Si algo nos gusta especialmente en InvestigArt, es hablar sobre la recuperación del patrimonio histórico-artístico y cultural y su  puesta en valor. Si ya hemos denunciado en alguna ocasión su abandono (aquí o aquí), también apostamos por dar a conocer el caso opuesto. Uno de estos ejemplos de patrimonio que trata de recuperarse y ponerse en valor es el conjunto monástico de la Cartuja del Paular, cerca de Rascafría en el norte de la provincia de Madrid. Situado entre la Cuerda Larga y el pico de Peñalara, al final del valle de Lozoya, en un lugar que reunía las condiciones de soledad y aislamiento que perseguía la orden de los cartujos y que hoy en día se ha convertido en un punto de asidua visita para el turismo rural y de montaña.

Vista del conjunto del monasterio de Santa María del Paular.

     La historia de este inmueble y sus decoraciones es una historia agridulce. Por un lado ejemplifica la implicación de varias instituciones para la recontextualización de un conjunto de obras hecho ex-profeso para este lugar, sabiendo valorar el hecho de adecuar los espacios a tal fin, así como la fuerte inversión para recuperar los espacios; y por otro, representa el daño que la desidia y el desconocimiento pueden causar en una obra de estas características.

     El Paular está perfectamente documentado, desde su fundación en 1390, hasta hoy en día. El edificio ha pasado por tres fases muy reconocibles. La primera fase como monasterio cartujo (1390-1836), la segunda sus años como propiedad privada (1836-1954) y la tercera su conversión en un monasterio benedictino (1954-hasta la actualidad). En la actualidad el conjunto está dividido en dos partes, la dedicada a la comunidad religiosa y otra que se ha convertido en un hotel. Sus vicisitudes históricas provocaron una fuerte pérdida patrimonial, pero el intento de frenar dicha pérdida, así como la inversión en su recuperación, han conseguido recuperar parte del esplendor perdido y lo que es más importante, su apertura al disfrute de los visitantes.

     La edificación de una comunidad cartuja siempre es interesante, porque frente a otras órdenes que se caracterizan por la vida en comunidad, los cartujos son una reunión de eremitas, que aspiran a la vida en soledad. Es por ello que la forma de plantearse las dependencias monásticas va a girar en torno a la dicotomía entre la soledad y la vida comunal, siendo siempre diferentes las soluciones escogidas en cada ejemplo. Por tanto no se puede hablar de un modo cartujo de construir o de un modelo cartujo de monasterio.

Planta del conjunto monástico de El Paular y sus fases constructivas.

     Así el elemento diferenciador de los monasterios cartujos es la presencia de un claustro grande alrededor del cual se van a distribuir las celdas individuales de los padres o monjes, siendo el corazón del monasterio cartujo y separado claramente de la zona de los legos. Como elemento diferenciador, el monasterio del Paular integraba un palacio real previo, mandado construir por Enrique III, que pasará a ser la hospedería del monasterio.

     Hoy nos queremos acercar a la historia constructiva del edificio dejando para un próximo post la historia decorativa.

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Clautro de legos o claustro gótico. Cartuja del Paular

     La primera fase de construcción se llevará a cabo durante los reinados de Enrique III (1390-1406) y Juan II (1406-1454). El primero de los monarcas dará así cumplida cuenta del encargo de su antecesor Juan I (1379-1390) que quería fundar un monasterio cartujo como desagravio por la profanación de un templo de dicha orden en sus campañas bélicas en Francia. De este modo se aprovechaba también la bula del papa de Avignon, Clemente VII, que permitía la fundación de tres monasterios cartujos en Castilla:

“El Rey D. Enrique mi bisabuelo, que Dios dé santo paraiso, por cargo que tenía de un Monasterio de la dicha Orden de Cartuxa, que ovo quemado andando en las campañas de Francia, é por descargo de su conciencia, mandó al Rey D. Juan mi abuelo, que Dios dé santo paraiso, que ficiese un Monasterio cumplido en los sus Reynos de Castilla, según Orden de Cartuxa”.

Antonio Ponz: Viage de España, Carta IV, Tomo X, 1787, Viuda de Ibarra, pp. 70-71.

     Para el nuevo monasterio usarán como punto de partida una construcción previa, un antiguo palacio de caza con habitaciones para el rey y otras dependencias de cierta entidad. Los primeros monjes llegarán en 1392 provenientes de la cartuja de Scala Dei, primer cenobio de esta orden fundado en el siglo XII en la comarca del Priorato (Tarragona).

     Las obras comenzarán por el claustro grande, ya que mientras se utilizará una antigua ermita como iglesia y era imprescindible construir las celdas individuales para que los padres venidos de Tarragona pudieran instalarse. Este claustro primitivo no se conserva, aunque sabemos que sería de planta rectangular y dimensiones más pequeñas que el actual. En paralelo se iniciará también la construcción del palacio de Enrique III, anejo a las dependencias comunes del monasterio, pero con cierta independencia.

     El nombre del artífice de este primer conjunto nos lo ofrece Ponz, cuando lo visitó en 1781, quien lo obtuvo de la documentación del monasterio presente en el libro de asientos:

“No puedo dexar de introducir aquí una especie, que para V. será gustosa seguramente, y es sobre los Artífices que concurrieron a la construcción de la Iglesia antigua, claustros, capillas, y otras oficinas del Paular. Se halla en los asientos del Monasterio que el principal Arquitecto fue un Moro de Segovia, llamado Abderramen, que debió de llegar a muy viejo, hallándose memoria de él por espacio de un gran número de años”.

Antonio Ponz: Viage de España, Carta IV, Tomo X, 1787, Viuda de Ibarra, pp.94-95

     La primitiva iglesia que se construirá en este monasterio no cumplirá la norma cartuja de ser de una única nave, se hizo una pequeña iglesia de tres naves. Ello originará, en 1436, la petición por parte de los padres de abandonar la cartuja si no se ponía remedio, por lo que se construirá la iglesia actual, que estará terminada en 1454. Esta iglesia ya bajo la norma cartuja, tendrá una techumbre de madera en la nave y cubierta con bóveda de cantería en la cabecera. De esta fase constructiva queda en la actualidad el claustro gótico de legos.


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Bóveda con los escudos de los Reyes Católicos en el Atrio de la Iglesia. Cartuja del Paular

     Una segunda fase constructiva se producirá gracias al apoyo financiero de Isabel I y Fernando el Católico, dando lugar a una gran actividad de reformas y ampliaciones. Estas remodelaciones se han atribuído a Juan Guas, arquitecto de otros proyectos de los Reyes Católicos. En este periodo se rediseñará la iglesia, sustituyéndose la techumbre de madera por una de bóvedas góticas. También colocará el fantástico retablo de alabastro y la reja, obra del cartujo fray Francisco de Salamanca. Asimismo, se atribuye a Guas el atrio de los pies de la iglesia y el diseño del nuevo claustro de monjes. Éste último será mucho más grande de dimensiones que el anterior y es seguramente el elemento más reconocible del conjunto monástico.


     En una tercera fase constructiva, en el siglo XVI, se colocarán los elementos de la iglesia, como las sillerías y se concluye el retablo. También se proyecta la puerta del Ave María, actual acceso al hotel, que era la puerta de entrada al monasterio,  y cuya traza se debe a Rodrigo Gil de Hontañón, reputado artífice del renacimiento y originario del vecino pueblo de Rascafría. También se debe a Hontañón el patio renacentista que había tras la puerta y que también está integrado hoy en el hotel.

     En el siglo XVII, la presencia en la cartuja del obispo de Segovia, D. Melchor de Moscoso y Sandoval, que se retirará al cenobio serrano para pasar sus últimos días, provocará la reforma de la iglesia. Se van a sustituir las bóvedas góticas de Guas por una bóveda de cañon con lunetos, elevando la altura del templo y de la cornisa exterior.

     A principios del siglo XVII se realizará la primitiva Capilla del Sagrario, de planta oval. Ésta será obra del maestro Pedraxas, y su cúpula será pintada por Antonio de Lanchares. La capilla ocupaba el lugar de la actual, obra dieciochesca de Hurtado Izquierdo. Por estos años es cuando trabajarán para el monasterio artistas tan importantes de nuestro barroco como Sánchez Cotán, Mateo y Eugenio Orozco, Pedro Alonso de los Ríos, Pereira, Claudio Coello, José Donoso y, como no, Vicente Carducho.

     La obra de las capillas del Sagrario y la del Rosario son sin lugar a dudas el elemento más soprendente para el visitante.

Acceso a la Capilla del Sagrario desde salas capitulares. Cartuja del Paular

     La obra de remodelación de la Capilla del Sagrario será encargada en 1718 a Francisco Hurtado, tras el éxito obtenido en el Sagrario de la Cartuja de Granada. En ella también asiste como ayudante un joven Vicente Acero, futuro arquitecto de la catedral de Cádiz, el escultor Pedro Duque Cornejo y el pintor Antonio Palomino. Desgraciadamente las pinturas murales de este último se han perdido. En el conjunto del Sagrario sobresale la artificiosidad del barroco, la construcción de un espacio a base de luz y teatralidad, y la fastuosidad de los materiales, en concreto de los mármoles provenientes de andalucía. Consta de dos espacios, la capilla del Sagrario, con el templete para la exposición del Santísimo, y la capilla del Rosario, que ejerce de antecámara y que repite, con variaciones interesantes, la planta de los Inválidos de París de Jules-Hardouin Mansard (1646-1708).

Sección de la Cabecera de El Paular.



     La desamortización de Mendizábal de 1836 conllevará un grave problema de conservación de las obras de arte (ver post aquí) y muchas de ellas irán a parar al museo de la Trinidad. Las sillerías del coro serán desmontadas y llevadas a San Francisco “el Grande”, en 1883, por el estado de abandono del templo y en esa ubicación han estado hasta su retorno en 2004.

     Sí podemos lamentar lo que se ha perdido, también nos podemos regocijar en lo que se ha recuperado. La devolución de las piezas originales a su lugar y la gran campaña de restauración acometida por la Comunidad de Madrid, el Instituto del Patrimonio Histórico Español y otras instituciones han logrado generar en el Paular un conjunto excepcional que bien merece una visita.

 

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