Margarita de Austria fue la séptima hija del fructífero matrimonio entre Carlos II de Stiria, hijo del emperador de romanos Fernando I, y Mariana de Baviera. Ella no fue la primera opción a la hora de buscar una esposa para el príncipe Felipe de España, próximo Felipe III, pero la muerte de sus hermanas mayores Catalina y Gregoria, hizo que finalmente la elegida para compartir el trono de España fuese Margarita. El 18 de abril de 1599, contando tan sólo 14 años de edad, Margarita se casaba por poderes en Ferrara con Felipe III y a su llegada a Madrid se ratificaban los esponsales.
Pese a que la reina no era muy agraciada físicamente y que presentaba las características de la rama de los Habsburgo menos afortunadas, como el labio bezo y el mentón prominente, en sus retratos se la dotará de una enorme magnificencia y solemnidad. De ello se encargarán principalmente dos artistas, Juan Pantoja de la Cruz (1553-1608), que tras la muerte de su maestro Alonso Sánchez Coello en 1588 y la subida al trono de Felipe III en 1598 se convertirá en el principal retratista de la Corte, y Bartolomé González (1564-1627), discípulo de Pantoja y que seguirá su estela. En sus retratos ambos se muestran más preocupados por reflejar la solemnidad de las figuras y que éstas muestren una imponente majestad que por reproducir una semejanza individual, aunque la fidelidad del aspecto de los retratados sea muy alta. Su estilo, muestra la mezcla de las influencias venecianas, en partircular de Tiziano, en su tratamiento de los rostros, y flamencas, por su enorme precisión en los detalles particularmente en lo que respecta al atuendo y las joyas. Aunque parezca que los retratos de este momento son todos iguales y esteorotipados eso no es cierto y a través de ellos se enviaron diversos mensajes, sobre todo con la indumentaria de la soberana. Vamos a analizar aquí dos de los retratos más emblemáticos de la reina, que fueron realizados para ser enviados como regalo diplomático, y que reflejan a la perfección las características que acabamos de mencionar.
En 1604 se firmaba en Londres el Tratado de Paz entre España e Inglaterra que ponía fin a la guerra entre ambos iniciada en 1585. Como demostración de la nueva relación entre los países los monarcas hispánicos mandaron ejecutar a su pintor de Corte, Juan Pantoja de la Cruz sendos retratos de Felipe III y Margarita de Austria para ser enviados al rey Jacobo I de Inglaterra. En el tratado de paz firmado con Inglaterra uno de los puntos más importantes fue que España se comprometía a no intentar restaurar el catolicismo en Inglaterra. Esto resultaba de suma importancia ya que desde época de Enrique VIII se había producido la ruptura de Inglaterra con la Iglesia romana. El monarca se había autoproclamado Jefe de la Iglesia anglicana, mientras que los reyes españoles estaban considerados como los máximos defensores de la fe católica y de la Iglesia romana, y por tanto la religión era uno de los puntos más conflictivos entre ambos Estados.
El retrato realizado al rey resulta más convencional, éste aparece vestido con armadura, mostrando el bastón de mando, y ante un amplio paisaje que hace referencia a la enorme extensión de los territorios que dominaba. Mientras, en el de la reina ésta domina el espacio. Aparece vestida con una rica saya de seda blanca bordada con esmero con castillos, leones y águilas bicéfalas en una representación dinastica de la unión de las Casas de Castilla y León con la de Austria. Este vestido, en el que se muestra el podería territorial y los lazos que unían a España con la Casa de Austria, fue el mismo con el que la reina se desposó con Felipe III y pidió expresamente se utilizara para reflejarla en este retrato. Con él se mandaba un mensaje claro al rey inglés al constatarle la unión de España con la Casa de Austria y por tanto refrendarle así el dominio del continente europeo, un continente en el que Jacobo I se había comprometido a no intervenir en sus asuntos políticos.
Otro de los elementos con los que la soberana mandaba un mensaje a Jacobo I era a través del libro de horas que la reina mantiene abierto en su mano derecha. Éste se muestra por una página iluminada en la que aparece la Mujer del Apocalipsis, que durante los primeros años del siglo XVII se utilizó para simbolizar a la Inmaculada Concepción. Al exhibir de forma más que prominente esta página iluminada la reina estaba destacando su compromiso con la fe católica y con el culto a la Inmaculada Concepción, precepto éste último que había sido rechazado por la religión protestante. Por tanto, se había firmado un tratado de paz entre Inglaterra y España, pero la soberana dejaba claro con este retrato tanto el poderío territorial de España como la defensa que ejercian de la religión católica. Un aviso sutilmente expresado a través de su traje y del libro de horas que portaba.
El segundo de los retratos que aquí queremos analizar y con el que Margarita lanzaba un potente mensaje es el que se conserva en el castillo de Ambras en Innsbruck y que muestra a la soberana embarazada. No resulta para nada frecuente la representación de las reinas en estado de gestación, de hecho es completamente inusual, aunque la principal función de éstas era la de dar continuidad a la dinastía a través del engendramiento de los vástagos. Su madre había tenido quince hijos y se esperaba de Margarita que fuera tan fructífera como ella. Sin embargo, pasaba el tiempo y la reina no conseguía quedarse embarazada. No fue hasta septiembre de 1601 que nació su primera hija Ana María Mauricia, que llegó a ser reina consorte de Francia por su matrimonio con Luis XIII, y no fue hasta febrero de 1603 que no nació su segunda hija. Primero, el hecho de el largo tiempo que llevó a la reina quedar embarazada había hecho surgir los rumores de su esterilidad, y posteriormente el hecho de que tuviera una segunda hija alarmó ante la no llegada del deseado varón que diera continuidad a la dinastía. Esa presión que se ejercía sobre la reina desde toda Europa es la que hizo que ésta fuera retratada en avanzado estado de gestación por Bartolomé González y el retrato fuera mandado a la corte vienesa como demostración de su fecundidad.
En un momento en el que con mucha frecuencia se malograban los embarazos o los niños morían al nacer, este retrato muestra la importancia que para la reina tenía el hecho de que se la considerase fertil, y qué mejor manera de anunciar ese hecho que el de representarse en cinta. Su abultadísimo vientre es el eje de la composición, marcada por la línea vertical de la saya y por las joyas que lo enmarcan.
Margarita tendrá ocho partos, el último de ellos el del infante Alonso de Austria el 22 de septiembre de 1611. Unos días después fallecía, el de 3 de octubre, con 26 años de edad. En tan sólo once años de reinado había dado a luz a varios herederos, el primero de ellos el príncipe Felipe el 8 de abril de 1605, había demostrado su fertilidad, su fé católica y había mantenido los lazos con la casa de Austria. Su papel como reina de España había sido cumplido y de él quiso dejar constancia perdurable al menos a través de dos de sus retratos.