Continuamos nuestros post dedicados a artículos científicos ya publicados con uno con el que queremos homenajear a la reina Mariana de Neoburgo en la semana que se cumple el 349 aniversario de su nacimiento (para más otros post sobre Mariana podéis pinchar aquí, aquí y aquí). Hace ya algunos años fueron localizadas en el Archivo General de Palacio de Madrid una serie de cartas de gran relevancia histórica, ya que informaban sobre la salida de la reina Mariana de Neoburgo del Alcázar de Toledo, lugar al que se había trasladado tras el fallecimiento de su esposo, el rey Carlos II, en 1700, hacia su destierro en Bayona (Francia). Éstas no sólo tenían importancia histórica, sino también política, ya que a través de ellas se pudo conocer la confabulación que se gestó para que el último símbolo que representaba la Casa de Austria en España desapareciera del panorama de la corte sin gran repercusión. Con este epistolario se podía reconstruir a la perfección el camino de la Reina viuda hacia su exilio. Nosotros vamos a haceros un resumen del artículo en este post, pero si queréis leerlo entero podéis pinchar aquí y leer la transcripción de las cartas que seguro que os resultarán muy curiosas.
Tras haber quedado completamente patente la preferencia de Mariana de Neoburgo por la Casa de Austria en la sucesión al trono de España, su permanencia en territorio hispánico era difícilmente sostenible. Felipe V había encarcelado a muchos que se habían mostrado proaustriacos, como castigo hacia éstos y como ejemplo hacia otros que quisieran volver a levantarse contra los borbones. El desembarazarse de la Reina viuda era también un paso importante, ya que no sólo enviaba lejos a un símbolo de sus competidores, sino que así también ratificaba la victoria en la Guerra de Sucesión de los borbones sobre los austrias. Asimismo Felipe V hacía caso a su abuelo, Luis XIV, que le había aconsejado apartar de la corte a los posibles competidores y a todas aquellas personas que pudieran obstaculizar la instalación de la nueva dinastía en España.
En agosto de 1706, Felipe V envió al Duque de Osuna a Toledo. Éste fue designado como el encargado de notificar a la Reina viuda su traslado de residencia y acompañarla durante su viaje. Al mismo tiempo el Duque de Osuna debía comunicar, diariamente, todas las incidencias del viaje de la Reina al soberano para que éste estuviera informado en todo momento. El traslado de Mariana era una cuestión política delicada ya que no se quería hacer ver a la nobleza, ante el temor a un posible levantamiento, que había una ruptura con la anterior dinastía, sino que había una continuidad con ella. Por ello la excusa que se utilizó para sacar a Mariana del Alcázar fue la de llevarla a Burgos, por “lo aventurada que estaba su Real persona y decoro” en aquel lugar de Toledo.
El 20 de agosto llegaba el Duque de Osuna con una escolta de Guardias de Corps y se dirigía al Palacio de la Reina a presentarle sus respetos y entregarle una carta del rey Felipe V. Se le comunicaba así que debía abandonar la ciudad de Toledo y que se disponían a llevarla a Burgos para su mayor seguridad. El viaje no resultaba del gusto de la soberana ya que prefería desplazarse a algún lugar más cercano, a ser posible El Escorial y expresaba su deseo de contar con su Contralor y otros criados que se encontraban presos, ya que consideraba que sin ellos no podría iniciar viaje.
En la entrevista que mantuvo con el Duque, no desaprovechó la ocasión para manifestarle las estrecheces y el abandono en el que vivía, lo que éste comprobó al ver que se tenía empeñada la plata de los estados de Damas y Caballeros y los carruajes y literas se encontraban todos inservibles por falta de arreglo. Pero el mayor problema al que se enfrentaba el Duque no era la falta de medios para el trayecto, sino las continuas sospechas de la Reina en lo referente al verdadero destino del viaje. Mariana preveía que la verdadera intención era llevarla a Francia y por ello se mostraba reticente a salir del Alcázar toledano.
Finalmente el día 22 de agosto salían de Toledo, supuestamente con destino a Burgos. En el camino, el Duque de Osuna tendió una trampa a los integrantes del séquito de la Reina diciéndoles que se habían divisado partidas de enemigos. Se quería saber cuál sería su comportamiento y comprobar el lado del que estaba el cortejo regio. La reacción entre los acompañantes de Mariana fue de gran alegría pues pensaban que las tropas aliadas los encontrarían y ayudarían. Pasaron la noche en Zedilla, y al día siguiente la Reina se encontró indispuesta con jaqueca y calentura. El Duque intentó persuadirla para partir aquél mismo día hacía Torrelodones, pues así, decía, se lo ordenaba su Majestad. La Reina accedió a marchar con la condición de que le dejaran pasar por El Escorial. Ante la insistencia de la soberana en ser llevada a este lugar, el Duque le comentó al rey:
“Yo no se el fin que esto puede llebar, ni conozco el caos de aquel convento, pero si me da que rezelar, lo que a ynstado siempre desde que vine, y deseado yr allí, y a lo menos lo que no se podra remediar si ba es la detenzion de muchos dias, sino se usa de alguna gran violenzia, y a si me pareze que V.M. la responda a la que me a dado diziendo escribe sobre esto, que siente mucho no poderselo conzeder por contrapesar mas lo arriesgado de su persona hasta estar del otro lado los puertos, y a mi una horden de que mañana sin falta llegue a lo menos a la Torre de Lodones…”.
Finalmente ese día se logró llevar a la Reina hasta Móstoles, y al día siguiente, 25 de agosto, se llegó a Torrelodones. En esta localidad, el Duque de Osuna comunicó a la Reina que su deseo de ir hasta El Escorial no podía ser satisfecho. Mariana entonces le “hizo entrar hallandola echa una Madalejna llorando aroyos, con el maior desconsuelo que se puede explicar…”, pero aún así la Reina no consiguió su propósito. La Reina viuda había pasado de formar parte de “La Gloria de la Casa de Austria”, tal y como aparecía representada por Luca Giordano en la bóveda de la escalera principal del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, al “infierno” de no permitírsele la entrada al lugar en el que pasó tantas jornadas otoñales y donde reposaban los restos de su esposo. Indignada con el trato que recibía amenazó al Duque con no moverse de donde estaba “si no la sacaban a rastrando y con grillos y de ese modo la metian en la litera”. Mariana de Neoburgo demostraba un fuerte carácter y comprendía a la perfección la delicada situación de su persona. A pesar de todo, decidió escribir una carta al rey quejándose de la poca cortesía de la que estaba siendo objeto, ya que se la trataba “no como que soi ni como Reyna que e sido de España, sino es como si fuera la vasalla mas ynferior y delinquente”. Mariana reclamaba que se diera la importancia debida a su persona y que finalizaran los atropellos a los que se veía sometida.
Al día siguiente el Duque consiguió desplazar a la Reina hasta Collado Villalba. Allí se le informó que al pasar por Segovia debía dejar presas a varias de las personas de su confianza que viajaban con ella, ya que se pensaba que eran malas influencias y que sin ellas la Reina se encontraría más sola e indefensa. Asimismo, se le comunicaba al Duque de Osuna que el viaje ya no tenía como destino Burgos, sino que debía encaminarse hacia Vitoria y que allí recibiría las órdenes oportunas. La carta enviada por Mariana a Felipe V y los problemas que estaba ocasionando el viaje, debieron de convencer en la corte –si es que en algún momento su intención inicial no era llevarla a Francia- de que lo más adecuado era desterrar a la Reina.
En tanto, Mariana cada día se veía más humillada e impotente, e intentó levantar ampollas en la corte. Así pues, mandó cartas a diferentes miembros del Consejo de Estado del Rey quejándose del trato al que era sometida y de lo incierto de su destino:
“…ny mi sobrino puede ny tiene la mas leve razon de queja, pues nunca se la he dado, si solo haver estado en la Çiudad, que me señaló, y allí no tratada, como se deviera, antes si influyendo al pueblo para que se me perdiese el respecto, ultrajados mis criados…”
La Reina viuda todavía confiaba en la posibilidad de que alguien en la corte quisiera apoyarla y ayudarla a salir de tan complicada situación. También volvió a escribir al rey manifestando su disgusto y convencimiento de que “quieren acabar con mi vida, y juntamente, es desesperar mi familia”.
El 29 de agosto Mariana ya había cruzado el puerto de Guadarrama y se encontraba en la localidad de El Espinar. El trayecto resultó de lo más accidentado al equivocarse los guías de camino y tener que descender el puerto por barrancos muy peligrosos. A causa de esto, la mayor parte del tiempo, la Reina y sus damas tuvieron que realizar la travesía a pie. A este incidente se sumaba el hecho de que Mariana y su familia se encontraban sin la mayor parte de sus ropas y objetos personales, ya que al salir de Toledo, con gran celeridad, no fue posible recoger muchas de sus pertenencias. La Reina se lamentaba de esta situación y pedía que se la concediese el dinero que se la debía, de lo que la había dejado asignado Carlos II a su muerte, para poder hacer llegar desde Toledo el resto de sus enseres. Pero finalmente la soberana tuvo que empeñar algunas alhajas para pagar el tránsito de su equipaje desde Toledo hasta donde ella se hallaba.
Continuamente pedía ser “asistida y venerada, como se debe, y como me lo manifiesta el Rey, y mi familia asistida, y hasta ahora casi se los quiere dar a entender, no es del Real agrado del Rey el que me sirvan, dolor que me atraviesa el corazon…”. Pero su comportamiento era considerado intolerable, y sus cartas a diferentes miembros del Consejo, no habían hecho más que empeorar su situación. Así pues, pese a la resistencia que ejerció Mariana, y a las dificultades que planteó para su traslado, el 18 de septiembre llegaba a San Juan de Luz. El Duque de Grammont la recibió y saludó de parte del rey Luis XIV. En un principio, el lugar destinado para residencia de la Reina era Pau, pero finalmente se decidió que la soberana debía permanecer en Bayona, puesto que éste era un lugar más cercano a la frontera con España. El trabajo del Duque de Osuna ya estaba finalizado, puesto que Mariana de Neoburgo se encontraba a buen recaudo bajo la protección del Rey Sol. En Bayona permanecerá durante treinta y dos años, pero esa ya es otra historia…
Si quieréis leer en su totalidad el artículo de Gloria Martínez Leiva, “Mariana de Neoburgo: cartas de un exilio”, publicado en las Actas del Congreso Espacios de Poder: Cortes, Ciudades y Villas (siglos XVI-XVIII), Alicante, 2002, pp. 291-312, sólo tienes que pinchar aquí.