Continuamos hablando de las casas de campo que Felipe II compró entorno al Monasterio de El Escorial para servir tanto de manutención del monasterio como de asueto y divertimento para el monarca durante sus estancias en el Real Sitio (el primer post sobre el tema lo tenéis aquí). Hoy vamos a hablar de los sitios de Monesterio, Fresneda y el Santo.
MONESTERIO
La compra de la villa de Monesterio fue en paralelo a de El Campillo (sobre el campillo ver aquí), que también era propiedad del Duque de Maqueda. En esta posesión existía “une raysonable maison de playsance” según una descripción de L’Hermite de 1596. Esta casa fue reparada para su nuevo uso y unida a la de Campillo a través de una avenida de olmos. Juan Gómez de Mora indicaba algo más tarde que “una legua mas a la parte de oriente de la cassa de Campillo hizo el Rey Don Felipe Segundo otra cassa cuio nombre es el de Monestrio. Base desde el Campillo a él por una avenida de álamos, olgura entretenida por la grandeza de sus prados y caza que acude a la guarda y custodia destas cassas. Es la del Monestrio muy cómoda y a lo alto suelen posar Sus Majestades y en lo bajo las comodidades de sus officios y criados”.
En Monesterio es posible ver la influencia de la arquitectura clásico-manierista de fines del siglo XVI. A juzgar por los diseños conservados y por una vista del siglo XVII, la casa representa un paradigma del cambio que experimentaban las casas de campo del Rey cuando en algunas ocasiones eran articuladas bajo la disciplina del tardo clasicismo. Las fuentes gráficas nos ofrecen una villa de volúmenes serenos, alzada sobre una escueta planta rectangular, precedida de un pórtico configurado por cinco arcos de medio punto y coronado por un frontón triangular con óculo, que sirve de noble coronamiento. En tierras agrícolas la casa de Monesterio destaca por ser representación de un modelo desornamentado y equilibrado. Un modelo que nada tiene que ver con el tradicional español que hemos visto en las casas de Felipe II hasta ahora.
Colindante a la vivienda señorial se situaba una pequeña capilla o ermita. Ésta había sido la iglesia del pequeño poblado de Monesterio y fue lo único junto a la casa del duque de Maqueda que permaneció tras el despoblamiento. La ermita estaba alzada sobre una plataforma con amplia escalera. La capilla contaba con un leve pórtico in antis coronado por frontón curvo que aparenta haber sido empotrado en la propia fachada.
Se tiene noticias de que la casa y la ermita se rodearon de huertas y de un pequeño jardín para el que se trajeron flores de Flandes. El emplazamiento de tal zona ajardinada se intuye que estuvo delante de la fachada principal aunque ninguna de las fuentes gráficas lo confirman.
Durante los siglos XVIII y XIX se realizaron diversas obras de mantenimiento en la propiedad como “mejoras en la cassa” u “obras en el pajar y caballerizas”. Pero tras la desamortización la casa comenzó un deterioro imparable. Hoy en día lo único que se conserva es la alameda arbolada que unía las casas de Campillo y Monesterio y una pequeña parte del edificio principal.
Una bonita y poética descripción de lo que en tiempos fueron las heredades de Campillo y Monesterio nos la ofrece Fray Francisco de los Santos: “Campillo y Monesterio, y en cada una su casa de campo, que se comunican y dan las manos por una espaciosa calle con dos ordenes de espesos olmos, que corren de largo una legua de una a otra; y en todo lo que se dilatan sus campos se visten de mucha diferencia de robles, fresnos, pinos, y otros árboles que hacen muy agradable vista. Los montes se adornan de esas mismas plantas y de las jaras y helechos, cuyo verdor oscuro dura todo el año. Combidados de la abundancia de la hierba, bajan al pasto los venados a manadas, los corzos, gamos, los jabalíes, de que hay gran multitud en estas dehesas. Los conejos sin numero saltan entre la verdura y se halla todo genero de aves en el vuelo de este distrito así las que sirven para la delectación con su armonía, alegrando las primaveras –que son aquí de las mejores del mundo- como las que dan ocasión para el divertimento de la caza y admiración con su grandeza. Hasta las águilas reales tienen su habitación en estas cumbres y si hay aves que anuncian los sucesos, estas debieron de anidar aquí mas que en otras partes anunciando que este sitio debía ser morada de las Aguilas de Austria”.
En la actualidad Monesterio se encuentra en grave peligro de desaparación formando parte de los edificios en la lista roja del Patrimonio (ver aquí). Esperemos que las autoridades tomen cartas en el asunto antes de que sea demasiado tarde, como siempre.
LA FRESNEDA
En 1563 Felipe II compraba la pequeña aldea de La Fresneda y una serie de terrenos adyacentes a ella. En este conjunto de unas 2.331 hectáreas de terreno, habrá una porción de unas 93 hectáreas, denominada La Granjilla, que será la utilizada como finca o lugar de recreo para la Familia Real y los frailes. Ese lugar será el elegido por Felipe II para la construcción de una casa-palacio y de un convento para los monjes, en los cuales el monarca dio rienda suelta a los modelos constructivos de la antigüedad y del norte de Europa. Ambos edificios han llegado hasta nuestros días al igual que la iglesia de San Juan Bautista, originaria del siglo XIV, y que fue conservada como oratorio por Felipe II.
La casa-palacio de Felipe II
El encargado del proyecto de este edificio fue Gaspar de Vega. El arquitecto diseñó un edificio rectangular, sencillo, dividido en dos alturas, pero muy influenciado por la arquitectura centroeuropea. Recreó en La Fresneda una casa de campo de indudable sabor flamenco, con una cubierta a dos aguas muy pronunciada, terminaciones escalonadas y tejados empizarrados.
Al mismo tiempo, que la casa rezuma influjos flamencos, también ésta bebe de la arquitectura clásica, ya que Gaspar de Vega insertó en la Casa del Rey una portada de orden rústico claramente derivada de los modelos del tratado de Serlio. En dicho tratado, cuando se habla del orden rústico se dice lo siguiente: “el orden rústico sería muy al propósito para algunas casas de campo y de placer… obras semejantes, dan gran autoridad a la casa y ennoblecen los lugares”.
Este lenguaje a la rústica y el gusto por las cubiertas flamencas relaciona estas construcciones de Felipe II con los ambientes internacionales. Se pretendía así, en algunos edificios, enmarcar la arquitectura áulica en un contexto más amplio que el de la pura tradición hispánica, que es la que vemos está presente en la mayor parte de los edificios estudiados en esta memoria.
La casa de los monjes
La casa de los monjes también se debe a Gaspar de Vega, quién finalizó las obras en 1569. La solución adoptada aquí por el arquitecto posee sorprendentes referencias anticuarias. El edificio, de una sola planta, cuenta con un patio central de rudas columnas de orden toscano. Éste está cerrado sólo en tres partes por medio de un cuerpo de edificio cuya cubierta es también a dos aguas y con tejas de pizarra. La construcción figura así un verdadero “impluvium” romano, una cita casi literal de la “casa de los antiguos”.
En ambas construcciones queda bien patente el abandono radical de cualquier residuo decorativo. Algo que llegará a su máxima expresión en El Escorial. Así pues la piedra berroqueña y el granito, materiales por excelencia en estos edificios, serán utilizados como material más noble, realzando puertas, ventanas y esquinas. La sencillez constructiva y el juego de materiales y volúmenes parece presidirlo todo.
Pero La Fresneda no sólo destacó por su giro hacia la arquitectura clásica, sino que también cuenta con uno de los jardines paisajistas más bellos de Europa. Estos fueron muy alabados en su época (ver capítulo dedicado a jardines) y ofrecen un tratamiento rico en soluciones y matices. Así, los estanques, las esculturas, los templetes y la variedad en los jardines consiguieron crear una escenografía de gran efecto. Esto unido a la presencia de un variado mundo animal –gamuzas, ciervos, faisanes, cisnes, patos, francolines…- hicieron de La Fresneda un pequeño paraíso.
La Fresneda, la cual había permanecido bastante bien conservada, en 2010 fue objeto de ciertas obras para acondicionarla como finca de celebración de bodas. Éstas, desgraciadamente, parecen haber cambiado sustancialmente la imagen de la propiedad (ver diversos post aquí), la cual desde 1869 está en manos privadas y en la actualidad pertenece a la constructora Aguirre & Newman. La Granjilla de La Fresneda está declarada Bien de Interés Cultural por la Comunidad de Madrid y Sitio de Interés Histórico Natural por el Ayuntamiento de El Escorial.
EL SANTO
El Santo o heredad de San Saturnino, fue una de las primeras dehesas adquiridas por Felipe II para dotar al Monasterio de El Escorial. Esta dehesa se encontraba cerca de Aldea del Fresno, por entonces término y jurisdicción de Segovia, y estaba limitada por algunas partes por el río Alberche y el de Perales. Su magnífica situación hizo que desde época medieval fuera uno de los lugares predilectos por los monarcas para el ejercicio cinegético. Es por ello que la dehesa de San Sadornín ya aparece mencionada en el Libro de la Montería de Alfonso XI, como un “buen monte de puerco en invierno, et hay algunas veces oso”.
Cuando Felipe II compró la posesión de El Santo ya había allí una casa de bastante calidad que debía de servir de alojamiento al administrador del Monasterio de Guadalupe, anterior propietario de la dehesa. Así se refleja en la Descripción de la Dehesa de San Saturnín es anterior a la compra del heredamiento por parte del rey Prudente. No es hasta principios del siglo XVII cuando encontramos la primera descripción del edificio cuando el padre Sigüenza habla de la dehesa y dice que en ella se encontraba “una buena casa”. El edificio debió de ser objeto de reformas en el siglo XVII, concretamente en 1643, lo que explicaría la presencia de una inscripción en la puerta de entrada al recinto, en el crucero y en la chimenea de la casa principal. Además tipologicamente la casa, aunque muy ligada con la tradición española y con las casas-palacio del siglo XVI, responde más a un modelo aplicado en el siglo XVII y que es visible en la Casa de Oficios de la Torre de la Parada o en la Zarzuela. Esta tipología se caracteriza por la escasez de ornamentación en sus paramentos, en los cuales el único ornato lo constituyen la piedra bien escuadrada y el escudo de la puerta principal; y por el uso de tongadas de ladrillo y verdugadas de piedra como materiales constructivos.
Su configuración arquitectónica, planta rectangular, sin patio ni torre, se muestra próxima a una de las tipologías de casa de campo en España en el siglo XVI. Por sus características, la edificación atiende más a la categoría de caserón rústico que a la de palacio. Presenta así una estética utilitaria y funcional motivada por las necesidades del uso. No se pretende innovar, sino crear algo simple y que no desentone en medio de la naturaleza que acoge la edificación. En ese mismo caso se encuentran las edificaciones de la Casa de Oficios de la Torre de la Parada o la Zarzuela, cuyas plantas se asemejan bastante a la planta del edificio principal de El Santo. En estos edificios las estancias se sitúan alrededor de un espacio cuadrado que centraliza la composición y que sirve de eje de simetría.
El vino y el aceite que se producían en la propiedad eran las mayores riquezas de ésta. Estos productos se utilizaban tanto para abastecer al Monasterio de El Escorial como para su venta, ya que se producción era muy abundante. Del esplendor de la finca durante los siglos XVII y XVIII se pasará en el siglo XIX a un estado de decadencia. El descuido de los arrendatarios y administradores, en cuyas manos el Monasterio de San Lorenzo había puesto su cuidado y manutención, llevó a muchas de sus edificaciones a la ruina. En 1840 un informe del maestro albañil de las Reales Casas del Patrimonio de San Lorenzo daba noticias preocupantes sobre el estado de los edificios.
En 1869, la desamortización de las propiedades reales hicieron que las 476,81 hectáreas que constituían la Dehesa de San Saturnín salieran a subasta. El terreno destinado a viñedo, olivo, pastos y monte, la casa para el guarda del terreno, un molino aceitero, una bodega, cuadras, doce casitas para los trabajadores, horno de pan, iglesia, boyería, cobertizos, fragua y huerta y un extenso encinar fueron rematados en 437.562 pts. Esta finca suponía el 9,3% de la superficie municipal de Aldea del Fresno. El precio que se pagó por la posesión de El Santo fue el más alto de las grandes fincas del sudoeste de Madrid.
En los años 60 del siglo XX el edificio principal de El Santo fue sometido a una remodelación interior por parte del arquitecto Fernando Chueca Goitia. Esta intervención debió de cambiar por completo la fisonomía interior de la casa para adaptarla a sus nuevos usos y propietarios. En la actualidad sigue en manos privadas.