El 16 de noviembre de 1700, con tan sólo diecisiete años de edad, Philippe d’Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, se convertía en Felipe V de España, primer monarca de la dinastía Borbón y gobernante que estaba destinado a devolver la grandeza a una débil monarquía hispánica, por lo que pronto se le conoció con el sobrenombre de “el animoso”.
Felipe fue entrenado por su abuelo desde niño para una posible sucesión en la corona española ya que Luis siempre dio importancia a la herencia de su mujer, la infanta María Teresa de Habsburgo, hija mayor de Felipe IV. Sobre este asunto tratamos en un post anterior (aquí).
A su llegada a Madrid, Felipe comprobó qué diferente era el protocolo de la casa de los reyes de la dinastía Habsburgo con la de su abuelo francés. Para Felipe, vestir con golilla almidonada y con traje negro, resultaba tan insidioso como las estancias en un Alcázar de origen medieval que estaba diseñado para ocultar la presencia del rey en vez de ser el centro de la vida del mismo, como era el palacio de Versalles donde había nacido.
Por estas causas el Buen Retiro será la residencia preferida por Felipe V en Madrid. El nuevo rey se encontraba más cómodo en el palacio de recreo de Felipe IV que en la residencia oficial del Alcázar. Su concepción como lugar del esparcimiento y el protagonismo indiscutible de los jardines, así como su vocación suburbana, a espaldas de la ciudad de Madrid, eran para él elementos que le recordaban a su añorado Versalles. Sobre el origen del palacio del Buen Retiro dedicamos también un post (aquí).
Seguramente este hecho propiciará que sea el primer lugar de los Reales Sitios que Felipe V decida transformar dentro del gusto francés en el que se había criado. Sin embargo, el estallido de la Guerra de Sucesión, y la inestabilidad de su trono en esos momentos serán decisivos para que estas ideas apenas pasen del papel.
Parece indiscutible que en los primeros años del reino el gusto del rey es claramente francés. Para emprender la reforma del Buen Retiro pide ayuda a su abuelo Luis XIV que le cede a su arquitecto Robert de Cotte, que no viene a Madrid, pero prepara desde allí sus primeros diseños de reforma del palacio irregular de Felipe IV, según planos que le son enviados desde Madrid.
De Cotte raramente se alejaba de París, pero eso no le impidió ser uno de los arquitectos más influyentes en la gran arquitectura cortesana europea. En el caso madrileño mandó a su ayudante en el taller, René Carlier, para hacerse cargo de las obras. La principal labor de Carlier será además de plasmar el estado del Palacio del Buen Retiro, realizar dibujos sobre los cambios en las decoraciones que él está realizando. Éstos fueron inmediatamente llevados a París para la supervisión de De Cotte y sobre todo del rey Luis XIV, quien intervendrá y aconsejará a su nieto también en estos aspectos.
Pero volvamos al Retiro. De Cotte, primero planteó un “enmascaramiento” del palacio del Buen Retiro con una serie de fachadas y torreones que en un lenguaje más acorde con el gusto francés, dotasen al palacio de cierta regularidad geométrica que no tenía. Pretendía realizar así una trasposición del modelo francés de “court” o patio formado por tres alas que se abre en perspectiva hacia la ciudad o hacia la puerta de Alcalá en cada uno de los proyectos.
En 1714, De Cotte planteará dos nuevos proyectos que dejaban intacto el Palacio de Felipe IV. Va a ser en los jardines de éste donde planea instalar una nueva residencia conectada al antiguo palacio por una galería que partiría del Casón. Estos proyectos están planteados en un lenguaje arquitectónico puramente francés, que puede conectarse con una tradición que va desde la galería del Louvre a los palacios de la Plaza de la Concordia ya avanzado el siglo XVIII en época de Luis XV.
El primer proyecto está caracterizado por el potente eje Norte-Sur, que partiendo de la calle Alcalá acabaría en Atocha. Comienza en una plaza circular donde confluyen unas avenidas que nos conducen al palacio. Un antepatio se cierra con una zanja para no obstruir la vista del Palacio, y por pabellones para guardia y edificios para los secretarios de Estado.
El Palacio, formado por tres crujías, es una transposición ideal de la planta noble de Versalles, donde las escaleras laterales juegan un papel análogo a las escaleras de la Reina y de Embajadores en el palacio de Luis XIV. En la planta principal se sitúan las habitaciones reales que se agrupan en número de cuatro, cada aposento se compone de habitaciones principales, secundarias y pasadizo, siguiendo el modelo de Versalles. Sin embargo, no se trata de una copia servil, utiliza también patios interiores para dar luz a habitaciones reservadas a la intimidad y al servicio, como en el Palacio de Luis XIV, pero falta la galería tan característica del palacio francés, que aquí es sustituida por dos salones comunicados entre sí por dos pares de columnas que sostienen una tribuna para músicos. El salón que da a la fachada de los jardines es de planta oval cubierto con una cúpula que se trasdosa al exterior, rompiendo la horizontalidad del palacio. Los interiores muestran un revestimiento parecido a los de Marly o del Gran Trianon, que también servirán de modelos para las composiciones del jardín el primero, y para la utilización de peristilos el segundo. En el alzado exterior, adopta un lenguaje clasicista derivado de Bernini, con un piso bajo almohadillado con vanos de medio punto y claves esculpidas que soporta un orden colosal. De remate coloca una balaustrada con jarrones y opta por una cubierta plana en vez de los tejados de pizarra de la tradición Austria en España. El cuerpo central se realza con el clásico “risalto”, que se intensifica además por la cúpula que corona el centro del edificio.
El segundo proyecto conserva casi exactamente igual los jardines y la comunicación con el Casón, pero propone un edificio de trazado diferente, un “plan de belleza geométrica pura” en palabras de Bottineau. En el patio principal proyecta pabellones y cuerpos de viviendas con mayor magnificencia, para albergar ministerios, las caballerizas, y las “gentes de consideración”.
El cuerpo del palacio es ahora un bloque cuadrado de planta cruciforme en su interior, en una transposición de Marly. En el centro sitúa un salón octogonal que hace de centro del palacio y está cupulado, dando énfasis a dicho centro, y que enlaza con el bloque por medio de cuatro galerías que comunican con las cuatro salas situadas en el centro de las fachadas. En una de las galerías sitúa la gran escalera imperial de tres rampas y una capilla. Las cuatro salas del centro de las fachadas son de planta ovalada, y se resaltan en la fachada mediante un leve avance del muro, similar a la concepción de muchos palacios europeos del momento como Wüzburg. La planta está relacionada también con el contemporáneo proyecto de De Cotte para Poppelsdorf, y que anuncia lo que será Caserta más tarde.
En los dos proyectos tiene gran importancia el desarrollo del jardín al modo francés, fundamentados en grandes perspectivas con parterres decorativos basados en dibujos mediante el uso de arbustos de boj. Lejos quedaba el estilo Austria de jardines de olor, con pequeños parterres semiocultos mediante el uso de pérgolas y juegos de sorpresa, que era lo propio de los jardines del Buen Retiro. En el caso del proyecto del arquitecto de Luis XIV, los jardines se prolongaban en una larga perspectiva que culminaría en el cerrillo de San Blas, lugar que ahora ocupa entre otros el Real Observatorio Astronómico, con un gran estanque con un surtidor de agua.
Los dos proyectos fueron archivados, no sólo por los gastos de construcción demasiado altos en ese momento, sino porque además la llegada en 1715 de la nueva reina, Isabel de Farnesio, dará un giro en el gusto artístico de la corte, inclinándose más hacia lo italiano en detrimento de lo francés. Es lo que hemos llamado el “efecto Farnesio” al que ya dedicamos también otro post (aquí).
Así las cosas no hubo cambios realmente importantes en el palacio del Buen Retiro y sus jardines, los cuales resistieron bien el cambio de dinastía y fueron utilizados asiduamente por Felipe V y su hijo Fernando VI. No será hasta el reinado de Carlos III que empiece el declive de este singular espacio madrileño, que pudo ser un segundo Versalles, pero que al final fue casi destruido en su totalidad (ver post aquí). De él nos ha quedado un bello edificio con frescos de Luca Giordano (ver post aquí), el Salón de Reinos (ver post aquí y puedes firmar por su reconstrucción aquí) y un hermoso parque para el disfrute de todos. Conformando uno de los escasos lugares de nuestra ciudad que conjuga Arte, Historia y Cultura con naturaleza y ocio. Un verdadero edén urbano que se postula para ser declarado Paisaje Cultural por la UNESCO (si quieres apoyar esta iniciativa entra aquí).
Os animamos a que firméis nuestra petición de Change.org para que se reconstruya el #SalónDeReinos del Buen Retiro. No te llevará ni medio minuto y la historia del arte de lo agradecerá (pincha aquí).
Cuando hace una década conocí la historia de este proyecto sentí un escalofrío y una rabia inmensa. Y me refiero no a la propuesta de “lavado de cara” sino a la propuesta de palacio de nueva factura en forma de U. Todavía hoy me sigue generando un sentimiento extraño y de incomprensión, el no entender por qué narices no se llevó a cabo un monumento que emana tanta perfección que Versailles se queda deslucido a su lado.
Históricamente tenemos la excusa de que los gastos del final la guerra impedían su ejecución pero narices! mejor hubieran dejado “tranquilitos” el palacio de Aranjuez, el del Pardo, el Alcázar y el viejo Buen Retiro y con todo eso ya había fondos, además de dejarnos para la posteridad los palacios de los Austrias más íntegros. De haberse construido además, posiblemente hubiésemos tenido un trazado de Madrid distinto, a su alrededor, y hasta en la Guerra de la lndependencia de 1808 hubiera sido mucho más difícil que ,como consecuencia de la misma, se hubiera destruido el Real Sitio del Retiro por estar más reforzado con enorme palacio a su lado.
Hubiera sido maravilloso imaginar cómo serían hoy las visitas turísticas a los “dos Retiros” y ver en ellos el cambio de gustos de la dinastía, muy probablemente hasta el Alcazar hubiera quedado en paz y llegado hasta hoy . Una lástima.
La otra excusa que se da es la llegada de Isabel de Farnesio, la verdad que para España tal vez hubiera sido mejor que: 1) Maria Luisa Gabriela no hubiese muerto y hubiese envejecido con Felipe V, o 2) que si ya que era su destino morir joven, que al menos la Princesa de los Ursinos hubiera escogido mejor. Creo que esta última aún se está revolviendo en su tumba, eligió mal para sus intereses, y para España. Gracias darle visibilidad a esta maravilla 🙂 Imaginaremos la suntuosidad que hubiese guardado en su interior o tb podemos ” ir al ministerio del tiempo” a ver si no dejan hacer algún apaño no? 😀
Hola Daniel!!
Gracias por este pedazo de comentario… Bueno, al menos tenemos los diseños y podemos imaginar cómo habría sido, como el título de un viejo catálogo de arte: “Propuestas para un Madrid soñado”…
Fantástico reportaje. Muy interesante.
Gracias
Fantástico, muy buen post. Nada mejor que aprender, y he aprendido. Enhorabuena.
Muchísimas gracias!! Nos alegra haber sido útiles