“Sorpresa de la gente y de Natura
Lavinia Fontana, gran pintora,
es única en el mundo como el Fénix”.-Guilio Cesare Croce-.
En nuestra intención de ir descubriendo la obra de pintoras que lograron hacerse paso en el mundo del arte hoy vamos a hablaros de Lavinia Fontana. Una de las artistas del renacimiento que consiguió un mayor reconocimiento junto a Sofonisba Anguissola y que trabajó dentro de la misma esfera que sus homólogos masculinos, fuera de una corte o convento, aceptando encargos de particulares y viviendo de sus ingresos como artista. Llegó a ser elegida miembro de la Academia Romana y su producción es la mayor de una mujer artista con anterioridad al siglo XVIII. Se conservan de su mano, firmadas y fechadas, unas treinta y dos pinturas, pero documentadas hay más de 135.
Lavinia fue hija del célebre pintor Próspero Fontana, pintor boloñés que fue colaborador de artistas como Perin del Vaga, Zuccari, Vasari o Primaticcio. En la obra de Próspero destacaron principalemente sus excelentes retratos, habilidad que su hija heredará de él. Ella, nacida en Bologna en 1552, aprenderá de su padre las técnicas pictóricas. En sus primeros años sus obras denotan la influencia paterna, desarrollando un arte religioso claro, directo y de fácil comprensión. Educada en un ambiente exquisito, rodeada de los más grandes artistas de su época, esto le permitirá ir modificando el estilo de su padre hasta crear uno propio.
Admiradora de la obra de Sofonisba de Anguissola (sobre esta artista le dedicó un post nuestro compañero Cipripedia aquí), en su producción se puede apreciar la influencia de la pintora de Cremona, sobre todo en su gusto por los detalles y su su excelente técnica a la hora de recrear joyas y tejidos. Sin embargo, poco a poco se irá acercando al estilo de la escuela veneciana, comenzando a predominar en su paleta los colores fuertes y brillantes, más manieristas, al modo de Ludovico Carracci, Correggio o Scipione Pulzone.
Desde muy joven Lavinia consiguió hacerse famosa gracias a sus pinturas de gabinete y sobre todo a sus retratos, en los que el detallismo de los ropajes y joyas fue muy apreciado. Tanto es así que se convirtió en la retratista por excelencia de la clase alta boloñesa, sobre todo de sus mujeres o creando retratos de grupo sumamente novedosos, logrando ser muy bien pagada por ellos.
Con 25 años la artista se casó con Gian Paolo Zappi, pintor del taller de su padre y perteneciente a una familia noble. El matrimonio resultará un gran apoyo para Lavinia ya que su marido se encargará de ayudarla tanto en sus labores artísticas, se dice que la ayudaba a pintar los fondos de sus obras, como en el cuidado de los once hijos que tendrán, de los cuales tan sólo tres sobrevivirán a su madre. Como regalo de bodas para su marido Lavinia pintará su primer autorretrato en el que aparece tocando una espinela, obra que está considerada como una de las más destacadas de su producción y que se conserva en la Academia di San Lucca en Roma. En ella se muestra la gran influencia de la obra de Sofonisba sobre ella, ya que copia la misma idea desarrollada en el Autorretrato de Sofonisba realizado en 1556. El autoretrato de Lavinia está firmado todavía con su nombre de soltera “Lavinia virgo Prosperi Fontana filia”, es decir, la señorita Lavinia, hija de Próspero Fontana, y fechado en 1577.
Una de las obras más curiosas de Lavinia es justamente uno de sus retratos. Alrededor de 1594 retrató a Antonietta Gonsalves, una niña de unos doce años de edad cubierta de pelo por padecer Hipertricosis Lanuginosa Congénita, enfermedad heredada de su padre Petrus Gonsalves. La precisión del retrato, unido a la ternura que transmite, nos hace ver que nuestra artista no se amedrentaba ante ningún tipo de encargo, por complicado que éste pareciese.
Aunque su obra pictórica destaca principalmente por sus retratos, como ya hemos visto, Lavinia Fontana también realizó obras de temática mitológica para las que tuvo que abordar tanto el desnudo femenino como el masculino. La realización de desnudos en sus pinturas resulta algo completamente inédito para la labor de una mujer. Ese estudio del cuerpo humano no sólo lo utilizará para la realización de obras mitotógicas, sino que ese aprendizaje también lo rentabilizará en composiciones religiosas como en “Cristo con los símbolos de la pasión” de 1576 o en retratos con tintes mitológicos como el “Isabella Ruini como Venus” de 1592.
En 1603, tan sólo unos años después de la muerte de su padre, la familia marcha a Roma y queda bajo la protección del Papa Clemente VIII. Tras la muerte de éste, en 1605, pasa a ser nombrada retratista de la corte del papa Pablo V. Su primer encargo importante fue una pintura de gran formato para el altar de la Basílica de San Pablo Extramuros, que lamentablemente fue destruído en un incendio en el año 1823.
Hasta su muerte en 1614 Lavinia recibirá en Roma numerosos honores. Fue nombrada como miembro de la Academia di San Lucca y en 1611 se acuñó una medalla en su honor realizada por el escultor Felice Antonio Casoni, en la que aparece representada de perfíl, por el verso, y frente a su caballete, en el anverso.
Su éxito profesional y económico le permitió dedicarse con pasión al coleccionismo de antigüedades, una de sus facetas menos conocidas. Tras una vida pintando a la mujeres nobles de la sociedad, su arte y educación le permitió convirtirse en una mujer noble por asociación.
Para aquellos que queráis profundizar en la figura de Lavinia Fontana os recomendamos dos libros. El catálogo monografíco que en 1998 se le dedicó en el National Museum of Womens in Arts en Washington y el fantástico estudio de Caroline Murphy de 2003 que se titula Lavinia Fontana: A Painter and Her Patrons in Sixteenth-century Bologna.