Este verano leíamos atentamente el ensayo que Laura Cumming ha publicado en forma de libro: Velázquez desaparecido (Taurus, 2016), donde narra de una forma amena su labor de investigación sobre una obra de arte, en este caso un lienzo del inmortal pintor sevillano, que suscitó un enconado debate en la inglaterra victoriana. Toda una disertación sobre el valor de las obras de arte, la atribución y el llamado “ojo experto”. Si algo se saca en claro en el apasionante relato de Cumming, es que una obra de arte tiene muchas historias, la que cuenta el propio objeto, la de su contexto de creación y la que genera su valoración a lo largo del tiempo. La multiplicidad de lecturas enriquece, como no puede ser de otra forma, la apreciación y el valor de la obra.
En el libro de Cumming se hablaba de un famoso retrato de Velázquez perdido, el que Pacheco cuenta que le hizo al rey de los ingleses, entonces Príncipe de Gales, Carlos Estuardo (1600-1649), cuando pasó por España para intentar concertar su matrimonio con la infanta María, en 1623. La visita de un miembro tan importante, nada más y nada menos que el heredero de una de las coronas europeas más importantes, en las complejas relaciones diplomáticas de la Edad Moderna, tenía que ser correspondido con una serie de regalos diplomáticos. Para este tipo de usos, las obras de arte cumplían a la perfección con la función del regalo. La autora del libro habla de los diferentes objetos con los que fue obsequiado el príncipe Carlos, llamándonos la atención sobre uno en especial. Hoy queremos acercaros la historia de ese objeto, que como el resto de regalos, sirvieron para el intercambio diplomático en la visita de Carlos de Inglaterra y de George Villiers (1592-1628), marqués de Buckingham (posteriormente nombrado Duque de Buckingham). El objeto en cuestión, el fantástico grupo escultórico de Sansón y el filisteo de Giambologna, ya había sido un regalo diplomático enviado por Fernando I Medici (1549-1609), Gran Duque de la Toscana, a Francisco de Rojas y Sandoval (1553-1625), Duque de Lerma. Nos adentramos pues en uno de esos objetos con una historia tan apasionante como la excelencia de la propia pieza.
Pero comencemos por el principio, la pieza en cuestión, es la única escultura de proporciones monumentales de mármol realizada por Giambologna (Jean Boulogne, 1529-1608) que se conserva fuera del ámbito italiano. Este autor trabajó principalmente en la corte florentina de Francisco I de Medíci (1541-1587) quien le encargaría esta obra antes de 1562, año en que aparece citada ya en la documentación. Posteriormente, en 1569, se realizaría el diseño del pedestal, basa y pila para colocarlo como fuente ornamental en alguna de las villas o palacios mediceos, seguramente en los parterres del Casino que el Gran Duque tiene en los giardini dei Semplici, junto al convento de San Marcos en Florencia. En el gabinete de dibujos y estampas de la Galería Uffizi se conservan dos dibujos del diseño de la fuente, seguramente uno sea el diseño original y el segundo más esquemático sea un dibujo enviado a España con las medidas de las piezas para poder ser instaladas cuando se utilicizase la fuente como regalo diplomático por parte de Fernando I.
El grupo principal, formado por la figura de Sansón con la quijada izada para asestar el golpe a un filisteo recoge el pasaje bíblico del Antiguo Testamento:
<<Apoderóse entonces de él el espíritu de Yavé, y as cuerdas que a los brazos tenía fueron como hilos de lino quemados por el fuego; las ligaduras cayeron de sus manos, y viendo cerca una quijada de asno fresca, la tomó y derrotó con ella a mil hombres>>
Jueces, 15: 14-15
El pasaje bíblico le sirve a Giambologna de excusa para mostrar un rotundo desnudo masculino en una típica torsión manierista, que le debe no poco a los modelos miguelangelescos y que podemos ver en otros grupos escultóricos del mismo autor, como su archiconocido Rapto de las sabinas (ca. 1580) de la Loggia dei Lanzi en Florencia, en la que la figura inferior es muy similar al filisteo del grupo que estamos comentando. La composición del grupo en forma piramidal y la concatenación de las dos figuras en torsión, consigue el efecto de generar varias vistas para su contemplación, la necesidad de rodear la escultura para apreciarla en todas sus caras, elemento propio del manierismo y del mismo Giambologna. También podemos citar como antecedentes de la pieza que estudiamos dos obras florentinas, el Genio de la Victoria realizado entorno a 1532 por Miguel Ángel, primer grupo donde se muestran dos figuras luchando en torsión, y los modelos de Esclavos para la tumba de Julio II. Al propio Giambologna le tocó hacer un grupo que sirviera de pendant al del genio miguelangelesco cuando fue colocado en el Salón de los Quinientos, para el que realizó su Florencia triunfante sobre Pisa, en torno a 1575.
La ubicación del grupo como remate de una fuente venía a dotar a la pieza de la posibilidad de ser observada por todos sus lados y además en una perspectiva de sotto in sù que no podía sino realzarla. Con este proyecto podemos relacionar un dibujo atribuido a Giambologna y que se guarda en las colecciones del Museo del Prado, identificado aquí como Hercules golpeando a Caco. Como podemos ver el grupo superior es prácticamente idéntico al Sansón, por lo que podríamos estar ante uno de los diseños para la pila de la fuente que se presentaría ante Francisco I y que no resultó elegido, pues conocemos y se conserva la parte de la fuente original. En ese sentido el dibujo anónimo, quizá también del propio Giambologna, conservado en los Uffizi y fechado en torno a 1569, sea otro de los modelos presentados ante el Gran Duque, en este caso el elegido.
En cuanto al diseño de la taza de la fuente, ésta consta de pila y un plinto, decorado con caracoles de bronce muy plásticos. Originariamente también llevaba unos monos de bronce en la parte inferior del plinto, pero que no se llevaron a España y hoy están repartidos por varios museos e instituciones.
En su juego diplomático para conseguir objetivos políticos, los duques de la Toscana, siempre fueron conscientes de que el regalo de obras de arte podía suplir su falta de superioridad política, ya que recordaban la superioridad artística de su escuela. Para ello se valieron siempre de Giambologna, al que le encargaron numerosas estatuillas de bronce donde reproducía muchos de los grupos que había realizado en mármol. Estas piezas eran coleccionadas por todas las cortes europeas y por los personajes más ilustres de éstas. El peso específico de la Monarquía Hispánica en Italia hace que los duques traten de obtener beneficios políticos a cambio de obras de altísima calidad y renombre (ya tratamos de este tema aquí). Pero en el reinado de Felipe III a principios del siglo XVII, la cosa había variado algo, pues todos los embajadores y delegados europeos que llegaban a la Corte constataban pronto que el verdadero interlocutor para obtener los beneficios o prebendas solicitados no era el monarca sino su valido, el duque de Lerma. Fernando I de Médici estaba tratando de conseguir la investidura sobre el estado de Siena y Protoferraio. Ante la dilatación en la obtención de la misma, el Duque optó por regalar obras excepcionales no sólo al monarca, sino a su valido. En ese sentido se entiende que se mande una fuente del calibre del Sansón y el filisteo de Giambologna desde Florencia a España en 1601, aunque no será hasta 1604 cuando el Duque logrará la ansiada investidura.
El contexto de la Corte en esos años responde a la estrategia de Lerma de trasladar la misma de Madrid a Valladolid, cosa que ocurre tras el real decreto de 10 de enero de 1601. No podemos aquí tratar ahora del juego de especulación inmobiliaria del Duque, ni de si la decisión fue acertada o no. El Duque había previsto para los Reyes su instalación en el antiguo palacio de Francisco de los Cobos, mientras que él iba preparando varias residencias, entre ellas un palacio en la ribera del Pisuerga, que sirviera de solaz para los monarcas. Es precisamente en los jardines de éste palacio suburbano para los que Fernando de Médici regala la fuente a Lerma. Sobre el palacio vallisoletano y la fuente de Giambologna os recomendamos leer el post de nuestro amigo Javier Baladrón en su blog Arte en Valladolid.
La figura que jugará un papel esencial en la obtención de estos valiosos regalos será el pintor Bartolomé Carducho, nombre castellanizado por el que conocemos a Bartolomeo Carducci (Florencia, ca. 1560 – El Pardo, 1608). De origen florentino y formación en pintura, escultura y arquitectura, vino a España en 1585 como ayudante de Federico Zuccaro para pintar en El Escorial. Es conocida su labor de marchante de pintura y el mantenimiento de los vínculos con su ciudad natal, por lo que será el protagonista en la obtención de los presentes de la corte medicea, como bien puso de manifiesto Magdalena Lapuerta en una investigación sobre la documentación de estos regalos. El sistema empleado era el siguiente: Carducho como agente de compras de Lerma, hacía llegar a oídos del Gran Duque de la Toscasna el deseo del Duque de Lerma de adquirir una fuente para su palacio vallisoletano. De tal manera que lo que en principio debía ser una simple compra, Carducho debía transformarlo en un regalo diplomático, haciendo llegar a Fernando de Medici el capricho o la necesidad de Lerma, y éste a su vez conseguiría una ventaja para sus intereses diplomáticos. La estatua y la taza de mámol que forman la fuente fueron enviadas desde Livorno en 1601, e inmediatamente después Carducho hace saber al Gran Duque, que aunque el regalo complace mucho a Lerma, necesita otra fuente para hacer juego con la anterior, pues se están ampliando los jardines. Para que la fuente fuera de las mismas dimensiones Carducho hizo un dibujo que mandó a Florencia para que sirviera de modelo, siendo éste quizá el más esquemático de los que se conservan en los Uffizi. El Gran Duque se comprometió a que la segunda fuente fuera también obra de Giambologna, aunque por la edad avanzada de éste, la acabó realizando uno de sus colaboradores, Cristoforo Stati de Bracciano, como nos cuenta Baldinuccci: <<junto a otra en la que está Sansón abriendo la boca al león…>>.
Esta segunda estatua no llegó hasta 1607, fecha en el que el Palacio de la Ribera ya había sido comprado por Felipe III. Este grupo lo conocemos por reproducciones en cuadros y alguna fotografía antigua. Del mismo artista y tema hay un grupo escultórico en Chicago, que pudiera ser la mandada en 1607, si bien algún autor ha identificado esta escultura en la figura desquijando a un León que forma actualmente parte de la fuente de Hércules del jardín de la isla de Aranjuez. Sin embargo la trayectoria de la primera fuente, el Sansón, está perfectamente documentada.
En 1623 en un viaje inédito y que pretendía poner fin a los obstáculos diplomáticos que habían estado impidiendo la satisfacción de ambas naciones, el Principe de Gales, Carlos Estuado, acompañado del Marqués de Buckingham, se presentó en Madrid para tratar de poner fin a la negociación, iniciada unos años antes, de su posible matrimonio con la infanta María, hija de Felipe III. Los ilustres visitantes estuvieron en la corte madrileña desde el 17 de Marzo hasta el 25 de noviembre, durante ese tiempo se hizo todo tipo de agasajos, festejos y entretenimientos para los invitados.
Seguramente el grupo escultórico llamó la atención de los huéspedes reales y el rey Felipe IV decidió incluirla en los regalos para el príncipe Carlos. Una vez llegaron de vuelta a Gran Bretaña, el príncipe decidió entregar esta pieza como regalo a su compañero de viaje: Buckimgham. Cumming supone que Carlos estaba decepcionado con la negociación de su posible matrimonio y decidió olvidar todo el asunto, incluido el regalo, que pasaba a ser un incómodo recuerdo para él. Esta interpretación no termina de convencernos. La pieza era excepcional y las alianzas diplomáticas eran cambiantes, pero el gusto por los objetos bellos no. Seguramente el regalo al Duque respondía al agradecimiento por su labor durante el arriesgado viaje. El grupo fue instalado en el palacio que Buckimgham tenía en la orilla del Támesis, a modo de palacio suburbano (como el Palacio de la Ribera de Lerma), el llamado York House, donde sabemos que ya estaba perfectamente instalado en sus jardines sobre un pedestal en junio de 1624. En los años posteriores el grupo empezó a ser confundido con Caín y Abel, al igual que había pasado en España, así aparece mencionado en la Compleat Gentleman de Henry Peacham.
En el siglo XVIII la fuente será trasladada a Buckingham House, el petit hôtel que mandó construir John Sheffield (1648-1721), duque de Buckingham, a las afueras de Londres, núcleo del actual Palacio de Buckingham, donde se colocará en una galería interior junto a las escaleras. El Palacio de Buckingham fue adquirido por Jorge III (1738-1820) como palacio en 1762, y en algún momento después de esta fecha el grupo fue regalado por el rey a Thomas Worsley (1710-1778), topógrafo general de las Obras de Su Majestad y miembro del Parlamento que lo colocó en su palacio neopaladiano de Hovingham Hall, en el condado de York, donde se situará en un vestíbulo con columnas. Aparece citado en el inventario a la muerte de Worsley en 1778:
<<El vestíbulo. Samson matando a un filisteo, dado como un regalo de despedida de Felipe Rey de España a nuestro rey Carlos I, que lo dio a villiers duque de Buckingham, fue comprado con Buckingham House, y por el favor y la gracia de Jorge III fue enviado a Hovingham>>
Inventario manuscrito de Hovingham Hall. Citado por Charles Avery
El grupo permaneció en Hovingham Hall hasta su adquisición por el Museo Victoria y Alberto de Londres en 1953, donde puede ser contemplado en la actualidad.
En cuanto al pedestal que formaba parte de la fuente, éste permaneció en la Huerta del Rey, en Valladolid, hasta que en 1653 se ordena su traslado al palacio de El Pardo. De allí, en algún momento del mismo siglo XVII, pasó a Aranjuez, donde se instaló en el Jardín de la Isla, sirviendo de soporte para el Baco del escultor flamenco Jacques Jongekinck, donde permanece en la actualidad.
El Sansón y filisteo es pues un grupo escultórico que vincula tres ciudades, Florencia, Valladolid y Londres, y también une a diversos personajes ilustres de la Edad Moderna: dos reyes y tres duques, que usaban las piezas de arte como un peón en el tablero de juego que era la diplomacia en la Edad Moderna.