El presente texto es un resumen del artículo científico de Gloria Martínez Leiva que bajo el título de “Una obra del pintor flamenco Sebastiaen van Aken en España: el altar de Santa Cecilia en el Convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid” fue publicado por la revista especializada en historia y arte Philostrato en su número 4 del año 2018. Si quieres acceder al texto completo podéis hacerlo pinchando aquí o dándoos de alta gratuitamente en la página de Philostrato. Quiero agradecer las fotos de este post a Jesús C.V. que siempre es fantástico con nosotros y acudió presto a las Trinitarias cuando le pedí imágenes para el ilustrar el artículo de Philostrato. De su fantástico trabajo teneís muestra en su web (aquí).

     En 1697 se inauguraba con una misa solemne oficiado por el cardenal Portocarrero la iglesia del Convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid. El convento había sido fundado a principios del siglo XVII y en los años setenta se derribó la antigua iglesia de éste para construir una nueva y más amplia. En los años noventa se comenzó a plantear la construcción de las capillas interiores del templo, que fueron cuatro. Éstas se situaron a lo largo de la nave formando capillas-hornacina presididas por un cuadro de altar. Cada una de ellas tuvo una advocación diferente siendo dedicadas a San Felipe Neri, al Santo Cristo de Burgos, a San Agustín y a Santa Cecilia.

     La capilla que ocupa el segundo tramo de la nave, en el lado de la Epístola, es la dedicada a Santa Cecilia. Ésta está decorada con un gran cuadro-retablo que fue encargado por Diego de Mendoz y Corterreal, enviado extraordinario del rey de Portugal en España. Éste era un gran devoto de Santa Cecilia y ya había hecho levantar otros tres altares dedicados a dicha santa en aquellos lugares donde había ejercido embajada por orden del rey portugués Pedro II.

Sebastian van Aken: Altar de Santa Cecilia. Iglesia del Convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid. Foto: Jesús C.V.

     El cuadro encargado representa a Santa Cecilia tocando el órgano acompañada por la presencia de multitud de ángeles, unos tocando instrumentos musicales y otros cantando. La obra, aunque firmada en la parte bajo del órgano, no había sido atribuida a ningún artista ya que no se había conseguido descifrar la firma. La dificultad, ciertamente, no estaba en leer la firma, aunque había habído interpretaciones de ésta de todo tipo, ya que se lee “Se Bn; VAN AQUEN, F”, sino que estribaba en dar con el artista que se escondía tras ese nombre. Éste se trata de un casi desconocido artista flamenco llamado Sebastiaen van Aken.

Sebastiaen van Aken: Detalle de la firma en el cuadro de Santa Cecilia. Iglesia del Convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid. Foto: Jesús C.V.

     Sebastiaen van Aken había sido bautizado en Malinas el 31 de marzo de 1648 y falleció en su localidad natal el 21 de noviembre de 1722. Artísticamente se formó con Lucas Franchoys el joven, también oriundo de Malinas, y quien había sido parte del taller de Rubens hasta la muerte de éste en 1640. El 28 de diciembre de 1666, Van Aken obtuvo el nombramiento de maestro del gremio de San Lucas en Amberes, pero pese a ello decidió marchar a Italia a ampliar su formación. Entre 1676 y 1680 está documentada su presencia en Roma formando parte del taller de Carlo Maratta, donde aprendió los modos y colorido del maestro. En Italia permanecerá al menos hasta el verano de 1697, momento en el que inicia viaje por España y Portugal. En 1704 estaba de vuelta en Malinas ya que se le encargó realizar un retrato del rey de España, única efigie documentada dentro de su producción. A partir de ese momento hasta su muerte se dedicará a realizar obras de temática religiosa para su ciudad y alrededores.

     Como vemos los datos biográficos conocidos sobre el artista son escasos, pero todavía lo son aún más sus pinturas ya que hasta ahora sólo se había identificado un cuadro como obra segura de éste, un San Norberto recibiendo de la Virgen el hábito de la Orden que se conserva en una iglesia de Duffel, cerca de Malinas.

Sebastiaen van Aken: Altar de San Norberto recibiendo de la Virgen el hábito de la Orden. Duffel, Parroquia de Onze-Lieve-Vrouw van Goede Wil. Foto: ©IOED

     Se desconocía por completo si durante su estancia en la Península Ibérica Van Aken había realizado alguna obra. Es muy probable que ante el competitivo ambiente artístico de la Italia de finales del siglo XVII Van Aken estuviera intentando buscar fortuna en otro país europeo. España, y en concreto Madrid, gracias a la presencia de la Corte, era un lugar ideal para instalarse debido al gran número de coleccionistas y obras de tipo religioso que allí se promovían. De hecho desde la llegada de Luca Giordano en 1692 no habían dejado de llegar artistas extranjeros a la Villa. La estancia de Van Aken en el taller de Carlo Maratta le debió de abrir algunas puertas a su llegada a Madrid. Su presencia en la Villa coincidió con el momento en el que se estaban llevando a cabo los cuadros de los altares de las Trinitarias y fruto de ello debió ser el encargo del cuadro de la Santa Cecilia, oportunidad que el pintor aprovechó para intentar dejar su carta de presentación, -de ahí la gran firma de la obra-, y hacerse un hueco artístico.

Sebastiaen van Aken: Detalle de la figura de Santa Cecilia. Foto: Jesús C.V.

     De hecho, la personificación de Santa Cecilia como una mujer rubia, de piel blanquísima, ojos azules y con unos rasgos y atuendo semejantes a los que presentaba la reina Mariana de Neoburgo, segunda esposa de Carlos II, podría indicar que el artista pretendía con esta obra no sólo hacer su carta de presentación en la Corte, sino también halagar a la soberana, conocida por su predilección por la música y su bonita voz, encarnándola como a la Santa protectora de la música. Sin embargo, la difícil situación política que atravesaba España ante el deteriorado estado de salud de Carlos II y por tanto su inminente muerte sin descendencia no era el oportuno a la hora de conseguir un empleo en la Corte. Ante la imposibilidad de encontrar un hueco en Madrid, sería a través de su mecenas en las Trinitarias, don Diego de Mendoza y Corterreal, como el artista debió de recalar en Portugal en busca de mejor fortuna. De las obras que Van Aken pudo realizar durante su estancia en España y Portugal no tenemos más indicios, pero al menos la Santa Cecilia de las Trinitarias, que ahora ha podido agregarse a su catálogo, da buena muestra de la habilidad pictórica del artista y de su intento de establecerse como pintor en la Península Ibérica.

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