Siguiendo con nuestro hilo conductor de la semana pasada (recuerda el post aquí), que no es otro que la figura de Alonso Cano, pasamos ahora a ver otras catedrales alteradas o culminadas en la edad moderna o más bien construidas íntegramente en este periodo. Nos referimos a las de Granada y Málaga.
El proceso constructivo de la catedral de Granada, está marcado por las intenciones políticas de la corona española respecto al reino nazarí de Granada. Los Reyes Católicos decidirán que sea la recién conquistada ciudad el lugar de enterramiento de los reyes de España, construyendo así allí una nueva capilla real en detrimento de su anterior opción que era el convento toledano de San Juan de los Reyes.
Juan Guas: Capilla mayor de San Juan de los Reyes, Toledo. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Será en 1505 cuando Fernando de Aragón encargue a Enrique Egas la construcción de la capilla real y catedral según trazas ya dadas por un arquitecto desconocido. El modelo elegido será el de la planta de la Catedral Primada de Toledo, que no hay que olvidar que también tuvo un carácter funerario en sus orígenes. Carlos V, decidido a seguir la idea de la creación de un panteón real en Granada será quien de un nuevo empuje a la realización de la catedral ya que no estaba conforme con la capilla real, la cual consideraba demasiado pequeña y oscura para ser panteón dinástico, y su intención era convertir el altar de la catedral en un mausoleo imperial.
Planta de la Catedral de Granada.
En 1528 será Diego de Siloe, quien tome la dirección de las obras de la catedral granadina y cambie el proyecto gótico de Egas por uno de tipo renacentista. En éste se conjugaban la forma concéntrica para la cabecera y una basílica de cinco naves. Uniendo de este modo la idea de rotonda circular, de amplio sentido funerario en la arquitectura occidental, y la basílica, en un sentido más propio de la función de una catedral. La inserción de la rotonda en la cabecera de Granada, con función funeraria, hace de ésta una catedral distinta de las otras proyectadas por Siloe en Andalucía, como la de Málaga. Si bien ambas tienen un punto de partida común: el modelo de la catedral de Sevilla, que con sus cinco naves tiende al alzado de hallenkirchen, aunque en planta sea el modelo toledano el más significativo. Siloe conocía sobradamente los modelos castellanos de capilla funeraria octogonal asociados a la cabecera de una catedral. Él mismo había trabajado en la capilla del Condestable de la catedral burgalesa, obra que puede ser tomada como precedente de su solución para la idea de una rotonda, aunque es el Santo Sepulcro de Jerusalén la referencia más obvia.
Diego de Siloe: Capilla del Condestable en la Catedral de Burgos. Foto: marcp_dmoz
Las obras de la catedral de Granada fueron interrumpidas en 1563 tras la muerte de Siloe y se ha señalado también la repercusión que en esta interrupción tuvo la decisión del nuevo monarca, Felipe II, de construir un nuevo panteón real en El Escorial, del que se colocó la primera piedra en 1563. En ese momento estaba ya concluida la rotonda y el muro exterior hasta la altura de las bóvedas. En 1577 se abre un concurso para elegir al maestro de obras de la catedral, en un nuevo intento de reanudar la actividad constructiva. Se van a levantar entonces el segundo cuerpo de la torre, y se van a abovedar las naves, labor que se prolongará durante todo el XVII, eligiéndose bóvedas de nervaduras góticas, ajenas al proyecto de Siloe, por ser éstas más estables.
Ya en el siglo XVII, en la década de 1660, se concluirá la mayor parte de la nave y el Cabildo se concentrará en la fachada, con la intención de seguir uno de los proyectos de 1577 de aire siloesco. En junio de 1664 Gaspar de Peña será nombrado nuevo maestro mayor de la catedral, y éste se mostrará insatisfecho con algunos aspectos de los planos renacentistas. El Cabildo le concederá el poder para cambiar dichos planos, alteraciones que no debían transformar mucho el planteamiento renacentista de la fachada, y algunos arquitectos expresarán su desacuerdo con el proyecto guiados por el cambio de gusto. Se presentarán entonces varios proyectos nuevos, nombrándose un comité evaluador compuesto por Eufrasio López de Rojas y José Granados de la Barrera el 12 de noviembre de 1666. Alonso Cano presentará un diseño que será elegido en mayo de 1667.
Una vez cerrado el tema de la fachada y terminadas las naves de la Catedral, el empeño del Cabildo será dotar a la catedral de un elemento importante en las catedrales modernas, el sagrario (nº 3 de la planta que mostramos). En Granada, éste es un edificio de gran autonomía arquitectónica, trazado por Hurtado Izquierdo ya en el XVIII, y que ocupa todo el solar de la antigua mezquita mayor de Granada, espacio pensado por Siloe para un pequeño sagrario y un claustro. Además se ampliará el coro de la nave central, haciéndolo más grande y monumental, siendo un elemento que intensifica más el efecto de arquitectura centralizada de la rotonda de Siloe y que quedó desvirtuado tras los cambios ejecutados en este siglo, en el que se retirará el coro de canónigos de la nave central y se situará entre los pilares de la rotonda.
Sagrario de la Catedral de Granada. Foto: La Alacena de las Ideas.
De esta manera la catedral de Granada prolongará su actividad constructiva durante toda la edad moderna. Si el primer proyecto era aún medievalizante, en un planteamiento gótico del espacio en el que la arquitectura “moderna” o gótica solía asimilarse a edificios con función religiosa mientras que el estilo antiguo o “al romano” era más propio para una arquitectura de connotación civil; el proyecto definitivo será el primer intento de crear en lenguaje renacentista una catedral.
Alonso Cano vendrá a “cerrar” la parte primordial de la obra catedralicia, pues con su proyecto culminará la construcción del cuerpo principal de la catedral y la proyectará hacia la ciudad. Y como se ha señalado, en su proyecto Cano parece querer medirse, con las armas del pintor, con el arquitecto Siloe, con la arquitectura de una catedral inacabada a la que, a la postre, él mismo debía poner cierre, construyendo la fachada y abriendo, por tanto, el edificio dentro de una paradoja barroca, la de cerrar abriendo. Asimismo tendrá el gran acierto de coordinar su proyecto de fachada con la creación de un barrio de nueva planta del cual es centro y atrio el frente catedralicio.
Fachada de la catedral de Granada.
El proyecto de fachada de Siloe contaba con dos antecedentes importante: las portadas en arco del último gótico y primer renacimiento español, tales como San Esteban en Salamanca, y algunos ejemplos italianos de fachadas en arco de triunfo, como podían ser la fachada de Alberti para San Francisco en Rímini, o los proyectos de Sangallo el Joven para San Pedro de Roma. Cano partirá con el pie forzado de mantener los podios de la fachada quinientista para su proyecto, lo cual le confiere a ésta ya de por sí una personalidad propia. Se ha señalado que Cano no hubiese proyectado una fachada nueva usando esos retranqueos, que refuerzan la imagen de arco de triunfo, pero es uno de sus grandes aciertos el saber aprovecharlos para un proyecto completamente barroco.
En la fachada de Cano van a aparecer los elementos decorativos que le son propios ya desde que definiera su lenguaje arquitectónico en los primeros retablos de su etapa sevillana, tales como el de San Juan Evangelista en Santa Paula de 1636-1638. Estos elementos son tratados aquí casi de forma secundaria, para dar algún golpe de decoración, pues lo que prima en el diseño canesco es la concepción geométrica. Con una reiteración del motivo del círculo, heredado seguramente del proyecto siloesco, y una utilización muy plástica de las placas recortadas y la hoja canesca, tan propia de la lingüística de Cano desde su periodo sevillano, y que él difundió por ámbitos diversos, como en la corte. Aunque como señalara Camón Aznar:
“Sin embargo, el mayor efecto se consigue con el profundo claroscuro de los contrafuertes. Avanzan de tal manera y su modulación y proporciones son tan semejantes a los pilares interiores de cualquier templo barroco, que parece que esta fachada ha quedado como el residuo de un derrumbamiento, del cual se mantienen en pie los pilares y las bóvedas iniciales. Produce la impresión de que esta estructura se podría continuar formando un grandioso interior seiscentista…”.
El resultado final es una fachada de tres calles divididas en dos cuerpos, rematado el último por unos arcos de medio punto, a mayor altura el central. Un entablamento, con fuerte saliente, recorre toda la fachada contrarrestando la fuerte verticalidad del conjunto. Los muros se articulan por medio de pilastras cajeadas sin capiteles, en el cuerpo bajo, y con un golpe de follaje a modo de capitel en el piso superior. El efecto de la fachada es estático ajeno al concepto barroco de sugerencia de movimiento, pero no hay que olvidar la clara tendencia hacia el clasicismo que siempre tuvo Cano desde su etapa madrileña y que se acusa en algunos de sus dibujos para retablos. La ausencia de los órdenes clásicos, no es tanto un elemento de anticlasicismo como una reflexión de Cano sobre los órdenes de arquitectura, no para secundar la codificación canónica de la tratadística, sino profundizando en sus bordes, en los límites del clasicismo, algo que es verdaderamente novedoso especialmente en la arquitectura española.
El efecto actual de la fachada no es exactamente el propuesto por Cano. Éste solo pudo dar las trazas, al llegarle la muerte cuatro meses después del encargo del Cabildo de que realizara la fachada y dirigiera las obras. Los añadidos de los relieves y esculturas en el siglo XVIII por parte de la familia Verdiguier alteraron un tanto la sobria composición canesca, dándole un aire rococó, ajeno totalmente al espíritu del artista granadino.
La visión de un Cano arquitecto sin arquitecturas no ha de ensombrecer su labor como especulador teórico de las mismas. Recordemos que éste se había educado en un ambiente culto, heredero del humanismo del XVI, que veía en las artes un componente intelectual que las apartaba del mero servilismo manual. El hecho de que al final de su vida proyectara su única obra construida en piedra no debe de restar mérito a sus experiencias en el campo de la especulación arquitectónica en la corte, donde fue el introductor del modelo de retablo que había de triunfar en la segunda mitad del siglo XVII. La obra granadina se enmarca así dentro de un campo importante de la arquitectura barroca, como es el hecho de concebir una fachada, pensada como proyección al exterior de la obra interior y en muchos casos ajenas a éste. El hecho de que Cano levante la fachada por encima de la bóvedas de la catedral, le confiere independencia del interior, y a la vez nos muestra el intento del artista por dotar de magnificencia a la obra.
Aparte de la intervención en Toledo y en Granada, si hacemos caso a Antonio Palomino, parece ser que Alonso Cano participará en la catedral de Málaga. Para ésta haría las trazas del tabernáculo del altar mayor y la sillería de coro por iniciativa del obispo Don Fray Alonso de Santo Tomás. El caso de la catedral de Málaga es parecido al de Granada. Una vez conquistada la ciudad a los árabes en 1487, se consagrará su mezquita mayor como iglesia, dedicándose a Nuestra Señora de la Encarnación. Las obras de la nueva catedral no comenzarán hasta 1527 y no está claro de quién fueron sus primeras trazas. El primer maestro de obra será Pedro López y las obras comenzarán por los cimientos, sin tocar la antigua mezquita para no interrumpir el culto. La primera paralización vendrá en 1541, al parecer por una desviación en las obras. En 1550 ya se estará levantando la catedral actual, cuyo referente parece claramente Granada. Aunque no se sabe el grado de implicación de Siloe en su planta hay alguna referencia antigua a que éste diseñó la cabecera de la catedral, por lo que los especialistas no dudan en atribuirle a él su traza.
Gustave Doré y grabado Degreef: Vista del puerto y Catedral de Málaga. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Al concluir el siglo XVI estarán finalizadas tanto la cabecera como los brazos del crucero de la catedral de Málaga, cubriéndose estos últimos con una techumbre provisional para poder trasladar el culto a la nueva catedral en 1588.
El resultado fue una catedral de tres naves, separadas por pilares de pedestal cruciforme. El crucero se acusa en altura. La cabecera se conforma con un deambulatorio de una nave con capillas entorno a él. La capilla mayor se adapta a un semidecágono formado por pilares corintios entre los que se trazan altos y estrechos arcos de medio punto reforzados por otros de entibo más bajos. Las bóvedas son de tipo vaídas.
El esfuerzo económico que supuso el comienzo de la obra se tradujo posteriormente en un parón que va a durar todo el siglo XVII, en el que únicamente se intervendrá en el coro. La continuación de la catedral será a partir de 1719, bajo la maestría de José de Bada y Navajas, quien comenzando la obra desde la fachada llegará hasta lo ya construido en sentido inverso, realizándose a la vez también las torres que flanquean la fachada.
En 1764 se unirá la obra nueva con la vieja, momento crítico que debió ser revisado por numerosos arquitectos para que no se resintiesen las bóvedas. Tan sólo dos años depués, en 1766, se comenzará a solar la catedral y con ello se darán por concluidas las obras fundamentales, quedando inconclusas varias partes del edificio, tal y como aún es visible en nuestros días.