El 27 de septiembre de 1975 se produjeron las últimas ejecuciones del franquismo, siendo fusiladas un total de cinco personas. Estas muertes levantaron desde días antes una oleada de protestas y de condenas contra el Gobierno español dentro y fuera de nuestro país. Una de las consecuencias de esas protestas fue que, en Lisboa, la Embajada española fue asaltada, incendiada y saqueada. En este incidente muebles, tapices y cuadros que decoraban la embajada se quemaron o desaparecieron, siendo los inocentes damnificados de las protestas lusas.

Incendio de la Embajada española en Portugal en 1975. Foto: ABC, 4/10/1975.

     La Embajada española estaba ubicada en el conocido Palacio Palhava. Éste era una construcción de finales del siglo XVII mandado levantar a las afueras de Lisboa por el conde de Sarzedas, un hidalgo portugués de gran poder económico. El palacio era una construcción de dos plantas, basamento y principal, que se abría al visitante a través de una loggia de entrada y unas escalinatas que daban acceso a la puerta de entrada. A los lados de la loggia se situaban dos cuerpos cubiertos con altos chapiteles de teja.

El Palalcio Palhava antes del incendio de 1975. Foto: Wikimedia Commons.

     Tras el fallecimiento del conde el palacio y la quinta en donde se enclavaba pasaron por herencia al marqués de Louriçal quien lo arrendó al rey Joao V como residencia para tres de sus hijos naturales. Durante la invasión napoleónica sus terrenos sirvieron de campamento para las tropas francesas por lo que el palacio sufrió daños considerables y comenzó su declive. Entrado ya el siglo XIX Palhava se vende al conde de Azambuja, perteneciente a una de las ramas de los Mendoza, y tras la muerte de éste, una complicada testamentaría pone nuevamente el palacio a la venta. Será entonces, en 1918, cuando el Estado español compra el palacio y cuando por Real Orden se llevan a Lisboa una serie de pinturas del Museo del Prado para la decoración del edificio.

     Dentro de las pinturas depositadas por el Prado se llevaron una copia de Veronés del Moisés salvado de las aguas, algunos cuadros de Paisajes y Batallas de los que ni si quiera se conserva fotografía, algunos bodegones de animales atribuidos a Paul de Vos, dos magníficas vistas de Antonio Joli del Embarque de Carlos III en Nápoles hacia España y una importante colección de retratos del siglo XVII.

     Entre los retratos perdidos destacan los siete llevados a Lisboa de la serie realizada por Bartolomé González de parientes de la reina Margarita de Austria, basándose en unas miniaturas que poseía Felipe III, y que se encontraban en la Galería de la Reina del Alcázar de Madrid en el año 1636. Éstos se describían como:

“Padres y hermanos de la Señora Reina Doña Margarita. Treçe retratos de medio cuerpo arriba de los Padres y hermanos de la Señora Reina Doña Margarita, sin molduras, y los hiço Bartholome Gonçalez para el Pardo”.

Martínez Leiva, G. y Rodríguez Rebollo, Á.; El Inventario del Alcázar de 1636…, pp. 185-188.

 

     A partir de 1929 el palacio quedará reservado para residencia de los embajadores españoles y el arquitecto Pedro Muguruza realizará diversos planos para su rehabilitación en 1936. Pero no será hasta los años cincuenta, después de la visita de Franco a Lisboa, cuando Palhava se convierta en una sede esplendorosa y una de las embajadas españolas en el extranjero más ostentosas. Se restaurará entonces por completo el exterior del edificio y

“el Patrimonio Nacional envió en depósito cuadros de valor: seis deliciosos de Giordano; uno, tal vez dos Mengs; una colección de tapices flamencos de la serie llamada de “Galerías”, seguramente de los más hermosos de su clase; se compraron muebles de estilo; una preciosa “encoignure” y una sensacional consola del XVIII; un raro par de “sideboards” y otros que unidos al Madrazo, al Vicente López, a la magnífica cómoda juanina y al escritorio de palosanto y a tantas cosas, clasificaron nuestra Embajada como la primera de Lisboa”.

ABC, Blanco y Negro, 4/10/1975, p. 30.

     También se restauró y devolvió al culto la capilla del Palacio, en cuyo altar podía verse una Natividad de Carreño, y fue abierta para disfrute del público en general.

     La madrugada del 26 al 27 de septiembre de 1975 todo ese esplendor desapareció consumido por las llamas y el pillaje. La embajada fue asaltada por un grupo de personas que protestaban por las ejecuciones de los últimos presos que se iban a realizar en España durante el franquismo. De esas protestas sus máximos damnificados fueron unas obras de arte que perecieron en muchos casos fruto de las llamas. Las obras prestadas por el Patrimonio Nacional como las seis “batallas” de Luca Giordano, los tapices de “Galerías” o los ocho lienzos de Mariano Sánchez con Vistas de España corrieron también la peor de las suertes.

 

      Tras el incendio, durante más de dos años se llevaron importantes obras de restauración en el edificio para acondicionarlo de nuevo a su antigua función. En estos trabajos colaboró el Gobierno portugués, siendo reinaugurado el 5 de mayo de 1978. Para que recuperara su esplendor de antaño el Patrimonio Nacional cedió nuevamente ricos tapices flamencos de los siglos XVI y XVII, muebles de diversos estilos de los siglos XVII y XVIII, la serie de óleos de residencias de la Familia Real española del italiano Fernando Brambilla, algunos cuadros de aves de Adrien van Utrecht, la serie Parábolas y milagros de la escuela flamenca de Maarten de Vos o el cuadro La rendición del Elector de Sajonia ante el Emperador Carlos I de Luca Giordano. Todas esas magníficas obras engrandecen un palacio y una residencia del embajador español en Lisboa que no pueden ser visitados por el resto de españoles…

El Palacio Pahava en la actualidad. Foto: Wikimedia Commons.

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