primer y segundo piso de la calle central de la fachada del Colegio de San Ildefonso, Alcalá de Henares, entalladores o imagineros: Hans de Sevilla, Nicolás de Ribero, Claudio de Arciniega, Juan Guerra y otros, ca. 1537-1553 (por Luis Rogelio vía Wikimedia).

     Las propuestas de lectura de la Fachada Rica de la Universidad de Salamanca han sido múltiples y variadas, siendo muchas de sus figuras representadas difíciles de identificar y de asociar. Las interpretaciones van desde una alegoría como “Casa de la ciencia y el vicio” (Sebastián y Cortés), con una serie de advertencias morales para los estudiantes, hasta una “Eneida de Carlos V” (Gabaudan) a modo de discurso mítico legitimador. Desde luego podemos reconocer en ella las alusiones heráldicas, mitológicas y teológicas como en el resto, pero aún quedan por descifrar los entresijos de su programa.

     La fundación de la universidad de Granada por parte del emperador en 1526 responde a la continuación del proyecto cristianizador de sus abuelos tras la conquista de la ciudad quienes, con grandes hitos como la Capilla Real o el Hospital (de cuya finalización se encargó también Carlos y es la actual sede de la universidad), trataron de catequizar a través de la arquitectura y su simbolismo. El lenguaje, intencionadamente clasicista, logrado en mayor o en menor medida, servía de parangón con el imperio romano. Otra fundación imperial con el mismo propósito fue el Colegio de San Jaime y San Matías de Tortosa hacia 1544 para la educación de los moriscos (musulmanes conversos).

     De este edificio destaca su patio, que cuenta con un completo programa iconográfico en el que se reproduce en escultura una genealogía de los reyes aragoneses, acompañados de santos y profetas, lo que nos hace recordar la analogía planteada al principio: si la iglesia es el templo de la religión cristiana, la universidad lo es de la sabiduría.

     El otro edificio de los conocidos como “Colegios de Reales de Tortosa” es el de Sant Jordi i Sant Domènec, de fecha más tardía (1578 nos indica la clave del arco), que cuenta ya por tanto con las armas de Felipe II quien, como su padre hiciera antes que él, continuó con el programa de su predecesor. Aquí la epigrafía del arquitrabe nos anuncia claramente que nos encontramos ante la “casa de la sabiduría”.

     Aunque merece un análisis de manera individualizada, en la Universidad del Espíritu Santo de Oñate, fundada por el obispo y humanista Don Rodrigo Sáez de Mercado de Zuazola en 1540, también podemos encontrar las características mencionadas adaptadas a sus circunstancias e iconografías particulares.

     Lo mismo sucede con la Universidad de Santa Catalina de Burgo de Osma fundada por don Pedro Álvarez de Acosta hacia 1550.

Y con la Universidad de Osuna fundada por Juan Téllez Girón en 1548.

     Éstos son sólo algunos destacados ejemplos de otros tantos que se quedan en el tintero (como el Colegio de San Esteban en Murcia o el de los jesuitas en Marchena) pero sirva esta exposición para manejar una visión nutrida y flexible de lo que fueron los edificios universitarios, de su gran proliferación en este momento concreto y de los diversos motivos a los que responde: los edificios donde se reúnen los que se sienten llamados a recibir u ofrecer un conocimiento completo o, como hemos visto, los edificios donde éstos son reunidos por aquellos que lo requieren y lo disponen.

 

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

CANTO, A. M., “Epigrafía y arquitectura de la Universidad de Salamanca I: el arquitecto real Juan de Talavera, firmante en la Portada Rica de la reina Juana” en Anejos a CuPAUAM, 1, 2014, pp. 207-245.

GÓMEZ LÓPEZ, C., “La Renovatio Urbis: poder, ciudad y universidad en el siglo XVI” en Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Historia del Arte, nº 9, 1996, pp. 53-76.

LÓPEZ TORRIJOS, R., “La iconología y la fachada de la universidad” en La Universidad Complutense y las artes, Congreso Nacional, Facultad de Geografía e Historia, 30/11-3/12 de 1993, 1995, pp. 137-148.

NIETO, V., MORALES, A.J., y CHECA, F., Arquitectura del Renacimiento en España (1488-1599), Cátedra, Madrid, 2010 (1ª ed. 1989).

OLIVARES MARTÍNEZ, D., “Santa Cruz y San Gregorio de Valladolid: convergencias y divergencias en la génesis de la arquitectura colegial hispana” en Domus Hispanica: el Real Colegio de España y el cardenal Gil de Albornoz en la historia del arte, Manuel Parada López de Corselas (coord.), 2018, pp. 285-298.

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