Hoy vamos a intentar resumiros brevemente cuáles fueron los inicios constructivos de uno de los palacios reales más bellos, el Palacio Real de Aranjuez. Uno de los sitios con más magia de los alrededores de Madrid. Aranjuez fue uno de los escenarios favoritos del poder de la monarquía española. Hasta que los Reyes Católicos lo incorporaron a la Corona, este sitio pertenecía a la Orden militar de Santiago, cuyos grandes maestres construyeron aquí un palacio en el siglo XIV. Será Felipe II quien fije su mirada en Aranjuez, ya que éste paraje resultaba ideal para disfrutar allí de la primavera gracias a sus maravillosas huertas y su entorno natural único (a las estancias de los reyes en los diversos reales sitios le dedicamos un post aquí). Es por ello que decidió realizar un ambicioso programa en el que estaba incluido la realización de un nuevo Palacio Real, del que sólo se llegará a finalizar la mitad durante su reinado.
Para la realización del nuevo Palacio Felipe II encargará el proyecto al Maestro Mayor de Obras Real, Juan Bautista de Toledo, quien había sido discípulo de Miguel Ángel en Roma. En la década de 1560, Juan Bautista proyectará el nuevo Palacio Real, el jardín de la Isla y los paseos arbolados que ordenaban el área de Picotajo y de las Doce Calles. El proyecto de Toledo para el Palacio se refleja en el plano de las Huertas de Picotajo.
La construcción del palacio en la época de Felipe II comenzó por la torre sur, cuya primera piedra se colocó el 1 de enero de 1565. En este singular conjunto se disponía la Capilla Real, rematada exteriormente por un chapitel de perfil cupulado, a la que se adosaba una gran escalera. La Capilla original, de la que hoy tan sólo se conserva el tambor y la cúpula interior, era un pequeño templo de planta cuadrada con un atractivo uso mixto entre lo privado y lo público. La torre de la capilla se aprecia perfectamente en la vista del Palacio de Michel-Ange Houasse desde el mediodía y en la sección longitudinal que para la ampliación del edificio realizaron Caro Idrogo y Marchand ya en el siglo XVIII.
Tras la muerte de Juan Bautista de Toledo en 1567, las obras continuaron bajo la dirección de sus discípulos Jerónimo Gili y Juan de Herrera. Éste último modificará la planta diseñada por Toledo y terminará en 1580 la mitad sur del proyecto. Realizando también la Casa de oficios y dejando frente a ella y al Palacio una amplia plaza para toros y fiestas. La imagen del conjunto se aprecia perfectamente en el dibujo que Jean de L’Hermitte realizó del lugar a finales del siglo XVI.
Una vez que Felipe II terminó la mitad sur del Palacio el edificio quedó de este modo hasta el siglo XVIII, aunque Felipe IV tuvo la intención de intentar acabar el palacio que su abuelo había dejado a medio construir. En 1636 encargó a su arquitecto Juan Gómez de Mora que lo prosiguiera. Éste ideó modificar el proyecto herreriano de modo que incluyese una gran escalera imperial y también cambiaba la forma de la fachada principal. A estas propuestas de Mora corresponde la “maqueta pintada”, una vista ideal del edificio terminado. Pero la obra no llegó siquiera a empezarse.
Pero los esfuerzos no sólo se centraron en la construcción del edificio sino que también se quiso ordenar el territorio que lo rodeaba. Aranjuez era un lugar ideal para disfrutar de la naturaleza, los jardines e incluso la caza, como se refleja en el cuadro de Juan Bautista Martínez del Mazo La Caza del Tabladillo en Aranjuez.
En la pequeña isla de terreno que conformaba el rio Tajo a su paso por el palacio se llevo a cabo un jardín privado. El denominado jardín de la Isla, debido a su particular orografía, fue realizado por los jardineros flamencos de Felipe II, dirigidos por Juan Holveque. El trazado renacentista, conservado en lo esencial hasta la actualidad, amalgama rasgos italianos, nórdicos y españoles, y constituye una de las obras de la jardinería renacentista más importantes del siglo XVI en España.
Éste, con sus calles ordenadas, sus zonas de parterres y paseos cubiertos, contaba además con importantes elementos ornamentales. Fuentes escultóricas se situaron en el eje de sus tres calles principales. En ellas se trabajó durante el siglo XVI y XVII, pero principalmente en época de Felipe IV, entre 1655 y 1663, cuando éste encargó a José de Villarreal una importante renovación decorativa del lugar. Fue entonces cuando se realizaron fuentes en las que se colocaron importantes copias de figuras de la antigüedad, como el “Espinario”, u obras originales como los dioses de Algardi que fueron encargados por Felipe IV como morillos pero que terminaron configurando una de las fuentes del jardín.
Posiblemente de la serie de fuentes erigidas en época de los Austrias una de las más conocidas fue la fuente de los Tritones, la cual estaba dispuesta en el extremo del jardín más alejado al Palacio. Ésta fue reflejada por Benito Manuel de Agüero en uno de los lienzos que decoraron la Galería de Paisajes del Palacio Real de Aranjuez (a este espacio ya le dedicamos aquí un post) y fue trasladada al Palacio Real de Madrid en 1846.
No sabía que el autor de la pintura de la Fuente de los Tritones era Benito Manuel de Agüero… Muchas gracias, gran artículo, ¡como siempre!.
Hola Mercedes,
Pues lo cierto es que hace ya años cuando encontré la documentación sobre la galería de paisajes de Aranjuez es cuando llegúe a esa conclusión… Obviamente conclusión que el Museo del Prado no comparte conmigo, pero hay un cuadro que se podría limpiar para ver la inscripción que tiene y desde hace años sigo esperando que se limpie… Asi que mientras que no se demuestre lo contrario yo sigo pensando que son de Agüero. Los motivos los doy en mi texto (aquí te paso el enlace: https://www.academia.edu/12888427/La_Galer%C3%ADa_de_Paisajes_de_Aranjuez_en_tiempos_de_Felipe_IV ). Hay un apartado entero que dedico a la autoría de los lienzos de la galería de paisajes.
Saludos y gracias por tu comentario,
Gloria