Continuando con la difusión de artículos científicos publicados por el equipo de InvestigArt hemos decidido que le toca su turno a hablar de la Galería de Paisajes de Aranjuez, un espacio esencial dentro del palacio ribereño en el siglo XVII. Aquí y aquí podéis acceder a los artículos íntegros que dedicamos a este tema en los años 2004 y 2006. El presente texto que aquí os ofrecemos es una versión muy reducida de lo que en ambos artículos se cuenta.
La Galería de Paisajes del Palacio Real de Aranjuez fue la última transformación ornamental acometida durante el reinado de Felipe IV. Este espacio era el eje de unión entre las salas más importantes del Cuarto del Rey: la Cámara y el Despacho del soberano. La redecoración de todo el Cuarto Regio se acometió en los años sesenta del siglo XVII, finalizándose en ese momento tan sólo la Galería de Paisajes y quedando inconclusa la ornamentación de la Cámara y Despacho del monarca hasta el reinado de Carlos II (próximamente también os hablaremos de esos espacios).
La decoración de la galería del rey en Aranjuez se encuadra dentro del rico contexto del arte cortesano bajo Felipe IV, tras las grandes campañas decorativas dirigidas por Diego Velázquez en el Alcázar de Madrid. Durante los años treinta del siglo XVII el Retiro había suplantado a Aranjuez en su función de casa de campo, y por este motivo un gran número de piezas decorativas habían pasado del sitio ribereño al Retiro. Sin embargo, a partir de los años cincuenta del siglo XVII, Felipe IV retomará su interés por Aranjuez. Es por ello que empiezan a realizarse obras de remodelación y redecoración en este Real Sitio. Estos trabajos, en un principio, afectaron al Jardín de la Isla donde se comenzó una campaña (1656-1661) en la que se instalaron diversas fuentes, entre ellas se montaron la de los Tritones, la de Hércules y la de Neptuno. Cuando los trabajos en el Jardín llegaron a su fin se inició la remodelación interior del palacio, especialmente en lo que era el “Salón”.
Para la decoración de la galería se crearán 33 lienzos, de los que se conservan 20 en la actualidad. Todos los lienzos que fueron creados para el “Salón” tienen como denominador común la temática paisajística, aunque dentro de ésta podemos dividir los óleos en diferentes subgéneros: paisajes con mitologías (Mercurio y Herse, Mercurio y Argos, El baño de Diana, Diana Cazadora, El dios Pan…), ruinas (concretas: El Arco de Tito; o ficticias: Jardín Palatino, Edificio clásico con paisaje…), Reales Sitios (Vista de El Escorial, Campillo, El Pardo, El Buen Retiro…), vistas de la naturaleza o lugares concretos (Civitavecchia, Un país de campo y un riachuelo, Marina con su puerto…) y vistas de Aranjuez (La fuente de Hércules, La fuente de los Tritones, La calle de la reina y El cenador de la Isla).
Es significativo, que en la sala más representativa de la residencia ribereña, en el único lugar donde podían tener lugar recepciones y otro tipo de actos públicos, no se hiciera mayor hincapié en el contenido simbólico de las escenas mitológicas. La única referencia que se hace es la vinculación de Hércules –presente en la el lienzo de La fuente de Hércules– con Felipe IV, haciendo alusión a los orígenes míticos de la Casa de Austria y uniendo así, como ya habíamos apuntado, el presente y el pasado de la monarquía hispánica. El resto de episodios mitológicos que se reflejan en el “Salón” giran en torno a las consecuencias trágicas del amor. El carácter de recreo y estacionalidad de la residencia ribereña es lo que posiblemente la liberó de trasmitir ese fuerte sentido simbólico que queda bien patente en otros palacios.
En Aranjuez el interés se centró en crear un lugar que resultara el paradigma de la belleza natural, una especie de paraiso terrenal para el rey de España. Esta significación de la residencia ribereña expresaba asimismo a la perfección la magnificencia de la dinastía –que hasta podía dominar la naturaleza–. Esto queda patente en el retrato de Carlos II niño en la galería de paisajes de Aranjuez, realizado poco tiempo después de la muerte de Felipe IV, y en el que Carlos II, rey ya de España, aparece en el interior de la recién terminada galería de paisajes de Aranjuez, con el cuadro de la Fuente de los Tritones al fondo. Éste es posiblemente el primer retrato que se realizó de Carlos II ya como rey, y el escenario elegido para su representación fue la residencia ribereña y no el Salón de los Espejos del Alcázar madrileño, que luego sería el lugar designado a la hora de retratar al soberano.
En cuanto a los artistas que trabajaron en este espacio, la presencia de creadores cercanos a Velázquez nos hace vislumbrar la posibilidad de que el pintor sevillano estuviera detrás de este proyecto como Aposentador Mayor de Palacio, tal como sucediera en las decoraciones del Alcázar madrileño. Artistas de su círculo, bien Benito Manuel de Agüero o Juan Bautista del Mazo, o ambos en colaboración, realizaron un completo ciclo pictórico, consistente en treinta y tres lienzos, en los se entralazaban los paisajes, la mitología y las ruinas clásicas.
Acompañando a los lienzos, en la bóveda se creó una decoración de estucos con figuras en relieve. Está fue realizada por el escultor italiano, afincado en Valencia, y especialista en estucos Juan Bautista Morelli, con quien Velázquez habia iniciado contactos en 1659. Morelli se había formado en Roma, y sus obras denotan un estilo delicado y sutil, más en la línea de Duquesnoy que en la de Alessandro Algardi, con quien colaboró en 1646 a propósito de la reforma de la basílica de San Juan de Letrán. Los trabajos de estucos en la galería están documentados entre 1663 y 1664, y aunque nada ha quedado de ellos, debieron de ser similares a los que realizó a continuación para el Despacho del Rey y que aún hoy se conservan. Estos estucos deben ser a los que Palomino hace referencia cuando dice, en la vida de Morelli, que “habiendo comenzado unos adornos de estuque en algunas piezas de aquel Palacio [Aranjuez], se quedaron sin acabar, por muerte del señor Felipe Cuarto, y también por estar mal asistido de medios”.
En la Galería de Paisajes de Aranjuez los lienzos y los estucos se daban la mano creando un ambiente envolvente que recreaba un jardín interior. Un jardín interno que estaba en paralelismo e íntima relación con el jardín que rodeaba todo el palacio, como ocurría en otras residencias regias. El carácter de recreo y estacionalidad que tenía la residencia ribereña propició que las decoraciones de la Galería se liberaran de transmitir un fuerte contenido simbólico, algo que primaba en la ornamentación de las salas más representativas del Alcázar (Salón de los Espejos) o Retiro (Salón de Reinos), palacios habitados más frecuentemente. Así pues, en el palacio ribereño pinturas y estucos fueron escogidos como la forma más adecuada para la representación del monarca. Arte y poder se unían bajo un mismo espacio: la Galería de Paisajes del Palacio Real de Aranjuez.
Magnifique!
Gracias!!! 😉
Qué maravilla de artículo, la verdad que Aranjuez en los siglos XVII y XVIII debía de ser toda una joya, sobretodo en el reinado de Fernando VI. Una lástima que el periodo isabelino haya estropeado de forma tan aberrante un palacio hecho para la fantasía. Y mejor ni hablo de las condiciones estéticas en las que se encuentra el parterre.
Gracias Daniel!! La verdad es que tenía que ser absolutamente maravilloso. La época Isabelina trajo decoraciones interesantes, pero destruyó mucho de lo creado en época de los austrias… Una pena, pero al menos nos quedan las reconstrucciones digitales 😉