Como todos vosotros ya sabréis tenemos en marcha una iniciativa en Change.org recogiendo apoyos para que se reconstruya el Salón de Reinos (firma la petición aquí), uno de los edificios, junto al Casón del Buen Retiro, que componían el Palacio del Buen Retiro y que sobrevivieron a la destrucción que de éste se realizó en el siglo XIX (puedes leer nuestro post sobre el Salón de Reinos, aquí). Todos los terrenos que en su día formaron parte de este enorme palacio de recreo de los reyes españoles, están siendo objeto de una campaña para que el Sitio del Retiro sea declarado Patrimonio Mundial y que así se proteja y conozca adecuadamente (toda la info aquí). Nosotros hoy queremos seguir poniendo nuestro granito de arena en el conococimiento y valoración de la zona hablando de uno de los primeros palacetes que se construyeron sobre el solar del extinto Retiro. Se trata del palacete de Don José de la Carrera, situado en el número 5 de la calle Casado del Alisal y que hoy en día pertenece a una fundación que se dedica a la investigación y la docencia.
Como ya hemos contado anteriormente en el blog (aquí) el Retiro se construyó en los límites orientales de Madrid en el conocido como Prado de San Jerónimo y en torno al Monasterio del mismo nombre. La edificación del palacio no contó desde sus inicios con un plan preciso y es por ello que una vez terminado tenía más de veinte edificaciones y dos grandes plazas abiertas que se empleaban para festejos. Asimismo el conjunto palaciego estaba rodeado de una gran extensión de jardines y estanques que permitían el disfrute de la corte: conciertos, representaciones teatrales, naumaquias… tenían lugar dentro de su recinto.
Uno de esos momentos de disfrute en el palacio madrileño fue inmortalizado por Diego Velázquez quien, alrededor de 1636, pintó el lienzo “La lección de equitación del Príncipe Baltasar Carlos”. El lugar que se refleja en el cuadro es el ala sur del Cuarto del Príncipe, emplazamiento que hoy en día, aproximadamente, ocupa el edificio del que estamos hablando y que también se refleja en una maravillosa vista, no muy conocida, realizada por Pier María Baldi en 1668 y en la que se muestra el Palacio del Retiro desde Nuestra Señora de Atocha. Asimismo el plano de Pedro de Texeira de 1656 muestra el ala del Cuarto del Príncipe, la cual cerraba uno de los costados del Jardín del Caballo o de la Reina, donde se situaba la escultura ecuestre de Felipe IV realizada por Pietro Tacca que hoy día se encuentra en la Plaza de Oriente.
Desde Felipe IV hasta Carlos IV los reyes pasaron largas temporadas en el Retiro, siendo éste utilizado como segunda residencia dentro de Madrid y como alojamiento para los diversos huéspedes que visitaban la Corte. Pero con la invasión francesa de España en 1809, y la proclamación como rey de José Bonaparte, el uso del Palacio del Buen Retiro cambió. Debido a su situación en altura, ideal para la vigilancia de la capital, fue fortificado por los soldados franceses. Muchos de sus árboles fueron talados, se construyeron trincheras en los jardines y los edificios fueron utilizados como polvorines. Durante los cuatro años de ocupación francesa de Madrid el Retiro sirvió de cuartel. Tras la marcha definitiva de los franceses en 1813 se procedió a evaluar los daños sufridos en el Palacio del Buen Retiro y se determinó que los edificios que menos habían padecido eran “el patio de la Pelota, el de Oficios que esta contigüo a este y parte pral del Palacio”, siendo “necesario demoler el resto de los demas edificios que se hallan enteramte ruinosos, y es dificil su conservación por falta de medios en las actuales circunstancias”. Sobre el estado en el que quedó el edificio y sus diversos usos durante la guerra ya hablamos en otro post (aquí).
Ante la ruina del complejo, Fernando VII cedió la mayor parte de los jardines del Retiro para uso público y posteriormente, en 1868, el recinto entero pasó a ser propiedad del Municipio de Madrid. Buena parte de los jardines del palacio se respetaron –aproximadamente la mitad de la superficie que éstos abarcaban-, creando el Parque del Retiro, un enorme espacio público, que todavía hoy es el gran pulmón de Madrid. En cuanto a la zona que había ocupado el Palacio y sus jardines anexos ésta fue centro de la especulación arquitectónica. En 1865 la reina Isabel II vendía al Estado la parcela comprendida entre las calles de Alcalá, Alfonso XII, el Paseo del Prado y el Jardín Botánico. Cuatro año más tarde se decidía la demolición definitiva de la Plaza Grande, quedando tan sólo como vestigios del antiguo recinto palaciego el Salón de Reinos y el Casón. Con estas intervenciones se daba lugar al nuevo barrio de los Jerónimos.
Los solares fueron muy codiciados por la nobleza y la burguesía adinerada dada la privilegiada situación de éstos. La mayor parte de las edificaciones que en estos solares se levantaron fueron casas de renta. Es decir, casas de cuatro o cinco alturas que se alquilaban por pisos y en las que en muchos casos los propietarios se reservaban el piso principal o noble del edificio para vivir en él. Las casas unifamiliares no fueron tan frecuentes en el barrio, aunque hubo destacados ejemplos como el antiguo palacete de la marquesa de Manzanedo, actual Museo de Artes Decorativas -hoy en día muy modificado-; o el que aquí tratamos, perteneciente a Don José de la Carrera y que es uno de los ejemplos mejor conservados de casa-palacio.
La casa-palacio fue mandada construir en 1885 por Don José de la Carrera, miembro de la Junta de Sanidad de Madrid y reputado médico de la época. El arquitecto encargado de la obra fue Álvaro Rosell Torres, Caballero de la Orden de Carlos III y Arquitecto Conservador del Teatro Real desde 1870 hasta aproximadamente 1913.
El edificio, cuya obra se ejecutó entre 1885 y 1887, resulta de una gran sencillez. Su fachada se presenta carente de ornamentos, buscando una imagen equilibrada conjugando los paramentos de ladrillo rojo con ciertos detalles en piedra de Colmenar blanca, como cornisas y embocaduras. En altura consta de cinco plantas: sótano, baja, principal, segunda y tercera o servicio. En los extremos de la fachada son visibles dos entradas: una principal, para carruajes, y otra secundaria o de servicio. Por la entrada principal o de carruajes se accede a un gran espacio abovedado y a una escalinata de mármol blanco flanqueada por grandes columnas dóricas. La escalera va a dar a un patio central en dos alturas cubierto por una cúpula acristalada, a cuyos lados se sitúan dos grandes salones -usados en sus orígenes para fiestas, recepciones, etc.-, uno que mira a la calle y otro que da al patio-jardín interior.
A la segunda planta se accede por una prolongación de la escalera principal, que ahora ha cambiado el mármol blanco por la madera y la forja. En ésta se situaban las habitaciones de los propietarios, las cuales se disponían en torno a una galería cuadrada ornada con una barandilla de forja con vistas a la planta inferior. La única forma de poder acceder a la planta sótano, baja y a la superior, además de al resto del edificio, es por la escalera de servicio, la cual tiene su origen en la entrada secundaria del edificio. En la planta baja y sótano debían de encontrarse los servicios del palacio tales como cocina, despensa, lavadero… Mientras que en la planta tercera o superior debían de ubicarse los dormitorios de las personas que componían el servicio. Finalmente, en la parte posterior del edificio se sitúa un patio-jardín que permite que todas las estancias cuenten con luz natural y supone un espacio realmente privilegiado, un reducto de naturaleza para uso particular en el corazón de Madrid.
En la construcción del edificio no se escatimaron gastos. Además de usar materiales constructivos sencillos pero de gran nobleza y calidad como la piedra de Colmenar o el mármol, se contrató la realización de algunas vidrieras decorativas a la prestigiosa casa Maumejean. Ésta es la responsable de algunas de las principales vidrieras españolas, desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX. Como ejemplo podemos citar los vitrales del Círculo de Bellas Artes de Madrid, del Banco de España, de la Basílica de Atocha, o la epectacular de la escalera del Ministerio de Marina de Madrid de la que ya hemos hablado en otro post (ver aquí).
Tras dejar de ser residencia privada el edificio sirvió de sede de Christie’s en Madrid y de oficinas y sala de exposición para la Sociedad Promotora del Patrimonio Cultural (PROPAC). En 1985 tras una rehabilitación integral llevada a cabo por José Ignacio González Pérez y Antonio Martín Herrera pasó a ser el nuevo centro de la Sociedad Estatal de Gestión para la Rehabilitación y Construcción de Viviendas (SGV). En 1991 el edificio pasó a ser propiedad de la fundación que actualmente lo mantiene.