Hace tan sólo una semana se cerraba ARCO Madrid 2017. Entre las diferentes propuestas exhibidas en esta edición me llamó poderosamente la atención la obra de un artista que desconocía por completo, pero que había nacido en 1909 en Estocolmo. Se trataba de la pintora Anna-Eva Bergman y su obra se mostraba en exclusiva en el estand de la galería francesa Jerome Poggi. La elegancia de las formas geométricas de Bergman, sus destellos, su limpieza, me sedujo tanto que estuve hablando un largo rato con la responsable de las investigaciones sobre la artista en la galería. Fruto de esa larga conversación, de la documentación que ella me pasó y de la información que hay en la página de la Fundación Hartung Bergman es este post. Espero que la personalidad y la obra de Anna-Eva Bergman os resulte tan apasionante como a mí.

Anna-Eva Bergman en una instantánea tomada por su marido Hans Hartung en Barcelona en 1970.


Anna-Eva Bergman: Long mur vertical, 1962. Galerie Jerome Poggi. Foto Investigart.

Anna-Eva Bergman: Long mur vertical, 1962. Galerie Jerome Poggi. Foto Investigart.

     La historia de Anna-Eva Bergman resulta fascinante y nos dice mucho de cómo las mujeres han sido tratadas de un modo secundario en la historia del arte. Nacida en Estocolmo en 1909 estudió Bellas Artes en Oslo y Viena y en 1929 se trasladó a París para continuar con su formación. Allí conoció al artista Hans Hartung, cuyo trabajo era ya muy reconocido en el momento. Ambos se enamoraron y contrajeron matrimonio unos meses más tarde. Las décadas de los años veinte y treinta son para Bergman un momento de experimentación, de búsqueda de lo que será su estilo. Su obra es en estos años completamente figurativa y está cercana a la caricatura, muy influenciada por el estilo de artistas como Otto Dix o George Grosz. Trabaja con la tinta, la acuarela, con líneas simples y colores primarios.

     Su arte comenzará a tomar un ámbito propio a partir de 1932. Es en este año cuando el matrimonio se asienta en Menorca y ambos se mostrarán fascinados por el paisaje de la isla. Así pues decidirán construirse una casa-taller, de acuerdo a sus propios planos, cerca de la aldea de percadores de Fornells. Una casa sencilla y austera, que se adelantaba a las propuestas aquitectónicas de lo que sería el racionalismo. Allí coincidirán también con otros artistas como Joan Miró y esos encuentros resultarán de suma importancia en su evolución pictórica. Así las pinturas y acuarelas que Bergman producirá durante su estancia en Menorca muestran un mayor interés por la geometría y por las formas simples arquitectónicas, algo que se convertirá más tarde en su principal seña de identidad. Desgraciadamente, esta estancia fue muy corta ya que en el año 1935 tuvieron que abandonar la isla precipitadamente dado que habían sido acusados de espías alemanes y más tarde su casa será destruída.

     Tan sólo dos años después, en 1937 Anna-Eva y Hans se divorcian y ella regresa a vivir a Noruega. Allí continuará formándose, estudiando filosofía, literatura y arquitectura. Sus obras de estos años muestran su interés por la abstracción y denotan el influjo mironiano al que hemos hecho referencia anteriormente.

     Este trabajo de abstracción supuso un paso clave en su madurez estilística, ya que conseguirá que los paisajes nórdicos de Noruega y de las islas Lofoten, en la frontera con Rusia, se derritan en su abstracción y su estilo se vea reforzado por este tipo de “retorno a la naturaleza“.

Anna-Eva Bergman: Fragmento de una isla en Noruega, 1951, 36 X 54 cm, Mina de plomo sobre papel. Foto: Fundación Hartung Bergman.

Anna-Eva Bergman: Fragmento de una isla en Noruega, 1951, 36 X 54 cm, Mina de plomo sobre papel. Foto: Fundación Hartung Bergman.

     En 1952 se reúne de nuevo con Hartung en París y en 1957 volverán a contraer matrimonio. Estos años serán en los que Bergman logre alcanzar la plenitud de su estilo, creando obras que se convierten en iconos modernos, minimalistas, llenos de elegancia y de silencio y en los que la modernidad de las formas contrastan con la aplicación tradicional de los panes de oro, plata, cobre, etc… Una suerte de icono no religioso, sino dedicado a la naturaleza. Esa naturaleza que en sus pinceles y láminas aplicadas sobre la tela se descompone en formas geométricas y en luz.

     Sus obras llamaron tanto la atención que en 1958 la Galerie de France organizó la primera muestra dedicada al trabajo de una mujer artista en sus salas. Esto le sirvió para abrirse muchas puertas y durante los años sesenta se sucedieron las exposiciones de su obras en Oslo, Turín, Sao Paulo, hasta culminar en la retrospectiva que en 1977 le dedicó el Museo de Arte Moderno de la Villa de París. Durante estos años de los sesenta y los setenta la pareja volverá con frecuencia a España, en especial a Carboneras. En ese rincón de Almería se reunirá una importante generación de artistas e intelectuales como la escritora francesa Dominique Aubier, el escritor José María Castillo, el artista venezolano Jesús Soto, el escultor André Bloc o la galerista francesa Denise René. Un ambiente de élite cultural en el que estos artistas vivirán el llamado “sueño moderno” en palabras de Juan Manuel Bonet. La luminosidad y radiante calma que transmiten las obras de Bergman en estos años debe verse como un reflejo de la inspiración que la atmósfera de Carboneras produjo en su obra.

Anna-Eva Bergman: Nº 14-1960 - Desgarro sobre la tierra, 130 x 162 cm, témpera y láminas de metal sobre lienzo. Galerie Jerome Poggi. Foto: Investigart.

Anna-Eva Bergman: Nº 14-1960 – Desgarro sobre la tierra, 130 x 162 cm, témpera y láminas de metal sobre lienzo. Galerie Jerome Poggi. Foto: Investigart.


     A finales de los sesenta la pareja comprará un terreno en Antibes, al sur de Francia. Allí decidirán construirse nuevamente una vivienda-taller donde poder realizar sus obras. En 1973 ambos se retirarán allí para inspirarse en la luz y la arquitectura del Mediterráneo. Bergman continuará explorando en su obra la abstracción geométrica y comenzará también a realizar obras sin los destellos de las láminas metálicas, aunque será una técnica que ya no abandone hasta el final de sus días. Ella fallecía en 1987 y tan sólo dos años después lo hacía Hans Hartung, en 1989. Hasta la creación en 1994 de la Fundación Hartung Bergman en la que fue su residencia en Antibes, -uno de los hitos de la arquitectura contemporanea en la zona-, la obra de Anna-Eva Bergman no comenzará a despertar un verdadero interés y a ser puesta en valor. La sombra de su esposo Hans Hartung habia sido durante años demasiado alargada y había quitado brillo a la obra de la artista. Una obra que hoy en día brilla con luz propia, con los miles de destellos que se reflejan en sus láminas de oro y plata.

Anna-Eva Bergman: N°46-1971 Cresta de montaña II, 1971, 150 X 200 cm, acrílico y láminas de plata sobre óleo. Foto: Fundación Hartung Bergman.

Anna-Eva Bergman: N°46-1971 Cresta de montaña II, 1971, 150 X 200 cm, acrílico y láminas de plata sobre óleo. Foto: Fundación Hartung Bergman.

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