Hace años visité por primera vez la National Gallery de Londres. En ese viaje sobre todo me interesaba ver “La Venus del Espejo” y el “Felipe IV en marrón y plata” de Velázquez, pero también “El Matrimonio Arnolfini” de Jan Van Eyck. Encontrar los Velázquez fue fácil, aunque lograr disfrutar de ellos con la marabunta de gente que se concentra en la sala de pintura española de la National fue otro cantar. Después me dirigí a la busqueda y captura de “El Matrimonio Arnolfini”, tras más de una hora de búsqueda infructuosa por las salas y pasillos del museo me acerqué a uno de los vigilantes de sala y este me indicó la sala donde estaba la pintura que deseaba ver. Mi sorpresa fue mayúscula. ¡¡Yo esperaba una tabla de cerca de dos metros de alto!!. Tras años viendo las diapositivas de esta obra en la Universidad me la imaginaba enorme. Nunca había asimilado las medidas que en los libros de texto especializado se reseñaba. Esa perfección, ese nivel de detallismo que permitía ampliar la obra hasta el infinito no me habría hecho pensar nunca que ésta medía tan sólo 82×60 centímetros… Y es que esta pequeña gran obra de Jan Van Eyck está llena de sorpresas.
Hoy vamos a contaros una parte de su historia que seguramente muchos no conoceréis. La pintura fue realizada por Van Eyck en el año 1434 y representa al rico mercader Giovanni Arnolfini y a su esposa Jeanne Cenami, que se establecieron y prosperaron en la ciudad de Brujas. La pareja aparece de pie, en su alcoba; el esposo bendice a su mujer, que le ofrece su mano derecha, mientras apoya la izquierda en su vientre. Erwin Panofsky en un ensayo de 1934, sostiene que la imagen corresponde al matrimonio de ambos, celebrado en secreto y atestiguado por el pintor. Si bien, este es un tema sumamente controvertido en el que hay multitud de interpretaciones. Nosotros hoy nos centraremos en el periplo histórico de la obra y en otra ocasión entraremos a desentrañaros los posibles significados de la pintura.
La obra seguramente fue un encargo directo de Giovanni Arnolfi a Van Eyck. Tras el fallecimiento del matrimonio en el último tercio del siglo XV la obra debió seguramente venderse en subasta, una costumbre muy de la época. La pintura pudo pasar entonces a manos de Diego de Guevara, caballero español de la corte de los Habsburgo, que fue retratado por el artsita Michael Sittow, y que vivió casi toda su vida en Holanda y probablemente conoció a la familia Arnolfini en sus últimos años. Cerca de 1516 Guevara regaló el cuadro a Margarita de Austria, gobernadora, en aquella época, de los Países Bajos. Así quedó reflejado en el inventario realizado en esa fecha durante la estancia de Margarita de Austria en Malinas: “Un grant tableau qu’on appelle Hernoul le Sin, auec sa ferme dedens, vne chambre qui fut donné á Madame par Don Diégo, les armes duquel sont en la couuerte dudit tableaul. Fait du paintre Johannes”.
Tras el fallecimiento de Margarita de Austria, la pintura fue heredada por su sobrina, María de Hungría, hermana del rey Carlos I, quién también se hará cargo del gobierno de los Países Bajos, tal y como consta en la testamentaría de Margarita: “Item vng aultre tableau, fort exquis, qui se clot á deux feulletz, oú jl y a painctz vn homme et vne femme estanz desboutz, touchant la main l’ung de l’aultre, fait de la main de Johannes, les armeset diuise de feu de Don Dieghe, es dts deux feuilletz nomme Le personnaige Arnoult Fin”.
Tras la abdicación de su hermano Carlos y el retiro de éste a Yuste en 1555, María decide abandonar su cargo de gobernadora de los Países Bajos y se instala en España junto a sus hermanos Carlos V y Leonor. Las sucesivas muertes de sus hermanos Leonor y de Carlos en 1558 provocaron en María una profunda melancolía y con ello decayó su salud. Para animarla -y también porque la necesitaba con urgencia- Felipe II la convence de regresar a los Países Bajos y hacerse cargo nuevamente de la gobernación. María aceptó la petición de su sobrino; pero falleció en la ciudad de Cigales, el 18 de octubre de 1558, apenas unas semanas después que su hermano Carlos I. Es en las obras inventariadas a la muerte de María y que debían de pasar a Felipe II donde nuevamente tenemos noticia de la pintura: “Yten vna tabla grande, con dos puertas que se çierra, y en ella vn honbre e vna muger que se toman las manos, con vn espejo en que se muestran los dichos onbre e muger, y en las puertas las armas de don Diego de Guebara, hecha por Juanes de Hec año 1434”.
Durante casi un siglo la obra no vuelve a mencionarse en los inventarios, aunque debió de estar expuesta, ya que en 1599 un diplomático alemán aseguraba haberla visto colgada en las paredes del Real Alcázar de Madrid. Según su relato, se le habían pintado en el marco unos versos de Ovidio: «Mira lo que prometes: ¿qué sacrificio hay en tus promesas? En promesas cualquiera puede ser rico». Esta descripción cuadra bastante bien con la realizada en el inventario del Guardajoyas del Alcázar de alrededor de 1653, en donde también se hace referencia a los versos de Ovidio. Este documento dice: “Cargasele mas una pintura en tabla con dos puertas que se çierra con su marco de madera dorado de oro mate escritos unos bersos de obidio en el marco de la pintura que es de una Alemania preñada conmbestido Verde dando la mano a un moço bestido de negro que parece se casan denoche y los bersos del marco declaran como el uno al otro se engañan y las puertas son de madera pintadas Jaspeado que entregaron los dhos herederos tasada en duçientos Rs”. La explicación que se da de la pintura como podéis observar es del todo rocambolesca, pero explicaría el que ésta no estuviera colgada en el Alcázar en ninguna sala en época de Felipe IV. Su “ocultación” y custodia por parte del oficio del guardajoyas podría deberse entonces a que se la considerase poco “decente”, ya que en ella se veía la representación de una pareja en la que ella estaba embarazada y, como señala el documento, “se casan de noche y los bersos del marco declaran como el uno al otro se engañan”.
Casi la misma descripción de la obra es la que ofrece la testamentaría de Carlos II en 1701, documento que también la sitúa en el Guardajoyas del Alcázar. La fortuna quiso que la pieza sobreviviera al incendio del Alcázar de 1734 y es por ello que se habla de ella en la Testamentaría de Felipe V en 1747: “Se tasó en 4.000 rs. Ottra en forma de un oratorio Porttattil con unas Puertas Ymittadas â Jaspe de vara de altto y dos tterrcias de ancho de un Baron y una muger dadas las manos original y lo mejor de Alvertto Durero”. Aquí todavía la obra figura con las puertas que se le colocaron en época de Diego de Guevara, pero los encargados de realizar el inventario ya no son capaces de leer la inscripción y adjudican la pieza a Alberto Durero.
Tras el fallecimiento de Felipe V la tabla fue destinada a la decoración del Buen Retiro, a las dependencias destinadas al Infante Don Luis, gran amante de la pintura. Será en el inventario del Buen Retiro de 1772 donde se haga por última vez referencia a las puertas que la cubrían: “Otra en forma de Oratorio portátil con sus Puertas, que contiene un Hombre y una Muger agarrados de las manos de mas de vara de alto, y dos tercias de ancho origl. Escuela antigua”. De ahí pasaría a decorar el Palacio Real de Madrid en época de Carlos III a la denominada pieza del Retrete: “Vara de alto y tres quartas de ancho, Hombre y muger agarrados de las manos, Juan de Encinas Ymbentor de la Pintura al Oleo… 6.000”. Como indicabamos, la pintura ya figura sin las puertas y se da una nuevo dato, se dice que ésta fue ejecutada por Juan de Encinas inventor de la pintura al óleo, descubrimiento que en el siglo XVI Giorgio Vasari en sus “Vidas” adjudica a Van Eyck, con lo que en la entrada del inventario se pretendía hacer referencia a éste.
Con la llegada de los franceses a España, éstos fijaron su vista en este pequeño cuadrito. Ya Frederic Quilliet en la descripción de las obras que hizo del Palacio Real de Madrid en 1808 decía: “J. de Holbein, peintre célèbre de Henry VIII: Un chevalier & une dame enceinte; à bien soigner, magnifiques, curieux”. Su proclamación de que era una obra magnífica supuso la sentencia de salida de la pintura de nuestras fronteras. En 1816 apareció repentinamente en Londres como propiedad del coronel escocés James Hay, quien supuestamente había luchado en España. Se cree que éste pudo participar en la batalla de Vitoria en la que las tropas francesas, que escoltaban a José Bonaparte en su huida, fueron derrotadas por un ejército multinacional de británicos, españoles y portugueses al mando del Duque de Wellington. Tras la refriega, los británicos se incautaron de un cargamento de obras de arte que los franceses habían desvalijado de la colección real española. La mayor parte de ellas de pequeño formato y que se conoció como el “equipaje del rey José” gracias a la gran novela de Benito Pérez Galdós. Unos 90 cuadros, pero no éste, pasaron a manos de Wellington y posteriormente Fernando VII en un gesto de estupidez (lo sentimos, es lo que pensamos) se los obsequió formando parte ahora de las colecciones privadas del Duque de Wellington y de Apsley House.
Dentro del “equipaje” de José Bonaparte es seguro que figuró nuestra obra protagonista, siendo “distraída” del resto en algún momento de entre las casi 200 obras. Queriendo ganar algún favor real el coronel Hay ofreció como obsequio la pintura al príncipe regente Jorge IV, quien la tuvo durante dos años en Carlton House antes de devolverla a Hay en 1818. En 1842 el cuadro fue finalmente adquirido por la recién creada National Gallery de Londres por un valor de 730 libras esterlinas. Con ello acababa definitivamente el periplo histórico de la obra y se abría una etapa de análisis de su significado y simbolismo que dura aún hoy en día y que analizaremos próximamente.
La investigación sobre la procedencia de esta obra figura en el libro “El Inventario del Alcázar de Madrid de 1666. Felipe IV y su colección artística”.
Magnífico seguimiento de la obra. Por otra parte, ¡qué penita de rey “deseado”¡
Sí que es una pena… Fernando VII y su <> nos dejaron huérfanos de obras importantísimas…
Hay que plantearse la devolución de obras artísticas robadas de España ilegalmente, como esta. En los mismos términos que los robos efectuados por los nazis en la IIGM.
Hola Sergio!! Han pasado más de doscientos años, la cuestión creo que es imposible a estas alturas. Un saludo